Will huyó de la cafetería en cuanto fue posible, la manera tan apresurada en la que se puso de pie y recogió su bandeja le ganó las miradas de sus compañeros de mesa y de algunas personas que seguían desayunando pacíficamente."Nos vemos luego", se limitó a decir Will al mismo tiempo que amontonaba sus cubiertos sobre la bandeja metálica.
Una mirada de confusión se compartió entre Hannibal y Abigail. La joven alzó una mano para despedirse, sin esperar que Will desaparecería mucho antes de que ella pudiera abrir la boca para pronunciar cualquier palabra.
De camino a su habitación, Will repasó mentalmente las circunstancias previas a su vívida experiencia, esto en un intento por no dejar nada al aire y recrear todas las cosas que pasaron antes de aquel momento.
Al llegar a su cuarto, Will dudó un momento antes de introducir su llave y luego sostuvo la perrilla de la puerta como si se tratara de un objeto radioactivo, pero aun así al abrir la puerta le fue imposible no notar que aquella fotografía instantánea en la que aparecía una sombra seguía en el mismo lugar de antes, inmóvil como cualquier otro mueble de la habitación.
Will se acercó hasta la fotografía y con una precaución inaudita la tomó entre sus dedos, sin embargo, contrario a sus expectativas, nada pasó. Consternado, Graham buscó entre el desastre de su cama al pequeño diario que alguna vez escondió la instantánea, hojeó sus páginas y leyó una vez más la entrada del 30 de agosto de 1980.
30 de agosto de 1980.
Querido diario:
H no me habla.
Unas cuantas líneas de aquel diario acompañadas por aquella fotografía instantánea fueron suficientes para confirmar el peor de los sueños de Will: Nada había sido un sueño.
Graham se encontró a sí mismo de vuelta en aquella oficina, nada había cambiado. Tres repeticiones del mismo evento más tarde, Will descubrió que podía intercambiar una conversación distinta, pero que de alguna manera la escena siempre terminaba con Hannibal sugiriendo que tomase una fotografía, eso y que el malestar al final de cada visión siempre era el mismo.
Con el corazón latiendo descontroladamente, Will buscó entre los objetos que había comprado en la tienda de antigüedades. Dentro seguían dos diarios más además del que ya había comenzado a leer, uno que ya había visto antes y que era imposible de abrir, así como otro que había estado escondido al interior de aquella caja decorada con un par de zorros que había llamado su atención. Este último diario era aún más particular, pues al ser sostenido revelaba que su grosor era en gran parte gracias a que sus páginas guardaban un montón de fotografías instantáneas.
Una pizca de curiosidad comenzó a crecer en el pecho de Will, si cada fotografía estaba acompañada de una entrada en el diario, esto significaba infinitas posibilidades para transportarse al pasado y descubrir cuál era su relación con aquel, William Graham, pero también implicaba sumergirse en un mar de peligros.
Con la mirada fija en la ventana, Will ponderó sus opciones, por una parte podía fingir que jamás había descubierto ese secreto o también existía la posibilidad de asumir las consecuencias de sus actos e investigar a profundidad. Finalmente, Graham optó por dejarle la decisión a algo que cualquier ser humano ha hecho cuando desea averiguar si vale la pena leer un libro, es decir, comenzar leyendo el final.
Las páginas del diario repleto de fotografías pasaron entre los dedos del adolescente que se detuvo atemorizado al llegar a la última hoja, solo para encontrarse con que esta se componía de unas cuantas palabras ominosas.
Mayo 13 1982
Querido diario:
H ya no cree en mí, le resulta más fácil abandonarme que hablar conmigo.
Esa pequeña oración no venía sola, estaba acompañada de una pequeña instantánea del mural de Perseo que había llamado su atención el día que llegó al instituto Mirfield.
Inseguro, Will esperó a que el conjunto de la fotografía con el diario lo transportaran a aquel día de 1982 y que, en el mejor de los casos, el contenido de esa entrada no significara nada especial.
La llegada al pasado de Will no fue otra cosa más que turbulenta, en cuanto cobró consciencia, sintió que alguien le tomaba por los hombros para obligarlo a que se diera la vuelta.
"¿Por qué lo hiciste? Dime, ¿qué te debo? Te traté como la persona más importante de mi vida y así me pagas", gritó Hannibal con el cuello de la camisa de Will entre sus dedos.
Will sacudió la cabeza confundido y, entre tartamudeos, alcanzó a decir, "No sé de qué me estás hablando".
"No me mientas, a estas alturas todavía te atreves a fingir ignorancia".
"No estoy fingiendo nada", dijo Will tratando de apartar a Lecter con toda la fuerza que tenía.
"¡Eres un mentiroso de mierda! ¡Ladrón!", exclamó Hannibal para luego estampar su puño en la nariz de Will y lanzarlo al suelo.
Desde el suelo, Will trató de comprender qué demonios acababa de ocurrir, sin embargo, si había algo más grande que su confusión, ese algo era el dolor en su rostro. En un primer momento, el adolescente pensó que se trataba de un hueso roto y el olor metálico de la sangre pareció confirmar sus sospechas, sin embargo, unos segundos más tarde, la situación se agravó cuando el dolor en su rostro se convirtió en unas náuseas incontrolables que rápidamente se volvieron arcadas que lo obligaron a vomitar una masa escarlata.
Primero fueron un par de gotas de sangre las que marcharon el pulcro suelo de Mirfield, luego fue un charco del tamaño de la palma de una mano y finalmente se convirtió en una cantidad alarmante de líquido carmesí que salpicaba casi todo el pasillo.
Los ojos de Will enfocaban y desenfocaban los objetos a su alrededor, sumando más confusión al ya de por sí incomprensible suceso, cuando de repente sintió que una persona se le acercaba y lo acomodaba sobre su regazo con una delicadeza solo comparable a la de una madre que sostiene a su bebé.
Murmullos y balbuceos apenas perceptibles eran todo lo que le quedaba a Graham para tratar de comprender sus alrededores. La persona sobre la que estaba recostado debía haber estado diciendo algo, pero el dolor era tan inmenso que no lograba entender nada. En ese instante toda su energía estaba concentrada en tratar de soportar el peor momento de su corta vida y cuando por fin sintió que le sería imposible seguir experimentando esto, vino a él una breve claridad: Esta escena ya la había visto antes en sus sueños.
Todo permanecía igual que en la más recurrente de sus pesadillas: Él yacía recostado en el regazo de alguien, siempre rodeado por sangre.
Sangre que ahora sabía que le pertenecía.
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Lonestar[Hannigram]
FanficEn el momento en que Will Graham vió a Hannibal Lecter un deja vú lo invadió, "Yo a ti te conozco", pensó Will. En el momento en que Hannibal Lecter vio a Will Graham sintió un puñetazo que revolvía sus entrañas, "No puedes ser tú" pensó Lecter en...