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Me quedé dormido y, al día siguiente, me desperté sintiéndome mal. Tenía fiebre. El cambio de clima podría haber sido la causa. Mi mamá me miró con preocupación y preguntó: "¿Cómo te sientes?" La vi borroso y, de repente, todo se volvió oscuro.

Desperté en una habitación de hospital. Era todo blanco, había un televisor y una linda ventana. Mi mamá estaba en la ventana hablando por su celular. Cuando me vio, colgó y se acercó. "Hola, ¿cómo te sientes?" dijo.

"Me siento mareado, pero bien", respondí.

"Tuviste una convulsión; la fiebre fue un síntoma, pero todo estará bien", me explicó mamá. Los médicos vinieron a revisarme y me dijeron que podía irme a casa, que tenía chequeos y medicamentos que seguir, todo con un tono de broma.

Mi tía nos recogió y, al llegar a casa, me fui a dormir. Más tarde, desperté con un delicioso olor a pastel hawaiano.

"¿Cómo te sientes?" preguntó mi tía. "Te hemos preparado una rica tarta hawaiana, ven a comer."

Justo cuando íbamos a comer, alguien tocó la puerta. Entraron muchas personas desconocidas: familias con mucha comida y vestimenta hawaiana, a pesar de que estábamos a 0 grados. Era una sorpresa organizada por los amigos de mi tía. "Dios mío, les dije a todos que sabía lo que estaba mal y sorpresa", dijo mi tía emocionada.

Tocaron música hawaiana, y todos empezamos a bailar y reír. Ese momento fue tan hermoso. La Sra. Williams se acercó y me dijo: "Oh, amazing boy, hope he's better". Adam me lo tradujo: "Oh, chico increíble, espero que esté mejor", sonriendo. Después de un rato, todos se fueron y nosotros nos fuimos a dormir.

No podía volver a jugar hockey por mis convulsiones y empecé a tomar medicamentos. Luego llegó Nochebuena, y fue un poco deprimente ver la nieve y no poder salir a decorar palmeras o escuchar música navideña. Algunos amigos de mi tía llegaron, junto con Adam y su familia. Oramos y cenamos en un silencio fugaz. Yo me senté en la escalera mientras los mayores abrían vino, y Adam se acercó.

"¿Cómo es la Navidad en Hawái?" preguntó.

"Las familias decoran las palmeras con luces brillantes y adornos colgantes. Se cantan villancicos al son de ukeleles y guitarras suaves, mientras los bailarines interpretan", respondí emocionado.

"Suena increíble. Mis padres y yo vamos todos los años a Canadá a visitar a una tía, pero este año nos quedaremos aquí", dijo.

"Salgamos y juguemos en la nieve", propuso Adam. Encontramos una colina y empezamos a girar. Cuando Adam saltó y lo miré, noté su linda nariz, su cabello rubio natural y sus hermosos ojos azules brillantes. En un momento de diversión, Adam me empujó y caímos, riendo juntos.

"Y si vamos a Hawái", sugirió Adam.

"Estás loco", le respondí entre risas.

Mamá nos llamó para decirnos que hacía mucho frío. Entramos, y Adam se fue a su casa. Me fui a dormir esa noche pidiéndole a Santa que me llevara a Hawái y que mi papá estuviera bien.

Cuando desperté, había muchos regalos y estaba rodeado de chocolate, en pijama. Adam llegó y me dijo: "Santa te trajo un ukelele a mi casa".

"Adam dijo: 'Me levanté muy temprano, sintiendo la nieve en mis pies. No podía regalar un viaje a Hawái, pero sí podía darle un pedazo de ti. Así que compré el último ukelele. Lo hice porque me gustaría que mis padres también lo hicieran y porque, en el fondo, quería compartir un pedacito de mi hogar contigo.'"

EL OCÉANO EN TUS OJOS -  (NUEVA VERSIÓN).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora