Capítulo 3

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Las siguientes semanas fueron complicadas. Ellos eran maravillosos conmigo y eso era terrible. Nadie me insultaba o me golpeaba, se preocupaban por saber cómo me sentía estando ahí, si había algo que pudiera necesitar o simplemente si tenía ánimos de hablar ese día. Pude tomar un baño en una tina gigantesca, me compraron ropa y zapatos. Deeinna siempre me sonreía y a menudo acariciaba mi cabello cuando pasaba cerca de mí con alguna especie de cariño que yo no entendía. Su embarazo se hacía más evidente con el paso de los días y eso la hacía más lenta y cansada casi todo el tiempo. Neylianiz siempre parecía ocupado, siempre estaba leyendo algo o en reuniones con criaturas y cazadores. Y aún así, se hacía tiempo para salir a mi casita del árbol para revisar que todo estuviera bien. A veces hablaba conmigo, o lo intentaba porque yo no respondía.

Es que no podía. Una parte de mí exigía que los odiara. Consideraba que era mi deber porque ellos eran cazadores, como aquellos que asesinaron a mi clan aunque no tuvieran nada que ver. Esa parte de mí que creía que alguien debía pagar por lo que sucedió, era como una espina en la parte trasera de mi cabeza susurrándome cada vez que yo sentía alguna especie de cariño hacia Neylianiz. Era frustrante. Estaba dividido en dos, un Shane que buscaba alguna clase de venganza por lo que había sucedido y un Shane que solo quería pertenecer a un lugar, que buscaba una familia que lo quisiera de verdad. Era mucho con lo qué lidiar para alguien de mi edad así que hice lo que cualquiera en mi posición hubiera hecho: evadir todo. Dejé de ir al castillo para comer, me encerraba en mi casita durante todo el día y por las noches salía a cazar. Al principio no pasó nada porque quizá ellos creían que era algo transitorio, pero después de un par de semanas, la reina Deeinna intentó hacerme salir. Se quedó junto al árbol e intentó que le explicara lo que pasaba, pero ambos sabíamos que yo no iba a responder. Me quedé recostado en la cama inmóvil por lo que me pareció una eternidad hasta que escuché que sus pasos se alejaban de mí.

Era terrible, lo sabía. Sabía que estaba siendo injusto con ellos y un malagradecido con los reyes más grandes que existían y que le habían dado asilo a un huérfano como yo, pero no podía eliminar ese sentimiento de traición que me inundaba al pensar que me gustaba estar ahí. No podía gustarme, no podía disfrutar de su compañía, no podía pensar qué pasaría si me quedaba ahí por siempre como parte de su familia. No, yo tenía que despreciarlos, culparlos por lo que había sucedido porque quizá esa era la única razón para que yo siguiera vivo.

Un par de días después, Neylianiz se acercó hacia mi árbol. Lo observé por la ventana y después por la puerta hasta que se sentó frente a la cabaña, con la espalda en el tronco contiguo. No dijo nada, solo se sentó ahí, abrió su libro y comenzó a leer. Bueno, no sabía qué clase de estrategia era esa, pero no le funcionaría porque yo no pensaba hablar para nada. Volví a la cama y me acosté ahí.

Duré diez minutos. Después me recosté en el suelo asomando la cabeza por la puerta, observándolo. No me miró, siguió leyendo como si yo no estuviera ahí. ¿Qué clase de engaño era ese?

—¿Qué haces ahí? —pregunté por fin. Neylianiz apenas me miró.

—Estoy leyendo.

—Ya sé que estás leyendo.

—Entonces tu pregunta resulta innecesaria, ¿no lo crees?

Elevé la vista al cielo buscando algo de paciencia. Neylianiz cambió de página, absorto en lo que fuera que estuviera leyendo. Lo intenté de nuevo.

—¿Por qué estas leyendo aquí? En este lugar.

—Me gusta la tranquilidad —respondió elevando los hombros mientras miraba alrededor. Después de eso volvió a concentrarse en su lectura.

Me pregunté si todos los reyes eran igual de extraños como él.

🥀

Neylianiz volvía casi todos los días para sentarse junto a ese árbol para leer. Lo hacía durante un par de horas, después se levantaba y se iba sin decir nada. Ni siquiera me miraba al contrario de mí que lo observaba todo el tiempo desde que salía por la puerta secreta. Me negué a decir algo pensando que eso es lo que intentaba hacer, pero parecía que ni siquiera le importaba. Llegaba, leía y regresaba al castillo.

OdjurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora