Para aquellos que aún se preguntan la razón por la que están vivos.
Para ti que no has encontrado tu camino.
A N T E S
La memoria era una construcción extraña. A veces las personas decían que los hechos no eran como la mente podía recordarlos. Muchas veces me pregunté si eso era verdad a lo largo de mi vida. En mi clan se decía que un Odjur no olvidaba porque teníamos mejor memoria que ninguna otra criatura mágica. Éramos capaces de recordar todo desde el primer día que abríamos los ojos después de haber nacido. Nunca comprobé si existía otra criatura con esa habilidad, principalmente porque me importaba un bledo. Pero nuestra memoria era tan buena como se decía porque, incluso aunque lo intentara, no era capaz de olvidar.
Desconozco si la vida fue justa conmigo desde que nací. Tenía cinco hermanos mayores: Asrat, Eries, Lavonne, Stanifer, Sackerson y al final estaba yo. El hijo más pequeño que no había alcanzado la primera transformación cuando cumplió dos años y era, por lo tanto, la vergüenza de la familia. Recordaba a mi padre con claridad, hincándose frente a mí, con sus pesadas manos en mis hombros. Todos decían que yo me parecía mucho a él. Eso nunca lo hizo feliz y yo no entendía por qué. Le amaba porque era mi padre, aunque nunca obtuve nada de él. Me miró con dureza como era su costumbre y repitió las mismas reglas de siempre: no avergüences a la familia, no hagas nada que pueda llevar burlas hacia nosotros. Compórtate como un hombre. Y había creado una nueva regla especialmente para mí. Esa noche, con sus manos sobre mis pequeños hombros dijo:
—Shane, no espero nada de ti. Dios sabe que debí abandonarte en el bosque cuando tuve la oportunidad, pero esa oportunidad ha pasado y aquí estamos. No hables, no te muevas. Quédate en un rincón y no nos ridiculices más. Tu existencia es suficiente.
Eso fue lo que hice a partir de ese momento. Me quedé en un rincón, con la mirada en el suelo sin decir nada. El clan de los Odjur se reunía con frecuencia, hablaban sobre las normas, sobre lo que era mejor para nuestra comunidad. A menudo, demasiado a menudo, hablaban sobre mí. Se preguntaban si era en realidad un Odjur porque había cumplido dos años y era incapaz de transformarme, al contrario del resto de mi familia. Mi hermano mayor Asrat podía transformarse en una gárgola aterradora que con frecuencia usaba para perseguirme por el pueblo. Mi hermana Eries se convertía en una quimera, Lavonne era un centauro, Stanifer un basilisco y Sackerson era un fénix. Era común que un Odjur se transformara cuando cumplía un año y de esa forma, el clan podía encontrarle un uso a su vida. Se volvía un ser útil para la comunidad y comenzaba a entrenar para defender al pueblo. Bueno, yo pasaba las tardes sentado en los escalones de nuestra cabaña mirando hacia afuera, contemplando el bosque mientras mis hermanos entrenaban. Al final del día, ellos regresaban exhaustos y satisfechos y se sentaban a la mesa para cenar. Yo no. No tenía permitido hacerlo porque según mi padre, no había hecho nada para merecerlo. Así que pasaba las noches muriéndome de hambre, dando vueltas en mi habitación preguntándome, ¿por qué yo? ¿Por qué tuve que haber nacido? ¿Para qué?
No tenía ni la menor maldita idea de lo que el destino me tenía preparado.
🥀
Cuando cumplí tres años, mi transformación llegó por fin. Pasó de repente, sin haber hecho nada especial. Estaba sentado en los escalones como siempre observando a mi madre caminando por la cocina. Ella nos enseñaba francés porque había vivido en Francia antes de conocer a mi padre. Mi madre no era cariñosa, en realidad ni siquiera parecía querernos. Siempre pensé que estaba atrapada en una vida que nunca pidió tener y ya era demasiado tarde para escapar.
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Odjur
FantasySecuela del libro "Kensington" Después de una terrible tragedia, un pequeño Odjur sin clan se encuentra con los reyes más grandes que existen: los Kenginston.