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Helena marchó por el campamento enfadada, su cara era de ira total, el terror y el miedo habían desparecido por completo dejando únicamente rencor en su ser al esta encontrarse a salvo entre los muros del bastión. Sus botas de cuero avanzaban con algo de torpeza sobre el lodo del suelo mojado por la nieve descongelada debido al continuo paso de personal y material.

Una mano amiga se puso sobre el hombro de la Albina que obligó a esta a frenar instantáneamente. El gran tamaño de la mano solo podía ser de una persona, y aquel delicado agarre que mostraba con solo el tacto la potencia suficiente para Destrozar madera con pura fuerza de agarre y tejer los más hermosos vestidos a la vez gracias a su precision y delicadeza. Al esta girar su cabeza pudo ver aquel hombre colosal, una montaña de viejos músculos cargados de gloria en una armadura plateada. Cabello largo blanco por el tiempo y amigable rostro barbudo. Más de dos metros veinte de monstruo físico.

 Más de dos metros veinte de monstruo físico

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He: Oh, General Viriato el Lusitano...

La ronca y grave voz del hombre se posó sobre la conversación para interrumpir a la doncella.

Vi: Me han dicho tus pocos hombres que lo has encontrado.

Cargada de miedo ante la posible reacción del General, decidió tomar responsabilidades de sus actos y decisiones para agachar la cabeza y asumir el error.

He: Lo lamento señor, nos ha masacrado y luego ha huido.

La sorpresa de la infanta fue temprana al oír la risa a todo pulmón de aquel hombre. La Mano del General se posó sobre la cabeza de esta para revolver sutilmente su cabello en un tono paternal resultabdole tierno aquel acto realizado por Helena. Entre lágrimas causadas por la propia risa que le provocó aquel hecho decidió contestar al relajarse un poco a su respuesta.

Vi: ¿A caso no conoces al Lobo Blanco? ¡Obviamente os ha masacrado jovencita! Lo raro es que vosotros no estéis muertos.

La palidez de la infanta se hizo cada vez mayor. Únicamente por recordar lo sucedido en el interior de la taberna provocó el temblor en sus piernas y que sus ojos se volvieran rojos mientras lágrimas brotaban de los mismos. Estar tan cerca de la muerte y tan lejos de saberlo fue un nuevo renacer para ella por completo. En comparación a la seguridad de su castillo real, esto era completamente diferente.

Vi: Cuéntame,  ¿por que tan nerviosa?

La vista de la infanta se giró hacia los ojos de aquel colosal hombre, incorporandose para poder hablar a su superior militar de forma adecuada.

He: Yo... R-reté a un duelo a muerte al Lobo.

Los ojos del General se abrieron como platos, tras este hecho, unos segundos pasaron en silencio para ofrecernos una sonrisa pícara cargada de gran emoción por parte del mismo.

Vi: ¿Por donde dijiste que se fue ese zagal?

Mientras tanto, en el bosque helado, a la orilla del río, un hombre de capa negra repleta de plumas de cuervo permanecía sentado observando el agua fluir debido a la potencia del torrente que impedía la congelación del río acompañado de un guepardo de las nieves que se encontraba sentado junto al mismo movimiento su peluda cola de lado a lado con felicidad.

Ni: Tomo, te toca.

To: Con la R de río.... Ruiseñor.

Ni: ¿Otra vez con la R? Pues... joder se nos acaban las cosas.

To: ¿Te rindes? ¿Te rindes?

Ni: No joder, espera... Rugido.

To: Orilla.

Ni: Agua.

To: Almuerzo.

Ni: Oso.

To: Osezno.

Ni: Oye eso no vale, Oso y Osezno es lo mismo

To: ¿Donde pone eso escrito que yo lo vea?

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