Capítulo 8

26 7 44
                                    

Because I liked a boy
-Sabrina Carpenter

Conduzco sin decirle nada. Arleth solo se queda mirando el paisaje por la ventana. Me es tan extraño no escucharla decir o bromear sobre algo. Ni siquiera el alcohol que consumió hace rato le hace efecto ahora.

Según el mapa, en unos minutos llegamos. Para ambientar el lugar, pongo una de mis canciones favoritas en la bocina: Optimista, de Caloncho. Me encanta la energía de esa canción y siempre que la escucho me pongo de buen humor. Espero que haga lo mismo con Arleth. La tonadita comienza a sonar y mientras la canción avanza, la veo de reojo mover la rodilla o ir girando lentamente la cabeza hasta visualizar una diminuta sonrisa en sus labios.

Pasamos delante del edificio de nuestras casas y Arleth se queda mirando hacia atrás, para después preguntar:

—Emi, creo que te has pasado.

—Yo creo que no —replico con una sonrisa y ella frunce el ceño—. Hay un lugar al que me gustaba mucho ir cuando venía a visitar a papá.

—Oh.

Suerte que no está lejos. A unas cuantas calles más arriba, está el Rio Willamette y hay un andador donde caminar, vaya, y observarlo. Claro que con la oscuridad de la noche no se verá mucho, pero el hecho de estar ahí es más que suficiente para relajarse. Estaciono el coche en un espacio libre a una calle de distancia. Arleth me mira echando interrogativas, pero le guiño un ojo y no digo nada al respecto.

—Acompáñame. —Me bajo del coche y voy a su lado para ayudarla a bajar.

—Me veo horrible, Emi.

—Lett, estamos en un lugar donde lo único que se ve gracias a la luz es tu vestido, así que no te preocupes por como te ves. Además, para mí, te ves muy bonita así.

Es mentira lo de la luz. Realmente, gracias a los faroles de la calle, puedo ver su rostro a la perfección. Y con ello, el como se sonroja por mis palabras. Pero con eso último soy muy sincero.

Se ve preciosa pese al desastre que cree que es.

—¿Confías en mi?

—Despues de haber sido la única persona en defenderme, te confiaría hasta mis plantas.

Tomo eso como un sí y la tomo de la mano. Aseguro que el coche está bien cerrado y empiezo a caminar hasta el rio que está a unos metros de distancia. Llegando ahí, avanzamos hasta el barandal que hay y nos apoyamos en él. Una brisa del aire fresco nos abraza y veo a Arleth frotarse los brazos. Me quito mi saco y se lo paso.

—Luego no quiero que digas que por mi culpa te has enfermado —bromeo y logro sacarle otra sonrisa. Punto para mí. Se lo pone.

—¿Por qué has escogido este lugar de todos los demás de la ciudad? —cuestiona, mirándome. Otra brisa de aire nos rodea, pero esta vez no le da frío.

—Cuando venía de pequeño, Omar nos traía a Isa y a mi aquí a jugar ajedrez o simplemente pasear y tener un tiempo de padre e hijos. Así que cómo tal, es un lugar de bonitos recuerdos. Y con el pasar de los años, se volvió un sitio dónde solía ir cuando necesitaba pensar o estar solo un rato. Ya que, al estar cerca de la casa, no me arriesgaba a perderme. —En mi mente aparecen imágenes de aquella época dónde la única preocupación era no perder a Omar de vista—. Así que pensé que te ayudaría a calmar un poco todas tus emociones.

—Has elegido el lugar ideal. Hace un montón que no venía porque estaba todo el día en el laburo o pensando en otras cosas. Es un buen recordatorio de que necesito tomarme un tiempo para mí de vez en cuando...

El Significado de Nuestra ExistenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora