Me mudé a El Paso y viví ahí durante ocho años trabajando en la taberna del viejo Laufenberg, aunque en ese entonces no era tan viejo, pero el apodo se le quedó igual. Siempre decía que se lo agradecía a un tal Luca. Nunca lo conocí, pero se lo agradecía porque el viejo se enojaba y eso me divertía muchísimo. Yo me dedicaba a atender a los clientes, limpiaba mesas, servía las bebidas e intentaba mantener el lugar ordenado aunque era casi imposible. Vivir en El Paso era la mejor forma de conocer a todas las criaturas que existían.
Descubrí que el mejor mecanismo para evadir era usar sarcasmo y humor para desviar los temas serios. La vida resultaba más fácil cuando todo te importaba un bledo. Era joven, de una especie difícil de encontrar, con cierto carisma natural que había adoptado al decidir que la vida no valía nada. Sin mi clan y sin los Kensington, no existía ninguna razón para seguir adelante. A veces ni siquiera entendía la razón del por qué seguía vivo y la única razón por la que no ponía una bala en mi cabeza era porque las palabras de Neylianiz nunca desaparecían, esas que me decían que tenía un propósito, algo que era más grande que yo. Sobrevivir a la muerte del único hombre a quien consideré mi padre de verdad fue quizá lo más difícil que tuve que hacer en toda mi vida. Después de eso, nada más parecía importante.
Así que vivía día tras día, semana tras semana. Le siguieron los meses y después los años. Yo era libre de ser quien era en realidad porque en aquel lugar a nadie le importaba. Tuve muchísimas parejas sexuales, sujetos que solo estaban ahí por una noche y que nunca volvía a ver. Eso hacía que mi vida fuera más sencilla, si no me involucraba con nadie, entonces nadie podría afectarme.
Ese era mi plan, hasta que llegó él. El líder del clan de cazadores, los Cowden. Se llamaba Khaleesi y era uno de los sujetos más atractivos que había visto hasta ese momento. Tenía mi estatura, su cabello era castaño claro, tenía un par de perforaciones en la oreja derecha y simplemente tenía una sonrisa de ensueño. Supe que nos enredaríamos desde el primer momento en que él y sus cazadores entraron a la taberna.
Esa noche me acosté con él y fue la primera de muchas noches que lo hicimos. Khaleesi se aparecía en la taberna con su clan una o dos veces al mes y siempre terminaba en mi cama. No charlábamos demasiado de nuestras vidas y eso me parecía maravilloso porque me resultaba más sencillo dejar a todos afuera, pero en algún punto, el sexo se volvió algo más serio y pronto me descubrí enamorado de él. No era tonto, sabía que no sería correspondido especialmente porque Khaleesi insistía en que nuestros encuentros debían ser secretos. Yo no entendía por qué, pero no era mi asunto.
Al cumplir dieciocho, Khaleesi me ofreció unirme a su clan después de por fin abordar el tema de los Kensington. Acepté porque estaba enamorado de él y porque quizá ese podía ser otro lugar a donde pertenecer.
Así que dejé mi trabajo en la taberna y me uní a los Cowden. No todos me aceptaron de buen modo, porque yo era un Odjur que no podía transformarse con poco entrenamiento como cazador, pero me daba lo mismo, porque estaba cerca de Khaleesi, aunque me apena aceptar que lo único que recibí de él, fueron míseras muestras de cariño e interés que nadie, sin importar su especie, se merecía. Me veía solo cuando él quería hacerlo y el resto del tiempo me ignoraba, hacía planes sobre llevarme a misiones que de pronto cancelaba por llevar a su pequeño grupo cercano dentro del clan: Zagaynov, un sujeto de dos metros, con cabello oscuro, robusto y musculoso con una cara de pocos amigos que probablemente nunca había tenido una novia, Siorella, la más joven del grupo, delgada, con cabello negro y un mechón blanco del lado derecho, tez oscura, ojos verdes y una irritante voz chillona. Después estaba Corshen, el hermano menor de Khaleesi que bien podía ser su gemelo pues solo los diferenciaba la altura y rasgos faciales menores, y Araelle, una chica irlandesa con muchas pecas y cabello naranja que era pequeña y escurridiza. Todos ellos me odiaban y no me importaba. Nada me importaba porque yo era joven y estaba enamorado. Si hubiera podido verlo en retrospectiva, quizá habría notado lo poco que yo le importaba a Khaleesi. Habría puesto atención a sus palabras vacías que nunca fueron de cariño. Nunca me dijo nada lindo, nunca dijo que me quisiera y solo nos veíamos cuando él tenía ganas. Quizá una parte de mí sabía lo que estaba pasando, pero yo estaba tan desesperado por tener un lugar en donde encajar, que no me detuve a pensar en lo que estaba sucediendo.
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Odjur
FantasySecuela del libro "Kensington" Después de una terrible tragedia, un pequeño Odjur sin clan se encuentra con los reyes más grandes que existen: los Kenginston.