Capítulo 24

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ADVERTENCIA

El capítulo es bastante fuerte y puede herir la sensibilidad. Espero no ofender a nadie. Solo que es necesario para la continuidad de la trama.

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Martina despertó con un dolor punzante en la cabeza. Yacía en posición fetal sobre una superficie dura y fría. El suelo, bajo su cuerpo, vibraba a la vez que un continuo vaivén la sacudía hacia los lados acrecentando su mareo. Abrió los ojos despacio y parpadeó varias veces para intentar enfocar la vista, pero todo a su alrededor estaba en penumbras y no consiguió ver nada. Una capa de sudor cubría su frente y cuello, lo que hacía que su cabello se le pegara a la piel. El aire se sentía caliente, pesado y sofocante, matizado con un penetrante e inconfundible olor a combustible. ¡Mierda, estaba dentro del baúl de un auto!

Poco a poco, imágenes de esa noche se deslizaron por su brumosa mente: el cumpleaños de su sobrina, el apasionado beso que le dio Alejandro cuando intentaba animarlo; su hermana y ella riendo mientras decoraban la torta, la fastidiosa presencia de Candela, el rostro furioso del amigo de Enzo... El pánico la invadió de repente al recordar lo que había pasado. Su acechador no solo la había atrapado con la guardia baja, sino que la secuestró sin que ella pudiera hacer nada por impedírselo.

Su corazón se lanzó al galope nada más evocar los momentos previos. A pesar de saber que no debía hacerlo, había salido del salón con la intención de buscar en el auto el adorno que Cecilia necesitaba. Sus compañeros habían desaparecido, su cuñado estaba ocupado con su hija y no pensaba pedírselo a la joven policía, por lo que, determinada a ignorarla a cualquier precio, se escabulló mientras ella estaba distraída con su teléfono y se fue por su cuenta. Era perfectamente capaz de cuidar de sí misma. Después de todo, había sido entrenada para eso.

Sin embargo, Candela se dio cuenta de su ausencia y se apresuró a seguirla con el fin de persuadirla para que volviera a entrar. Si bien en un principio había actuado como si estuviese preocupada, pronto se quitó la máscara y le mostró su verdadera cara. Con toda la intención de amedrentarla, le recordó la noche en la que los había encontrado juntos en aquel bar, removiendo en el acto sus celos y viejas inseguridades. Para su desgracia, su táctica funcionó e, incapaz de quedarse callada, se giró para enfrentarla y centró toda su atención en ella. Grave error. Él estaba al acecho, a la espera del momento justo para atacar.

Lo peor era que ni siquiera fue un verdadero adversario. En otras circunstancias, en especial si hubiera estado acompañada de un miembro de su equipo, lo habría reducido en un abrir y cerrar de ojos. El tipo no tenía técnica y, aunque su mirada le transmitía una oscuridad que lograba estremecerla, le faltaba entrenamiento y experiencia, eso estaba claro. No era ni de lejos el experto asesino que creyó que sería. Con el apoyo adecuado, se habría deshecho de él en pocos segundos. Pero ellos no se encontraban allí y la chica, con su reacción, le confirmó lo que ya había intuido antes: no era confiable.

Debiendo resguardar no solo su vida, sino también la de una joven insensata e inexperta, se vio obligada a dejarse apresar por su captor. No podía arriesgarse a que el tipo les hiciera daño, por lo que le haría creer que se estaba rindiendo cuando en realidad lo observaba con atención para poder atacarlo a la primera equivocación o señal de debilidad por su parte. Ni siquiera lo vería venir y eso le daría la ventaja necesaria para vencerlo. Jamás imaginó que Candela, presa del miedo, actuara de forma tan temeraria y poco profesional, huyendo y abandonando a una compañera a su suerte.

La sorpresa paralizó a Martina por un momento y la obligó a improvisar sobre la marcha. Estaba en clara desventaja, ya que él la había desarmado antes. Aun así, lo intentó. Se giró para enfrentarlo, dispuesta a tirársele encima, pero él era bueno para anticiparse y reaccionó con rapidez. Antes de que siquiera alcanzara a dar un paso en su dirección, volvió a erguirse, apuntó hacia la oficial y le disparó por la espalda, causando que cayera debido al impacto. A continuación, con la misma determinación, se apresuró a golpearla a ella con la culata de su pistola, dejándola inconsciente al instante.

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