Impedimento

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Pasaron los meses y durante otros fines de semana la familia de Crowley invitó al omega para que pasara tiempo con ellos. Obviamente el joven iba siempre a escondidas de su abuelo con permisos de su hermano. Los Holloway lo trataban muy bonito, como si ya fuese uno más de ellos.

Tras pasar un largo fin de semana con los Holloway's en la playa, Aziraphale llegó a casa y rápidamente se dirigió a las escaleras para subir a su habitación, siendo detenido por el carraspeo de su abuelo, quien le llamó desde el salón principal. El omega dejó la maleta en las escaleras, cambiando su dirección hacia donde su abuelo se encontraba, sentado en el sofá bebiendo el té de la mañana, le observó de manera fría.

El anciano no era tonto, sabía perfectamente que su nieto había estado recibiendo ciertos presentes de parte de la casa Holloway, en especial del hijo de la señora. Aquella familia si bien estaba mejor posicionada que otras, no era lo que Metatron aspiraba para su nieto, él quería casar a Aziraphale con alguien de más arriba. Esto porque al ser omega dejaría descendencia asegurada, ganando beneficios.

— ¿Donde estabas Aziraphale?

— Yo estaba —en ese momento recordó que su abuelo no estuvo presente cuando su hermano le concedió el permiso de salida—. Bueno, usted sabe, fui a visitar a unos amigos.

— Tú no tienes amigos, ¿y qué es ese olor? Hueles como si vinieras de un prostíbulo y te hubiesen profanado diez alfas, ¿donde carajos estabas metido? Más te vale seguir siendo casto eh.

Ante tal horrible comentario, Aziraphale agradeció que nadie más lo hubiese escuchado, sintiendo el desprecio de aquél señor. Si no fuese porque era un buen muchacho, Aziraphale desde hacía mucho tiempo hubiera empujado a Metatron por las escaleras.

— No vengo de ningún prostíbulo, estaba de visita en casa de los Holloway's, tú los conoces, todos son alfas y betas en esa familia —bajó la mirada, apretando su brazo—. Ni siquiera mi celo se ha vuelto a presentar, es imposible que alguien pueda atacarme.

Intentó sentarse pero su abuelo se puso de pie agarrándole del cabello, el hombre tenía cero tolerancia hacia los omegas, con razón nunca se casó con uno, ni dejó a su único hijo contraer matrimonio. Aziraphale soltó un bajo quejido al sentir el dolor en su cuero cabelludo, sabía que ante el más mínimo llanto haría a su abuelo enfurecer, ya había pasado antes. Metatron le arrastró hasta un espejo empujándolo contra este sin llegar a golpearle, mostrándole su imagen, Aziraphale levantó la mirada asustado.

— Mírate Aziraphale, eres un omega, no uno cualquiera, eres de la familia Archangel —le empujó a un lado soltándolo—. Debes entender tu lugar, no creas que porque ya tienes la mayoría de edad harás lo que quieras.

— Abuelo pero yo sólo estaba haciendo amigos... ¿A caso no puedo, por ser omega no debo hacer amistades? —se quejó, sobando su cabeza—. Tengo todo el derecho.

— Vives bajo mi techo, con mis reglas, no me hagas repetirlo —se alejó, mirando por encima de su hombro al joven—. Estuve fuera buscando un alfa de buena posición para que te cases, vendrá esta tarde así que más te vale estar presentable.

— Si abuelo.

Susurró cabizbajo con los ojos cristalizados, quería quejarse, decirle que no, que aquello no sucedería, que él había escogido ya a su alfa. Pero sabía que Metatron no lo escucharía, el señor sonó una campanita llamando a las sirvientas. Dos mujeres de edad media se presentaron en el salón, Metatron les señaló a su nieto e hizo un ademán.

— Hagan el favor y bañen bien a Aziraphale, usen los jabones nuevos, agua caliente o hierbas de olor, no lo sé, algo que cubra ese olor a prostituto que tiene.

— Enseguida señor —una de las mujeres posó suavemente sus manos en la espalda del rizado, hablando con delicadeza—. Vamos joven Archangel, vamos a darle un baño.

Aziraphale se desnudó metiéndose a la tina, las sirvientas vertían el agua sobre él frotando esponjas por su cuerpo con suavidad, para no dañar su piel, lavaron su cabello y poco a poco el olor de las feromonas alfas fueron desapareciendo. Nunca se había sentido tan indignado como cuando aquél vejestorio se volvía un tirano en su contra. Las sirvientas le intentaron consolar con palabras dulces.

— No se preocupe joven Archangel, sabemos que su abuelo es un cretino, pero no llore, siempre hay una solución —secó su cuerpo, sonriendo.

Lo dejaron limpio en su habitación, y entonces el pobre muchacho se quedó sobre su cama llorando de forma amarga, pensando en lo horrible que sería si en verdad su abuelo lo casaba con un extraño, uno al que no le importaba y que seguramente lo usaría como máquina reproductiva.

No queriendo ese destino, y dispuesto a hacer cualquier cosa para evitarlo, se levantó de la cama colocándose un albornoz y corrió a su escritorio. A penas escribió unas líneas, quizás un párrafo, era una carta dirigida a Crowley, se vistió lo más rápido que pudo y envió a su fiel mensajero a la casa Holloway ese mismo día. Definitivamente, no iba a casarse con la persona que su abuelo escogiera, eso jamás.

Gabriel salió de casa de los Holloway's, sabía de los planes de su abuelo así que no le era difícil interrumpir estos. No permitiría que su hermano contrajera matrimonio con un insípido alfa, había estudiado con Lucier, tenían más o menos la misma edad, pero sabía de las mañanas de ese alfa. Era un tipo que usaba a los omegas como papel de baño, y Gabe no permitiría que usaran así a su hermano.

Beelzebub extendió su mano agarrando un bolígrafo mientras escribía las últimas firmas, colocó los papeles en orden y se quedó esperando a que Gabriel apareciera. Miró el reloj con impaciencia y pronto tuvo al antes mencionado parado en frente suyo con las manos en el buró.

— ¿Tienes lo que me prometiste?

— Sabes que va a costarte, ¿verdad? —aflojó el primer botón de su camisa—. ¿Un trago?

— Sabes que no me gusta beber cuando estoy contigo —dio la vuelta empujando al más bajo hacia atrás en el asiento—. ¿Arriba o abajo?

— Abajo, pero tú de mi, conmigo dentro —contestó, agarrando su chaqueta para besar sus labios, mientras se iban desvistiendo.

Era un trato simple, desde hacía un tiempo se estaban viendo para algo más que trabajitos, y ahora dejaría que Beelz hiciera cualquier cosa con él por tal de ayudar a su hermano. Conseguir las firmas de un príncipe no era algo que se hiciera todos los días, pero Gabriel podría. Más que un castigo, el más alto disfrutaba de como se enterraba en su interior, asfixiado entre sus feromonas, sintiendo la mirada dominante de Beelzebub, era feliz así.

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🦔
¡Buenas Melopancitos! ¿Cómo están?
Había olvidado dejar un apartado para saludarlos.
Aquí pueden detenerse a descansar, decirme como la están pasando el día de hoy, y dejar su humilde opinión.

¡Cuídense mucho Melopancitos!

Omega y AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora