19

1 0 0
                                    

Curioso, comenzaria a leer para si mismo la nota de su madre por encima, esta se podría resumir en un texto excesivamente longevo y detallado de todo lo ocurrido a ella, sus amigas, su círculo cercano, lejano y gente del pueblo a modo de resumen no muy corto. Rápidamente este ignorarla la hoja por completo dejándola de nuevo sobre la mesa. Cercano a la puerta se encontraba un pequeño armario donde al abrir este un cajón pudo encontrar un gran numero se llaves y Nikola agarró sin demorarse mucho en su busqueda unas con un llavero de un zorro para salir por la puerta principal cerrando bien con llave y observar el cielo nublado tranquilamente con los brazos cruzados.

Ni: Debería de vestirme y tal vez comer algo, aunque no tengo hambre por las mañanas...

Tras quedarse en blanco por completo observando las nubes moverse este volvió a abrir la puerta con llave para entrar en la casa. Mientras tanto, junto al acantilado había un sauce llorón enorme que daba una gran sombra, más aún de la que las propias nubes ya daban al pueblo. En una de sus ramas Saria se encontraba tranquilamente haciendo dominadas, este parecía estar excesivamente sudado y sin camisa, al parecer llevaba ya varias horas despierto haciendo ejercicio allí arriba el solo. Al oír una suave voz de una joven este sonrió con fuerza bajando de un salto del árbol.

Esta precia ser una chica bajita, pálida de cabello liso castaño y unos hermosos ojos color miel, entre sus manos está parecía portar una cesta, en su rostro una tierna sonrisa de oreja a oreja.

Sa: Hola Mon. ¿Como te va?

La chica sonriente enseñó la cesta al chico, aunque tapada parecía estar muy orgullosa de ella y emocionada por estar allí junto a Saria.

Mo: Mira amor, me he levantado hoy temprano para hacerte arroz y un pastel de carne de pollo.

Al recibir la noticia de su pareja, el chico parecía haber recobrado toda la energía perdida en el entrenamiento de la mañana dibujandose una gran sonrisa en su rostro. Mon sacaría con cuidado un mandala de la cesta que dejaría reposando sobre el suelo. Entre ambos von cuidado lo abrieron para poder dejarlo en el suelo y poder comenzar a comer. A lo lejos en el pueblo Saria sonrió al ver una luz, este sabía a la perfección que esta era la del taller del padre de Rutula.

Allí, Rutula se encontraba con su padre, parecían estar haciendo un cerdo que estaba dando vueltas, aun estaba a medio hacer y en sus manos había jarras de cerveza bien fría. El padre se giró para ver a su hijo sentado observando el cerdo tranquilamente.

Pa: Rutu, estuvimos cebando este cerdo meses solo para comerlo a tu llegada... ¡Nos va a quedar genial!

Rutula, con un gran tranquilidad al estar con su padre y familia en su hogar de nuevo solo pudo sonrir de vuelta a modo de respuesta.

Pa: Dime hijo, ¿sabes que es lo primero que hay que hacer para poder cocinar algo adecuadamente?

El chico se fijó en lo marcado del acento similar al eslavo que tenía su padre en comparación a el al haberse criado allí.

Ru: ¿El que?

Tranquilo, el herrero se acercó a un barril y accionó un grifo para dejar salir un buen chorro de cerveza en su jarra.

Pa: ¡La cerveza! Hay que tener feliz al cocinero, ¿sabes?

Este acercó la jarra a la de su hijo que no dudo ni un instante en chocar ambas jarras para poder brindar.

Pa: ¡Por mi hijo!

Ru: ¡Por mi padre!

LEIDENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora