Epílogo

43 7 1
                                    

Había un rey sentado en una silla. Tenía un libro entre las manos y se mecía adelante y atrás bajo los rayos del sol que entraban por la ventana y que resaltaban esos tonos verdosos en su cabello negro. Me miró y sonrió y la calidez me inundó por completo. Era un rey, pero era mi padre y mi familia.

—¿Estoy muerto? —pregunté. De pronto estaba a su lado y el rey me miraba hacia abajo, porque yo era un niño de seis años que lo había perdido todo.

—Gracias —respondió—. Por cuidar de mis hijos.

—Estoy muerto —afirmé. Él se rió y sus manos en mis hombros eran pesadas y maravillosas.

—La muerte sería un resultado injusto para ti, Odjur. ¿No lo crees? Cuando has sacrificado tu vida en más de una ocasión por aquellos a quienes amas.

—No me importaría morir por Lysander —expliqué—. Lo amo más que a nada en este mundo.

Neylianiz me abrazó y pude aspirar el aroma de su colonia y si ese era el cielo podría aceptarlo, porque Lysander estaba a salvo y yo estaba en mi hogar. Hubiera dado lo que fuera por verlo una vez más, por sujetar su mano, por escuchar su risa y saborear sus labios, pero si ese era el precio por haber salvado su vida, lo pagaría gustoso porque Lysander era todo lo que yo había deseado.

Neylianiz retrocedió. Se hincó frente a mí y su mirada era igual de cálida a cómo yo la recordaba.

—Te echaba de menos —dije—. Nunca tuve el valor de decírtelo, pero tú eras como mi padre. Me diste un propósito, me armaste de nuevo, me ayudaste a seguir adelante.

Neylianiz me sonrió con ternura y acomodó mi cabello.

Vivirás

me dijo

Vivirás

🥀

Abrí los ojos y era de día. La luz que entraba por la ventana me decía que estaba amaneciendo y que el clima afuera era mucho más frío que el de adentro. Mi garganta estaba seca y mi cuerpo adolorido. Por un instante no tuve ningún recuerdo de lo sucedido hasta que bajé la mirada y encontré a un chico dormido en la orilla de la cama, con la cabeza recargada en sus brazos. Me sujetaba la mano y su piel era suave y cálida. Lo conocía. Lo amaba. Lo había amado y su nombre era...

—Lysander —susurré con voz ronca. Levantó la cabeza de inmediato y me miró.

Sus ojos se llenaron de lágrimas antes de que se lanzara hacia mí para abrazarme. Lloró contra mi cuello y yo no pude hacer más que acariciar su espalda prometiendo que todo estaba bien. El remordimiento me inundó conforme los recuerdos se acomodaban dentro de mi mente.

—Lo siento —murmuré contra su cabello—. Lo siento, no quise hacerte esto de nuevo. Yo solo...

—No puedes hacerlo —me interrumpió con voz temblorosa y se incorporó para sujetarme el rostro. Sus mejillas estaban rojas y empapadas por las lágrimas—. No puedes abandonarme, Shane. No puedo perderte otra vez. No podría resistirlo.

—Lo siento —dije—. Lo siento.

Volvió a abrazarme sin dejar de llorar.

🥀

El funeral de Gaye se llevó a cabo un par de días después. Yo aún necesitaba ayuda para mantenerme de pie debido a toda la energía que la reliquia había absorbido de mí, pero no me lo iba a perder. Nunca lograría comprender lo que él pensaba al entregar su vida por mí y, aunque muchos cazadores me culpaban por lo sucedido y murmuraban que no era mi lugar, Loïc me acomodó a su lado durante toda la ceremonia con Lysander a mi costado sin dejar de sujetarse de mi brazo.

OdjurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora