Capítulo 9

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El castillo estaba a un par de noches de distancia, pero dado que yo no tenía fuerza suficiente para transformarme, ese viaje me tomaría el doble de tiempo si me limitaba a dormir poco y caminar mucho. Me moví por el bosque buscando algo que cazar, lo que fuera que pudiera calmar ese apetito feroz que me atacaba como si no hubiera comido nada en meses. No sabía con exactitud cuánto tiempo había pasado desde la guerra, pero a juzgar por el clima similar, seguramente no habían sido más de un par de semanas.
No tuve mucha suerte durante la tarde, pero al anochecer me encontré con un pequeño campamento de cazadores poco experimentados que no se preocupaban por tener un vigilante. Eso me permitió robarles algo de ropa, agua y un conejo que en mi opinión, no había sido cocinado de la mejor forma, pero era suficiente. A veces tenemos que aceptar los regalos que nos da el universo, sean como sean. En mi huída tomé una mochila en donde guardé la reliquia, un parche improvisado para mi ojo y unas provisiones para mi camino. Eso sería suficiente hasta que llegara al castillo.

Esa noche no pude dormir. No lo hacía con frecuencia, pero esa ocasión se sintió diferente. Usualmente tenía pesadillas, con Neylianiz, con mi clan y con los cazadores. Esa noche no fue así. Esa noche los recuerdos de mi tiempo en el castillo junto a Neylianiz se aparecieron en mi mente uno tras otro desde la primera vez que lo vi junto al carruaje, hasta esa última sonrisa forzada en el pasillo. No había pensado en él de esa forma en años. Tenía todo eso guardado detrás de lo que Moll había llamado una barrera que usaba para aislarme del dolor. Esa noche en la cueva, cuando tomó mi ojo, dijo que debía quitarla para poder liberar mi verdadero poder. Ojalá fuera tan sencillo. Había construido esa barrera porque no podía soportar el dolor de haber perdido a Neylianiz y todo había salido de maravilla en mi vida cuando aprendí que ignorar los sentimientos resultaba ser más efectivo que lidiar con ellos.
Excepto el amor que tenía por Lysander, claro está.

No quería recordar a Neylianiz, pero mi mente no me dio una tregua. Recordé sus palabras, sus manos alborotando mi cabello, su risa escandalosa y su voz.

—Sé que serás muy fuerte —me dijo una noche mientras nos sentábamos en el jardín afuera de mi habitación—. Más fuerte de lo que todos creen. Seguramente serás el dragón más fuerte que ha existido y todos te admirarán.

—No quiero ser admirado —respondí.

Y eso era cierto. Nunca quise ser admirado por otros. Yo quería ser valorado. Ser amado. Lo había conseguido al lado de Lysander, pero no sabía qué esperar cuando llegara al castillo. Mientras caminaba por los bosques de vuelta a mi hogar, consideré la posibilidad de que él no me quisiera más. Quizá pensaría que lo había abandonado al usar la reliquia o quizá sólo era que el tiempo había pasado y él, al seguir adelante, me había dejado en el olvido. Una parte de mí sabía que Lysander jamás haría eso, pero si algo aprendí en mi vida es que era mejor considerar todas las posibilidades porque mientras no fueran cero, eran posibles.

🥀

Llegué al pueblo de los Kensington después de cinco días. Estaba exhausto, hambriento y cerca de la deshidratación mortal por lo que no le presté atención a la gente, aunque creo que ellos hicieron lo mismo y lo agradecí porque no tenía ánimos de lidiar con miradas curiosas y susurros entrometidos.
Me abrí paso hasta la entrada del castillo que lucía mucho más grande de lo que yo recordaba. Atravesé la entrada que usaban los guardias reales y me topé con un grupo de cuatro uniformados a quienes no reconocí y quienes, por lo tanto, no me reconocieron a mí.

—¡Quieto ahí! —gritó uno.

De pronto ya estaba rodeado de espadas y pistolas. Cazadores, por supuesto. Hogar, dulce hogar.

—Solo necesito ver al rey —expliqué levantando las palmas. Lo que menos necesitaba era recibir un disparo en el culo—. O al príncipe.

—El rey no tiene ninguna audiencia el día de hoy y el príncipe no está en el castillo.

OdjurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora