8. Trabajo grupal y confesiones

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Ya habían empezado los exámenes y el ambiente que se respiraba en el instituto era una prueba de ello. Bibliotecas abarrotadas, colas de estudiantes en busca de bebidas energéticas de las máquinas expendedoras, caras de sueño y ojeras en los rostros de la gente...

Era difícil atravesar los pasillos en la silla de ruedas con estudiantes yendo en todas las direcciones, grupos de amigos charlando o parejitas comiéndose la boca y bloqueando el paso.

Conseguí llegar al aula donde tenía mi tercer examen de la semana. Las mesas ya estaban separadas y el profesor aún no había llegado. Me coloqué en una mesa de la última fila, cerca de la puerta. Era el único espacio que tenía para maniobrar con la silla.

Busqué a Daphne con la mirada y encontré su cabellera roja a mitad del aula. Llevaba pasando de mí casi toda la semana. No debí ser muy discreto porque alguien se dio cuenta y le dijo algo al oído.

Ella se giró para mirarme con mala cara. Traté de decirle que nos viéramos a la hora del recreo, pero no me dio tiempo; ella me sacó la lengua y volvió a su lugar. Suspiré resignado, yo hubiera hecho algo similar si estuviera en su lugar.

El profesor llegó y empezamos a hacer el examen de biología. Esperaba aprobar, ya que había tenido que perder un año por todo lo que ocurrió y estaba retrasado un curso con respecto a la gente de mi edad.

—Brian, ¿puedo hablar contigo un momento?

Siempre era de los últimos en salir del aula para no tener problemas con la silla de ruedas. Me sorprendió que alguien se hubiera quedado también.

El chico que estaba frente a mí era uno de los mejores estudiantes del curso. Apenas había tenido mucho contacto con él, pero la gente siempre andaba detrás de él para que los ayudara con las tareas de clase. Y él los ayudaba.

—Claro, Iván. —Me miró sorprendido. No esperaba que recordara su nombre.

Se ajustó las gafas de montura metálica y se acercó más a mi mesa. Llevaba el pelo negro recogido en un pequeño moño, una camiseta de Marvel y los vaqueros raídos junto con unas viejas zapatillas.

—Es sobre el trabajo de literatura. Nos ha tocado juntos con Vicky y... Daphne—. Un ligero rubor apareció en sus mejillas al nombrar a esta última. —Voy a crear un grupo de WhatsApp para organizarnos mejor y pensaba proponer que nos quedemos esta tarde en la biblioteca para ir avanzando con el trabajo.

«¡Mierda!», grité mentalmente. Había olvidado por completo el trabajo grupal.

—Esta tarde me viene bien. Cuenta conmigo—dije. —Me mola tu camiseta.

Salimos del aula y nos dirigimos a la siguiente clase. Él se encargaba de avisar a Vicky y, por ende, a Daphne ya que siempre estaban juntas. Nos cruzamos con ellas por los pasillos y ambas estaban disponibles para quedar.

Cuando vi a Vicky me quedé sin aliento. Nunca me había fijado en ella, pero se parecía mucho a Amber... La misma mirada risueña, los ojos verdes y el pelo castaño claro con destellos claros.

Debí quedarme embobado porque me espetó:

—¿Tengo monos en la cara?

—N-no..., lo siento. Me recordaste a alguien que conocí.

—Bien. De todas formas, que quede claro: tengo novio—afirmó.

Como si lo hubiera invocado, un chico con una cicatriz en la ceja, apareció y besó a Vicky delante de mis narices y luego me miró amenazante.

Daphne dejó escapar una risilla, la miré y volvió a ignorarme deliberadamente.


Ya estábamos los cuatro rodeados de libros en la biblioteca. Entre todos teníamos que elegir un libro y analizarlo. No nos poníamos de acuerdo y el tiempo se nos estaba escapando.

Ilusiones de invierno ©✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora