"Gracias a Santa, pero lo siento, Santa no trajo nada para ti", dije.
"No me lo merezco, fui un chico malo este año", dijo Adán.
Todos los días fueron iguales: nieve, chocolate caliente.
"Harry, llamó el doctor y puedes regresar al hockey", dijo mi tía.
"¿En serio?", pregunté.
"Sí, y vas a ir al hockey con Adán, el hijo del vecino. Dice que es muy grosero y peleón, así que aléjate de él", advirtió mi tía.
"Oh, está bien. Pensé que era buena persona", respondí.
"Debes mirar dentro del libro, no solo la portada", dijo mi tía. "Lo invité a casa para no ser maleducada, pero dice que es un chico malo, que tiene 'F' en todas las clases y que los vecinos dicen que consumen marihuana. Mañana regresas a la high school. No te duermas tarde hoy", me recordó.
Me cepillé, encendí la TV y me quedé dormido.
Otro día, como siempre, me desperté antes de que sonara la alarma, me organicé y Don Leonardo nos llevó al colegio. Adán y Don Leonardo hablaron todo el camino sobre fútbol americano y hockey. A veces me preguntaban mi opinión y seguían conversando. Se veía tan lindo... Don Leonardo nos avisó que nos iba a recoger porque nos iba a llevar al hockey, ya que mi tía tenía cosas que hacer.
Como todos los días, Adán y yo tomamos caminos diferentes. Llegué a clase y apareció una chica nueva llamada Daye. Ella es de Honduras; la guié y hablé un poco con ella.
Adán se me acercó.
"Hey Harry, ¿por qué no te unes a un concurso de música?", propuso Adán.
"No sé, no me siento muy confiado con los instrumentos", respondí.
"Inténtalo", insistió Adán antes de irse.
Después fui a la clase de música. Mi profesora me preguntó por qué no me unía al concurso, que tenía muchas probabilidades de ganar. Así que, tras pensarlo, llené el formulario.
El día pasó rápido y, al salir, Adán estaba feliz porque me uní a la competencia.
"Hola, papá, Harry se unió a una competencia de música", dijo Adán emocionado.
Después fuimos al hockey. Comenzamos las prácticas y, al final de la clase, hicimos una mini lucha entre dos compañeros. Hoy competía Adán con otro compañero. Cuando lo veía luchar, no podía apartar mis ojos cafés de él. Ver esos ojos azules, ese pelo desordenado, era una escena linda. Al final, Adán ganó.
Cuando llegué a casa, no había nadie, así que conocí la casa de Adán. Tiene un dóberman. Su casa tiene dos habitaciones: una para sus padres y otra para él, que es hijo único. La cocina es blanca y limpia, el comedor es enorme y tiene un florero, y hay un sótano que es una librería. Cenamos puré de papa con arroz, carne de cerdo bien cocida y ensalada César, muy americano, por cierto. Después llegó mi tía y me fui a casa. Sentía algo en el estómago, pero no sabía qué era.
"¿Qué tal, Harry? ¿Cómo te fue en la escuela y en las clases de hockey?", preguntó mi tía.
"Bien, tía. En la escuela me uní a una competencia de música y Adán ganó una lucha en hockey", respondí.
"Me alegra que te lleves bien con alguien y no estés solo", añadió.
"Sí, tía", dije y me fui a mi cama. La habitación estaba fría y mi mamá no había llegado del trabajo. Toqué la cama y me quedé dormido.
El siguiente día era sábado y a las 8 a. m. mi tía me despertó.
"Harry, afuera está Adán". Me desperté como pude y bajé con mi pijama de ositos.
Abrí la puerta. "Hola, Adán, ¿qué pasa a estas horas?", pregunté.
Adán llevaba una camisa blanca un poco vieja y un short, porque ya estábamos en primavera, además de una gorra negra.
"¿Cómo vas a ganar la competencia de música si no practicas?", me dijo.
"¿Qué te gustaría tocar, el ukelele o el violín?", preguntó.
"Ukelele", respondí.
"Está bien, buscaremos videos para aprender", dijo Adán.
Mi tía preparó un sándwich y chocolate.
"¿Pero qué canción voy a tocar?", pregunté.
"No lo he pensado, pero puedes crear una canción", sugirió.
"Como Harry es mi vecino, un chico hawaiano que extraña su tierra pero se ha adaptado a San Francisco y toca su ukelele conmigo", improvisó.
"Ahora no suena tan mal", dije.
"Adán, ¿seguiremos siendo amigos cuando vayamos a la universidad?", pregunté.
"Supongo que sí. ¿Por qué dejar de ser amigos?", respondió.
"¿Qué te gustaría estudiar?", volví a preguntar.
"Nunca he soñado con ir a la universidad. La escuela me aburre, Harry. Voy para que mi papá no me eche de la casa, pero cuando termine el colegio, supongo que trabajaré en un supermercado", explicó.
"Entiendo que cada uno ve las cosas de manera diferente", dije.
"Me gustaría ser escritor o actor; son cosas que no hago, pero me interesan", agregué.
"He escrito algún libro o algo. Me gustaría que lo leyeras. Supongo que eres fanático de los dinosaurios", dijo Adán.
"No, pero lo intentaré. ¿Sobre qué escribirías?", pregunté.
"Sobre mi vecino", respondió.
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EL OCÉANO EN TUS OJOS - (NUEVA VERSIÓN).
RomanceHarry, recién llegado a San Francisco, lucha con su pasado en Hawái y se siente perdido. Todo cambia cuando conoce a Adam, su vecino y talentoso jugador de hockey de ojos azules. Al principio, se vuelven inseparables, pero el éxito de Adam lo transf...