09. Bésame

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Pansy se consideraba una alfa promedio, de familia adinerada, padres estrictos, educación impecable, de carácter fuerte y temperamento feroz. Podía decir de si misma que no era para nada una excepción a la regla, la mayoría de los alfas de elite cumplían con todas esas características. Nunca se había sentido especial o diferente más allá del hecho de ser todo lo opuesto a lo que sus padre esperaban. 

Su vida giraba en torno a hacer lo que se le diera la gana, cuando se le diera la gana. No había nada más allá de eso. Cuando oía a sus padres criticándola, diciendo que ella solo actuaba por capricho, no podía refutarlos, sabía que era cierto. Sus acciones estaban gobernadas por sus impulsos, impulsos por cumplir sus más absurdos y espontáneos caprichos. No había razones importantes detrás de ello, solo hacer lo que le daba la gana. 

Si golpeaba a un par de matones que molestaban a un omega, no lo hacía por que le importara el omega, o para ser admirada o recompensada, simplemente tenía ganas de pelear y lo hacía. Cuando saboteaba las citas de compromiso que organizaba su madre, no lo hacía porque le disgustara su cita o porque odiara comprometerse, lo hacía por diversión, para ver la reacción de su madre. Todas y cada una de sus acciones estaban libradas por caprichos, diversión o aburrimiento. 

Pansy había creído que siempre sería así, que su vida estaría en manos de su estado de animo o su capricho de turno, quizá un día golpeara a la persona incorrecta y terminaría muerta, o tal vez se casaría con algún omega pobre para ver la reacción irritada de su madre, o quizá simplemente viviría como se le diera la gana sin respetar ni esperar la aprobación de nadie. Eso había creído. 

Sin darse cuenta se sorprendió a si misma llevando a cierta beta todos los domingos al hospital, jugando con niños del albergue, decorando cuadernos y haciendo manualidades todos los jueves por la noche. No eran cosas que hiciera por capricho, no le daba la gana desperdiciar su tiempo en ayudar a otros o en preparar juegos infantiles, simplemente lo hacía por ella. 

Le gustaba ver la sonrisa de Ginny cuando los niños del albergue corrían a sus brazos, le gustaba la forma en que se volvía dócil y melancólica luego de salir del hospital, le divertía la forma en que le apasionaba su trabajo y como se tomaba muy en serio el hacer manualidades. 

Hacía esas cosas por ella, para poder ver todas y cada una de las facetas de Ginny, su lado triste y enfurecido y su lado más amable y simpático. Poco a poco dejó de hacer cosas por capricho y comenzó a hacerlas para acercarse a ella.
Desde el primer día se dijo que solo sería un lindo pasatiempo hasta que inevitablemente perdiera el interés y encontrara algo mejor para jugar, nunca habría imaginado que cuanto más la conocía más se fascinaba, cuando más tiempo pasaban juntas más quería permanecer a su lado. Ginny estaba convirtiéndola en una persona completamente diferente, en alguien que no solo piensa en si mismo, y eso no le gustaba. 

- Oye, ¿Crees que soy buena ahora?- la gran bola de pelos se sacudía violentamente en su mano intentando zafarse del agarre. Sus garras arañaban con fuerza la mano de Pansy pero aún así no lograba ser liberada. 
- ¿Qué haces de nuevo con la señora Norris?- tomó al felino en brazos y luego de tranquilizarlo lo dejó en el suelo. El animal no tardó ni un segundo en perderse entre los arbustos. 
- Al menos ella sigue temiéndome
- ¿De qué hablas? Todos te temen...- sacó las llaves de su bolso y abrió la puerta- ¿Vas a subir?
- Si.- la respuesta fue inmediata, tomó el bolso del hombro de Ginny y las bolsas que traía en su manos, luego subió las escaleras tras ella.  

Colocó la compra sobre la mesada y comenzó a sacar los víveres para que Ginny pudiera organizarlos

- Diablos... ¡¿Ves?! A esto me refería- la apuntaba con una zanahoria 
- ¿Tienes algún problema con las zanahorias? 
- Me has domesticado... Jamás hago los víveres.. Eso es... para el personal doméstico.
- En primera- tomo la zanahoria de su mano- Tú no hiciste nada, yo hice las compras, solo cargaste las bolsas por tres segundos y en segunda, yo no te he domesticado ¿Acaso eres un animal?
- Me tienes igual que a ese gato gordo... Comiendo de tu mano. 
- Ya deja de decir tonterías- colocó todas las verduras en un recipiente para poder lavarlas- Y deja de molestar a la señora Norris, está vieja y tiene sobre peso, si la levantas así lastimas su cuerpo. 
- Tiene sobre peso porque no paras de alimentarla... Al igual que lo hiciste conmigo- había un tono de reproche en su voz. 
- ¿De que diablos estás hablando ahora? 
- Me alimentas con sexo... Me estás domesticando como ese gato gordo y feo... 

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