Capítulo 28

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No lo soportaba más. Necesitaba volver al trabajo o se volvería loca. Habían pasado tres semanas desde su regreso a Buenos Aires, y como siguiera encerrada en su departamento pronto comenzaría a caminar por las paredes. Bueno, tal vez estaba siendo dramática. No era como si nunca fueran a ningún lado. Solían salir a correr alrededor del parque cuando Alejandro volvía temprano y en un par de ocasiones incluso cenaron afuera. Sin embargo, no le alcanzaba.

Ansiaba volver a sentir la adrenalina que se disparaba en su cuerpo o la tensión que la invadía cuando se encontraba con un caso difícil. Pero más que nada, extrañaba a su equipo: las bromas, la lealtad y aquel compañerismo que no encontraba en ningún otro lugar.

Estaba lista para regresar a la comisaría y hacer el trabajo para el que había sido entrenada toda su vida. Recuperar las riendas y dejar atrás los traumáticos recuerdos de su última misión, así como lo sucedido en Tandil. Y para ello, precisaba rodearse de nuevo de las personas en quienes más confiaba. Por eso, luego de que su compañero se marchara temprano por la mañana, se puso en contacto con su jefe para pedirle reunirse con él. Sabía que no sería fácil convencerlo, pero estaba dispuesta a intentarlo. Después de todo, no tenía nada que perder.

Por fortuna, el comisario accedió a recibirla a última hora. Al parecer, debido a que los otros dos miembros de su equipo acababan de regresar de Santa Fe tras el cierre del caso para el que estuvieron colaborando durante semanas, se había duplicado el papeleo y estaba muy ocupado. Incluso Alejandro y Esteban habían ayudado con algunas tareas, por lo que sabía que no era el mejor momento para pedir una reunión con él. Aun así, no iba a seguir esperando. Había tomado la decisión de regresar cuanto antes y haría lo que fuera para conseguirlo.

Determinada a mantener su mente ocupada, pasó el resto de la mañana poniéndose al día con las tareas del hogar. Dobló y guardó la ropa recién lavada, limpió a fondo el departamento que casi no había pisado desde que volvieron y luego se permitió una larga y relajante ducha. Al mediodía, comió algo rápido y aprovechó para hacer una lista del supermercado, ya que la alacena estaba casi vacía. Detestaba cocinar, por lo que era Alejandro quien se encargaba de hacerlo cuando la invitaba a su casa. Y por supuesto, después de la cena se quedaba a pasar la noche con él.

De pronto, su celular comenzó a sonar. Se apresuró a atender en cuanto vio que se trataba de una videollamada de Cecilia. Ese día tenía turno con el obstetra y seguro que la llamaba para contarle cómo había ido.

—¡Hola! ¿Cómo anda mi hermana favorita? —la saludó con una enorme sonrisa en el rostro y los ojos rebosantes de emoción.

No pudo evitar sonreír también al oírla. Iba en el auto junto a Manuel, así que debían haber salido recién de la consulta.

—Eso me haría sentir especial si no fuera que soy la única que tenés —replicó, negando con la cabeza—. ¿Cómo te fue con el médico?

—Excelente. Nos hizo escuchar el latido del bebé.

—¿En serio?

—Sí, parecía un tambor, fue hermoso. Manu lloró y todo.

La pantalla se desvió hacia el costado para apuntar a su cuñado quién, tras el volante, se giró hacia el teléfono y le guiñó un ojo.

—No me avergüenzo para nada —declaró, orgulloso—. No todos los días uno escucha el corazón de su hijo.

—Ay, mi amor, sos tan dulce...

La imagen se sacudió un poco antes de detenerse en el techo del vehículo mientras el inconfundible sonido de un beso atravesaba la línea. Un segundo después, apareció de nuevo el rostro de su hermana.

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⏰ Última actualización: Oct 05 ⏰

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