Ese alfa

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5

Gabriel recordaba cuando había entrado hacía un tiempo a la habitación de Aziraphale, este cargaba con varias cajas de regalos acomodando cada una de ellas para abrirlas. El alfa sonrió saludando a su hermano, preguntando de quien y para quien eran esos presentes, sabía que ahora Aziraphale era amigo de Crowley, pero esperaba la respuesta que recibió.

— ¡Crowley me mandó todo esto! Son prendas y accesorios, me envió también unos libros muy bonitos, y un joyero —enumeró, mirando alrededor—. Creo que es demasiado, debería devolver...

— Oh por Dios, ¿te está cortejando? Me ofendería si me devuelven los regalos, debes conservarlos —rió, jugando con un peluche entre sus manos—. ¿Y te gusta? Te he dado permiso para que vayas allá, espero no sea en vano, ¿te gusta o no?

— Él me gusta, si me gusta, pero sé que el abuelo no va a permitirme casarme con él —suspiró, mirando alrededor—. No sé si Crowley tenga valor de enfrentar al abuelo Metatron.

Gabriel recordaba las palabras de su hermano, y como con tristeza ahora era obligado por su abuelo a conocer a alguien que no deseaba, ni conocía, y sabía, jamás llegaría a querer. Por eso jugó sus cartas en cuanto pudo, previniendo cualquier mala experiencia a su hermanito.

Una vez peinado, vestido y perfumado, finalmente las sirvientas lo dejaron bajar al salón donde su abuelo le esperaba. Hacía unas horas había llegado un alfa allí, tenía cabellos lacios recogidos en una trenza, rubio con destellos rojos, ojos verdes como esmeraldas, era alto y tenía un buen cuerpo. Su mirada era como si nada fuese de su interés, ni siquiera el omega que acababa de entrar.

El hombre sentado como si aquella fuera su casa le miró de arriba a abajo en cuanto Aziraphale cruzó la puerta, parecía interesado, aunque no muy convencido. Metatron vio a su nieto arrimarse a la ventana, parecía esperanzado de que llegara alguien a salvarlo, y eso esperaba, pero ahora no parecía haber suerte para él.

Gabriel se escabulló en el salón sin decir una palabra sentándose en un sillón, fuera de la vista de los otros tres. El mayor en la habitación se acomodó en el asiento, señalando a su nieto.

— Él es Lucier, el alfa que te dije había aceptado venir a conocerte —miró al otro alfa, sonriendo—. Lucier, él es mi nieto Aziraphale.

— Es un gusto conocerte, aunque tu abuelo no me dijo que lucías así...

Aziraphale rodó los ojos, ofendido por las palabras de aquél hombre, ¿lucía como? Se veía muy bien con aquella ropa, además su cabello estaba muy bien peinado y sus rizos se veían lindos. ¿Qué esperaba aquél hombre, una dama con vestidos largos y lazos por todos lados?

Era un omega masculino, obviamente vestiría como a él le pareciera mejor, no había una ley que obligara a los omegas a vestir como mujeres. Había quienes lo hacían por gusto propio, pero Aziraphale prefería usar ropa un poco más cómoda.

— Ojalá pudiera decir lo mismo —contestó Aziraphale de forma cortante.

— Modales Aziraphale, me avergüenzas.

Metatron pellizcó el puente de su nariz como pidiendo paciencia, Azi no se despegaba de la ventana, miraba hacia afuera con la esperanza de que su carta hubiese sido entregada a tiempo. Quizás no aparecería Crowley después de todo, tomaba todo un día en viajar de un pueblo al otro, aunque saliera de inmediato llegaría en la noche. Sabía que Lucier iba a quedarse por otro día más, pero temía que fuese demasiado tarde.

— Si usted quiere podemos arreglar las cosas para el compromiso, Aziraphale es un omega soltero de todos modos, ¿cuando tendrá la oportunidad de conseguir a un alfa como yo?

Una cuarta voz interrumpió el silencio incómodo, los otros tres miraron en su dirección y Gabriel saludó con la mano. Metatron se sorprendió bastante, ¿cuando entró su nieto mayor allí? Ese tipo era realmente sigiloso a pesar de lo grande que era.

— Me niego a que mi hermano se case con este alfa —expresó, lanzando una mirada de desprecio a Lucier.

— Gabriel, ¿desde cuándo estás sentado ahí? —su abuelo se puso de pie, y Gabe se acomodó.

— ¿Yo? Desde que Lucier despreció a mi hermano con la mirada. ¿Sabes qué? Yo mismo escogeré con quién se casará.

— Hermano, ¿qué haces? —susurró Aziraphale volteándose hacia este.

— Lucier de igual modo decidió quedarse hasta mañana... No puedes hacer nada contra eso.

— Y se puede quedar, lejos de mi hermano —se encogió de hombros, sonriendo—. Ya tengo a alguien mejor para él en mente, alguien que sé le cuidará y no va a tratarlo como a un objeto.

— Dudo mucho que alguien pueda cuidar de este omega como yo, por favor, sé de omegas y este nomás necesita una marca, ser educado un poco y listo —le restó importancia, muy confiado.

Las puertas del salón se abrieron de forma estrepitosa, las feromonas del recién llegado se notaban amenazantes, los presentes giraron sus miradas hacia el alfa, sorprendidos. Los ojos de Aziraphale se iluminaron, sin poder evitar su emoción, notándose esto por el ligero aroma a galletas de chocolate que desprendía el mismo.

— Su nombre es Aziraphale, no omega, ¡y no necesita para nada que un alfa de tu calaña lo haga vivir de forma miserable!

La voz agitada y entrecortada de Crowley irrumpió en aquél salón, todos los presentes, a excepción de Gabriel, quedaron impactados por su presencia. ¿Cómo llegó tan rápido? El caballo en la entrada de la casona lo explicaría luego, fuego le había sacado al camino con las herraduras en cuanto leyó la carta de Aziraphale, se le hizo corta la distancia entre ambos pueblos al cruzar por el campo.

— ¡Ven, él es el alfa que mi hermano necesita, no un idiota como Lucier! —exclamó Gabe, dejando la habitación.

Había cumplido con su parte como hermano mayor, cuidando de Aziraphale evitando que le sucediera lo mismo que a sus madres. Las cuales habían sido dadas como objetos para reproducirse, desapareciendo antes de que ellos pudieran siquiera conocerlas. No quería ese destino para el omega, así que informó a la alfa cabecera de la casa Holloway sobre lo que su abuelo planeaba, pidiéndole que enviara a Crowley para detener cualquier situación.

La carta que Aziraphale envió fue recibida también, y antes de que siquiera alguien pudiera preguntar a dónde iba Crowley tomó su caballo cortando camino por el bosque, así llegaría a tiempo. Dejó el caballo en la entrada subiendo hacia donde las sirvientas le indicaron. Él no dejaría que nadie tomara la mano de Aziraphale, para Crowley, el omega era su único amor, no permitiría que se lo arrebataran.

Las reacciones en Metatron y Lucier fueron dignas de ver, Crowley frunció el ceño tras ver a Lucier quien era junto, a su familia, de los más odiados por los Holloway's. Problemas del pasado decía la madre de Crowley. Aziraphale se apresuró a ir junto al pelirrojo, abrazándole sin importar que los demás le vieran.

Sonrió satisfecho, estaba allí, había cumplido su promesa. El omega respiró profundamente, aferrándose al alfa mientras este rodeaba su cintura, Metatron se escandalizó, mas no dijo nada.

Omega y AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora