Capítulo 13

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Abrió los ojos cuando sintió el sonido de una puerta cerrándose. De inmediato, se incorporó dispuesto a ir tras ella en caso de que se le hubiera ocurrido la loca idea de salir mientras aún estaba oscuro fuera. Sin embargo, al acercarse a esta, se dio cuenta de que estaba cerrada. Posiblemente solo se había levantado para ir al baño antes de regresar a la cama y él, alerta como estaba, saltó ante el primer ruido.

Dejó escapar un suspiro de cansancio antes de pasarse las manos por la cara. Ahora ya no podría volver a dormirse. De todos modos, el dolor en la espalda y el entumecimiento en el cuello tampoco se lo permitirían. Moviendo sus hombros en círculos, trató de aliviar las nuevas contracturas que le habían salido esa noche. ¡Mierda! El maldito sillón era demasiado pequeño para él, por lo que, con su casi metro noventa, tuvo que encorvarse para caber en él y ahora estaba pagando las consecuencias.

Dispuesto a aprovechar el tiempo y las primeras luces del día, decidió salir a recorrer los alrededores. Quería tener una idea precisa del área y los puntos vulnerables para poder reforzar la seguridad. De paso, calcularía la cantidad de cámaras que debía comprar, así como los detectores de movimiento infrarrojo que le permitirían saber si alguien incursionaba en la propiedad o remotamente cerca de esta. Tenía claro que no podía controlarlo todo, pero procuraría limitar lo más posible el margen de error.

Tras lavarse la cara y los dientes, se vistió con ropa deportiva y salió a recorrer la zona. Necesitaba conocerla con exactitud para poder planear rutas de escape en caso de que, incluso pese a sus precauciones, lograran acercarse demasiado. En cuanto estuviera seguro de que tenía todo cubierto, volvería a la casa y se prepararía para poner en marcha su plan de defensa. No creía que ella despertara hasta dentro de un par de horas, por lo que tenía tiempo. O eso esperaba.

Martina se encontraba despierta cuando oyó que Alejandro se levantaba. Apenas había dormido esa noche y se sentía muy cansada. Sin embargo, le era imposible relajarse lo suficiente como para volver a conciliar el sueño. Saber que él estaba allí, a metros de ella, la tenía inquieta. No porque no le gustara su compañía, sino más bien porque le gustaba demasiado. Para colmo, después de haberle dado vueltas a la última conversación que tuvieron antes de acostarse —si se la podía considerar de esa manera, ya que solo uno de ellos había hablado— llegó a la única conclusión posible: él también se sentía atraído.

¡Dios, ¿qué iba a hacer ahora con esa información?! Se estremecía de solo recordar el modo en el que le había rozado la mejilla con suavidad mientras le apartaba el cabello de la cara. Sin mencionar que estuvo a punto de gemir cuando le susurró con sensualidad lo mucho que le gustaba su cabello. ¡¿Cómo se las ingeniaría para resistirse a él si cada vez que lo tenía cerca temblaba de deseo?! Durante años había logrado reprimir esa reacción de su cuerpo, condenando cada emoción que experimentaba ajena a su amistad. Pero estaba claro que ya no podía seguir haciéndolo.

Sin embargo, sabía que tenía que encontrar el modo antes de que fuera demasiado tarde. No debía engañarse a sí misma. Cualquier sentimiento que pudiera albergar hacia ella desaparecería en el preciso instante en el que descubriera lo que había hecho durante la última misión, el modo en el que había permitido que otro hombre utilizara su cuerpo como si se tratara de una simple mercadería. Al fin y al cabo, se había degradado a sí misma. ¿Qué otra cosa podría sentir hacia ella sino asco y rechazo?

Conteniendo las ganas de llorar, decidió levantarse. Necesitaba librarse de la horrible sensación que la invadía cada vez que el recuerdo afloraba y nada mejor para eso que mantener la mente ocupada. Luego de pasar por el baño, prepararía café. Tenía que estar al cien por ciento para encarar la maldita conversación que tenían pendiente, porque sabía que él no esperaría mucho más para obtener respuestas. Lo conocía lo suficiente para saber que había llegado a su límite. Y en parte lo entendía. Bastante paciencia había tenido ya.

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