Capítulo 22

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Se tensó de solo verla ahí parada conversando con Manuel. ¡¿Qué estaba haciendo ella ahí y de qué estarían hablando que los tenía a los dos tan inmersos?! Entendía la preocupación de Alejandro, así como los motivos que lo habían llevado a aceptar que la chica se quedara en Tandil a pesar de no pertenecer a su equipo, pero habría preferido no tener que cruzársela en todo momento. Había algo en ella que no terminaba de cerrarle y no tenía tanto que ver con que codiciara lo que era suyo —lo que por cierto no le hacía ninguna gracia de todos modos—, sino con la confianza. O la falta de esta, para ser exactos.

Según lo que el comisario había dicho, sus compañeros estaban colaborando con otra comisaría en un caso muy complicado y no podía prescindir de ellos, en especial, cuando no se trataba de una misión en curso ni autorizada por sus superiores. Por consiguiente, debió improvisar y Vega fue su mejor opción. Si bien nunca había trabajado con ellos, su notable interés por especializarse la convertía en la más idónea para la tarea. Sí, claro, porque el que su tío fuera un ex comisario general no tenía nada que ver con eso.

Resopló molesta y miró a su alrededor en busca de Alejandro. Hablaría de nuevo con él al respecto. No la necesitaban allí. Si en verdad Ariel Deglise había enviado a alguien para matarla —lo cual cada día que pasaba la convencía más de lo poco probable que era eso—, Candela era la última persona que querría tener a su lado. No confiaba en ella y nunca lo haría. Frunció el ceño al no verlo por ningún lado. ¡Qué raro! Él nunca se iba por tanto tiempo, mucho menos sin decirle dónde estaría.

Intrigada, se dirigió al pasillo que conducía a los baños, donde recordaba haberlo visto más temprano, pero no lo encontró. Regresó al salón para escanear el recinto otra vez. Nada. Él no estaba allí. Miró su reloj. Hacía más de media hora desde que habían conversado antes de que ella se alejara para jugar con los niños y, ahora que lo pensaba, no habían vuelto a hablar desde entonces. De inmediato, se acercó a la ventana y miró hacia la cafetería ubicada justo enfrente, desde donde sabía que Esteban estaría vigilando. ¿Habría ido a hablar con él? Sin embargo, no logró dar con ninguno y la preocupación comenzó a invadirla.

Determinada a resolver el misterio, sacó su teléfono con la intención de enviarle un mensaje, pero antes de llegar a buscar su contacto, advirtió que Cecilia le hacía señas desde la puerta de la cocina para que se acercara. Convenciéndose de que se estaba preocupando por nada, volvió a guardar el móvil en su bolsillo y avanzó hacia ella. Nada más entrar, se encontró con una enorme torta celeste de dos pisos. Al parecer, la película preferida de su sobrina era Frozen y su hermana no tuvo mejor idea que recrear no solo el castillo de hielo, sino también a todos sus protagonistas en ella.

—Por Dios, Ceci, ¿es en serio? —le recriminó al ver todos los adornos y decoraciones desperdigados sobre la mesa.

—Exageré un poco, ¿no?

—¿Solo un poco? —replicó divertida.

—Lo sé, lo sé —aceptó con expresión culposa—. Es que quería que Delfi se sintiera especial para nosotros. Porque lo es. Los dos lo son —aclaró—. Y ningún embarazo por muy deseado que sea va a cambiar eso.

Martina sonrió con ternura y apoyó una mano en su hombro.

—Por supuesto que no, linda. Es una hermosa torta y estoy segura de que va a amarla cuando la vea.

Cecilia suspiró.

—Eso si termino de decorarla antes de que el cumpleaños acabe —señaló mientras le mostraba la imagen en su teléfono del diseño en el que se había inspirado.

Martina abrió grande los ojos al comprender el arduo trabajo que tenían por delante. De un lado, había varios árboles y bloques de hielo apilados junto a un gracioso muñeco de nieve con nariz de zanahoria. Del otro, un sonriente reno, un fuerte y atractivo montañista con cara de bonachón y varias criaturas de piedra por detrás. Y en la parte superior y principal, un impresionante castillo transparente y dos hermosas princesas. Por supuesto, allí también estaba la vela con el número siete y dos bengalas. Era una preciosa torta y no podía esperar a ver la cara que pondría su sobrina cuando la descubriera.

Línea de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora