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Boté la basura y tuve que salir de casa. Caminé ocho minutos, disfrutando del aire fresco y del murmullo de la ciudad, hasta llegar a un gran contenedor de basura, donde me encontré con Adán.

—Hola, Harry, ¿cómo estás? —dijo, serio, con una mirada que parecía esconder algo más. Su expresión me intrigó.

—Gracias, igual que tú. No sabía que los chicos también botaban la basura —respondí, intentando mantener el tono ligero, aunque sentía un cosquilleo en el estómago.

Adán se rió, y su risa era contagiosa, como un eco de alegría en el día.

—Es que la chica de los servicios de limpieza está de vacaciones, así que tenemos que hacer el trabajo nosotros —comentó, encogiéndose de hombros. Había algo en su manera de hablar que hacía que incluso la tarea más aburrida sonara divertida.

—¡Qué genial! —dije, sintiendo que la conversación se volvía más cómoda. A medida que hablábamos, las distracciones del entorno se desvanecían.

De repente, Adán se acercó más. Sin previo aviso, me empujó suavemente contra la pared y me robó un beso. Fue un instante tan inesperado que no pude reaccionar. El tiempo pareció detenerse. Sentí sus labios cálidos y la adrenalina corriendo por mis venas.

Después de ese sorprendente beso, Adán se alejó rápidamente, dejándome en shock. No sabía si reír o quedarme en silencio, así que simplemente me quedé allí, pensando en lo que acababa de suceder.

Mi corazón latía con fuerza mientras me preguntaba qué significaba eso. ¿Era solo un impulso, o había algo más? Mientras caminaba de regreso a casa, mi mente seguía dando vueltas. Las risas, la mirada de Adán, el beso... Todo parecía un torbellino de emociones.

Al llegar a casa, me senté en el sofá, incapaz de concentrarme en nada. Las palabras de Adán resonaban en mi cabeza, y cada vez que cerraba los ojos, revivía el beso. Decidí que tenía que hablar con él otra vez, pero ¿cómo? ¿Y si todo había sido un error?

Pasaron los días y, aunque traté de actuar con normalidad, no podía dejar de pensar en Adán. Me encontraba esperando a que lo viera de nuevo, cada vez que salía a la calle, con la esperanza de cruzarme con él.

Finalmente, una tarde, mientras regresaba de clase, lo vi de pie cerca del mismo contenedor de basura. Mi corazón se aceleró.

—¡Harry! —me llamó, con una sonrisa que iluminaba su rostro. Me acerqué, sintiendo una mezcla de nervios y emoción.

—Hola, Adán. —Traté de sonar casual, pero mi voz temblaba un poco.

—Sobre lo de hace unos días... —empezó, y mi corazón se detuvo

EL OCÉANO EN TUS OJOS -  (NUEVA VERSIÓN).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora