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Mi madre me despertó suavemente; habíamos llegado a San Francisco. Me sentí un poco mareado y con sed al abrir los ojos. Tal vez fue por comer mis últimas gomitas de Hawaii en el avión. Nos apresuramos por los pasillos del aeropuerto, tratando de no perdernos en la multitud. Al llegar a la salida, vi a mi tía esperándonos con una sonrisa de oreja a oreja. Se veía más grande; ella abandonó la isla de Hawaii hace mucho tiempo. Subimos a su coche, muy hermoso por cierto, pero no sabía qué modelo o marca era; no sé mucho de eso. Mientras cruzábamos el famoso puente de San Francisco, miraba por la ventana, observando cómo la ciudad se extendía ante mí. Sentí la mirada de mi mamá sobre mí. Cuando ella me hizo una señal, mi tía giró la cabeza ligeramente y me preguntó con curiosidad:

—¿Qué te parece San Francisco hasta ahora?

Sonreí y, con un tono divertido, respondí:

—San Francisco tiene poca agua; la isla de Maui tiene más agua y menos contaminación.

Mi mamá me lanzó una mirada fulminante, claramente desaprobando mi comentario. Pero no pude evitar reírme internamente, recordando las playas infinitas de mi hogar, comparadas con las calles y edificios que ahora me rodeaban. Mientras el coche seguía su camino por la ciudad, sentí una mezcla de emoción y nostalgia, preguntándome cómo sería mi vida en este nuevo lugar.

Llegamos a la casa de mi tía, una casa blanca de dos pisos con flores que asoman desde el balcón y que desprendía un olor a productos de limpieza. Soy una persona muy observadora, prestando atención hasta al más mínimo detalle. Mi tía nos preparó poke, una ensalada de pescado típica hawaiana, para que nos sintiéramos como en casa.

—Harry, ¿te gusta San Francisco en este momento? —preguntó mi tía.

Mi madre me miró con cara seria.

—Se ve bonito y natural —respondí tímidamente. Pero por dentro pensaba en otra cosa.

—Pronto saldremos más y conocerás más la ciudad; también tenemos que buscarte un lugar donde puedas ir a estudiar —dijo, súper emocionada.

—¿Quieres más poke, Harry? —me preguntó mi tía.

—Sí, quiero más poke, por favor —respondí con seriedad.

Ella me sirvió más poke y luego nos dio un pequeño recorrido por la casa, narrando el significado de cada cosa. Pensé que iba a decir algo como "esta es la primera baldosa que pusimos" o "este es el segundo piso". Luego, vi a mis primos. Tengo dos primos, Sebas y Nicole; son muy callados y mayores que yo, así que me parecían de otro mundo. Y no hablaremos mucho de ellos, son muy aburridos.

Mi madre y yo empezamos a sacar cosas de las maletas, y en una pared puse una lista de lugares a los que quiero ir algún día, como Ucrania, Inglaterra y Tokio, así como universidades como Harvard. Mi tía nos gritó que íbamos a comer helado. Salí corriendo con felicidad.

Llegamos a un lugar encantador para comprar helado. Fue triste ver que no es como el raspado de hielo en Hawaii; aquí el helado es una bola de hielo con jarabe de sabores por encima. Después, caminamos. Al llegar al puente dorado, vimos el atardecer. Estábamos un poco cansados, así que volvimos a casa. Me fui a dormir en la cama súper cómoda de mi tía, con mantas suaves, aunque sin cortinas, por lo que amanecimos con el sol en la cara. Mi tía durmió con mis primos mientras nos ubicábamos en la ciudad.

Al día siguiente, desayunamos loco moco, un plato abundante con bolas de arroz, una deliciosa hamburguesa de carne bañada en salsa y un huevo frito encima. Una comida deliciosa de los dioses hawaianos. Luego, nos subimos al auto con mis primos y mi tía. Mi madre se quedó en casa con mi abuela. Después, cuando mis primos estaban en la escuela, mi tía y yo fuimos al distrito escolar para inscribirme. Ella llenó un formulario en un cómodo silencio, mientras yo estaba ansioso por saber qué clases tomaría y si tendría amigos.

EL OCÉANO EN TUS OJOS -  (NUEVA VERSIÓN).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora