Capítulo 9

199 45 85
                                    

Había tomado una decisión y esta vez nada lo haría retroceder. Estaba harto de sostener una mentira, de reprimir sus sentimientos y renunciar a lo que más deseaba en la vida solo por el temor a equivocarse. Porque sí, estaba aterrado de perderla si le confesaba lo que en verdad sentía, pero más miedo le daba no llegar nunca a experimentar la plenitud con la única mujer que amaba. Y sí, por supuesto que valoraba mucho su amistad, eso jamás lo puso en duda, pero en el fondo anhelaba más. Mucho más.

Durante años había vivido en un perpetuo autoengaño, fingiendo que no se desarmaba cada vez que ella simplemente sonreía o que no sufría cuando tenía que verla con alguien más. Y aferrado a un vínculo, que por muy sincero que fuera, siempre sería insuficiente, se obligó a sí mismo a conformarse sin traspasar los límites establecidos, a no cruzar esa línea de fuego que podría conducirlo a la más absoluta felicidad o bien, a la peor de las condenas. Porque si fallaba, su corazón, que siempre le había pertenecido a ella, se rompería en mil pedazos.

Pero entonces, Martina le envió un audio que sacudió por completo el tablero y le dio el incentivo que necesitaba para ponerse en movimiento de una vez por todas. Hasta ese momento no había creído que pudiera sentir lo mismo que él. Nunca se había permitido tener esperanza. Hacerlo podría llevarlo a cometer el peor error, cuyo precio era demasiado alto si no era correspondido. Por eso, guardó silencio y sepultó el inmenso amor que llevaba dentro. Prefería una y mil veces tenerla en su vida de esa manera a que saliera de ella para siempre.

Sin embargo, poco a poco se dio cuenta de que, cuanto más callaba y espacio le daba, más se alejaba ella, provocando que al final terminara pasando lo que tanto temía. Luego de aquella misión en la que, estaba seguro, se había visto obligada a ir en contra de sus convicciones para sobrevivir, en lugar de buscar su apoyo y contención, levantó un muro entre ambos, grueso y gigante, imposible de saltar, y se distanció afectiva y físicamente de él, mandando a la mierda la confianza y el cariño que siempre habían sido los pilares de su relación.

Tal vez por todo esto, después de oír aquel inesperado e incierto mensaje por parte de ella, decidió que había llegado el momento de poner las cartas sobre la mesa. Ni siquiera le importaba las posibles consecuencias porque dudaba de que hubiera algo peor que la nada misma en la que se encontraba sumergido justo en ese instante. Era como si estuviera en el fondo de un agujero negro del que no veía salida, y si bien nunca habían sido pareja, tampoco parecía que fuesen amigos. Ya no. Y eso hacía que su alma llorara por dentro.

No podía seguir de esa manera, negándose a sí mismo, muriendo un poquito cada día. Necesitaba liberarse de su propia opresión y confesarle por fin lo que en verdad sentía. De hecho, estuvo a punto de hacerlo la noche anterior, de llamarla justo después de haber escuchado el bendito audio. Sin embargo, no pudo. La sorpresa lo había descolocado tanto que pasaron varios minutos hasta que fue capaz de moverse de nuevo.

Había reconocido sus celos al instante, eran los mismos de la otra vez en el bar donde lo encontró con Candela. Y también, percibió la frustración que desprendía con cada una de las palabras pronunciadas. Pero mucho más importante, había adivinado la intención con la que le contó sobre el tipo con el que había bailado. De forma consciente o no, estaba buscando ponerlo celoso, hacerle ver que ella también tenía opciones y que ninguna lo incluía a él. Intentaba provocarlo, hacerlo reaccionar. Y lo peor de todo era que había funcionado.

Para cuando finalmente salió de su estupor, se sentía tan inquieto y furioso que su intención de devolverle la llamada se evaporó en un instante. No sería una conversación agradable y nada bueno resultaría de eso. ¡Dios, ¿cómo era posible que nada más imaginarla en los brazos de otro hombre lo sacara tanto de su eje?! Y saber que, encima, había estado borracha, hacía que su ira escalara de forma alarmante y se llenase de impotencia. No, no iba a llamarla. Haría algo mucho mejor que eso. Iría a buscarla.

Línea de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora