Capítulo 13

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La vida como un hombre comprometido no era tan fácil como cualquiera pudiera pensar. Ahora que estaba a punto de convertirme en un Kensington tenía muchas más obligaciones y responsabilidades que iban más allá de ser guardia real. Loïc estaba convencido en incluirme dentro de los planes y me había nombrado como el jefe de la guardia real, un cargo que estaba por encima de todos y eso no le gustó a nadie más que a Gaye, según lo que podía escuchar en los pasillos. Él no se portó como un imbécil celoso y debo admitir que me sorprendió. Dijo que estaba feliz de dejarme esa carga a mí y estaba bien con ser mi mano derecha porque necesitaba volver a dormir por las noches.

Bastardo.

Así que no pasaba tanto tiempo con Lysander como hubiera preferido porque habían muchos asuntos de seguridad dentro del castillo que ocupaban mis días por completo mientras él planeaba la boda con mínimo apoyo de mi parte debido a lo mismo. Lysander decía que estaba bien, que lo entendía y no lucía enfadado en absoluto. Yo intentaba estar bien con eso, pero no tenía demasiadas opciones porque era el rey quien me lo ordenaba.

Una mañana me preparaba para mi día normal como jefe de guardia real y mientras designaba a los relevos y elegía a los guardias que se encargarían de cada parte específica dentro y fuera del castillo, Loïc me informó que era un día de audiencias por lo que, a demás de tener que reforzar la seguridad, yo debía estar dentro de cada audiencia junto con Chasydi para cuidarlo a él y a Lysander. Eso me permitiría estar a su lado lo que me pareció suficiente.

El día fue largo y lento. Eran muchos los clanes que buscaban hablar con los Kensington para pedir su ayuda o expresar sus preocupaciones y ellos prestaban la misma atención para todos y cada uno de ellos. Yo estaba de pie detrás de Lysander lo que me permitía perderme en cada uno de sus movimientos acto en el que él me descubría muy a menudo y la expresión de mi cara le formaba una sonrisa en el rostro que podría solucionar todos los problemas del mundo.

Al finalizar la penúltima audiencia del día, todos parecíamos exhaustos. Estaba por anochecer cuando Loïc me pidió que hiciera entrar al último clan del día mientras él y Lysander se ocupaban de firmar acuerdos y demás documentos y así lo hice mientras pensaba en que pronto se terminaría ese día y yo podría meterme bajo las cobijas con Lysander ya que ese era mi momento favorito del día.

Llegué a la entrada principal perdido en mis propios pensamientos cuando el carruaje de ese último clan llegó, pero enorme fue mi sorpresa al descubrir de qué clan se trataba. Me detuve de golpe cuando reconocí a Zagaynov bajando del carruaje, seguido por Corshen, Siorella y Araelle. Al final, por supuesto, venía Khaleesi. Maldita mi suerte por tener que ver a los Cowden otra vez, pero al menos las circunstancias eran diferentes y, cuando me di cuenta de eso, la sonrisa fue casi incontenible. Todos se detuvieron a cierta distancia cuando me reconocieron, Zagaynov incluso acercó la mano a la empuñadura de su espada, como si esperara a que yo los atacara. Pero yo hice algo mucho mejor, me enderecé y puse mi mejor sonrisa.

—Bienvenidos al castillo de los Kensington.

—¿Qué diablos haces tú aquí? —cuestionó Araelle. Casi había extrañado su acento irlandés. Me encogí de hombros como si no fuera la mayor cosa.

—Soy guardia real —respondí—. Si quieren seguirme.

Me di la media vuelta y caminé lento porque sabía que primero se mirarían entre ellos preguntándose qué estaba pasando y por qué un desterrado estaba en la casa real. Pronto escuché sus pasos detrás de mí mientras los conducía hacia la sala de espera junto a la oficina de Loïc.

—El rey estará listo pronto —expliqué señalando el espacio—. Pueden esperar aquí.

Me miraron con desconfianza y no me importó en lo más mínimo.

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