Al día siguiente, después del encuentro en la cafetería, Iván me hizo señas para que lo siguiera. Sabía que estaba preocupado por Daphne y que hacía todo lo posible por buscar pruebas que alejaran las sospechas de ella. Lo seguí hasta un rincón desierto del pasillo del instituto.
—Hemos encontrado algo...—dijo.
Supuse que con «hemos» se refería a él y a su hermano que, sospechaba, tenía ciertas habilidades en el manejo de las redes y otras cosas relacionadas con los dispositivos electrónicos. Lograron arreglarme la PlayStation sin tener que gastarme nada de mis ahorros.
Mi sospecha se confirmó cuando mi amigo me mostró una imagen en su móvil. Parecía una imagen capturada de alguna cámara de videovigilancia que había por los alrededores de la casa de los Scott. En ella se veía a dos personas hablando en un lateral de la casa.
—Conseguimos ampliar la imagen y limpiarla; se puede ver la cara de uno de ellos— indicó Iván.
Me mostró otra imagen. Un adolescente, que parecía tener nuestra edad, estaba atrapado en el objetivo de la cámara y se podía ver con nitidez su cara con acné y una gorra de marca.
—No lo conozco, creo—admití. Aunque había algo en él que me resultaba conocido.
—La otra persona es imposible de identificar, pero por la estatura, creemos que es una chica y está muy bien oculta por las sombras de los árboles.
Vi la imagen de la sombra y sentí un dejà vu; la había visto antes.
—¿Qué vas a hacer con esas imágenes?—pregunté.
—Más bien qué hicimos. Las imágenes se enviaron de forma anónima a la policía hace...—Iván miró la hora y respondió—exactamente cuatro horas.
—¿Estarán bien? —Me preocupaba que hubieran dejado algún rastro que llegara hasta ellos.
—Sí, está bien cubierto; no me dejó estar con él cuando lo hacía, por si salía mal y acababa arrastrándome también ...—explicó.
Horas más tarde, los Scott estaban en la puerta del club esperándonos para entrenar con sonrisas y rostros que reflejaban el estrés y el agotamiento de los últimos días. El equipo de hockey y los voluntarios suspiraron aliviados, no quedaba mucho tiempo para el partido definitivo. Antes de entrar en nuestras respectivas zonas de entrenamiento, Lucas se me acercó.
—¿Estás libre después del entrenamiento?
—Sí, ¿por qué?
—No me vendría mal la rutina de skincare después de la paliza que me va a meter al entrenador—dijo.
Me reí y quedamos en vernos después del entrenamiento. El entrenador de atletismo me puso a lanzar unos cuantos discos y luego a correr un poco. Estaba seguro de que me iba a agotar físicamente, pero disfruté de la carrera y me sentí liberado.
Me di una ducha rápida y fui a buscar a Lucas. Antes de entrar en la sala que de hockey oí muchos aplausos y me asomé con curiosidad. Iván, con una enorme sonrisa en la cara, me vio y me indicó que me acercara al círculo de personas que había en medio de la sala. Me puse a su lado.
—Ya hice las paces con Lucas, estuve fuera de lugar...—Asentí con la cabeza y continuó—. Al parecer, durante la ausencia de los Scott, tu chico estuvo entrenando con el equipo en la calle y repasando el reglamento del juego.
Sentí mariposas revoloteando en el estómago cuando Iván dijo «tu chico». Lo busqué con la mirada y lo encontré en el centro del círculo siendo felicitado por todo el equipo. Muchos parecían contentos con el cambio, pero también había caras de tristeza y alguna que otra de enojo.
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Ilusiones de invierno ©✔
JugendliteraturObra registrada en el Registro de la Propiedad Intelectual Española. Mención especial ONC 2024 ¡Clasificada en la Lista corta ONC 2024! ¡Clasificada en la Lista larga ONC 2024! ¡Ganadora de la Segunda Ronda ONC 2024! ¡Ganadora de la Primera Ronda ON...