Capítulo 9

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Los brillantes rayos del sol ya habían durado unas buenas horas en el rostro de la rubia, ello solo hacía que su piel dislumbrara de una forma maravillosa, así como también hacía que sus cabellos y pestañas resplandecieran como si fueran de oro puro. Esas y otras observaciones eran las que Catra apuntaba en una lista mental. ¿Ella también se vería de esa forma cuando la luz del sol le daba la cara? No lo sabía, pero era interesante verlo en otra persona. Independientemente de lo lindo que contrastaba la luz con los rasgos de la rubia, era gracioso mirar la forma en la que se había quedado dormida. Tenía abrazada fuertemente una de las almohadas y su cara reposaba sobre ella, al igual que un hilo de saliba.

Catra arrugó la nariz frente a eso. Con el propósito de compadecer al pobre objeto, comenzó a jalarlo lentamente hasta despegarlo por completo de los brazos de Adora. Al instante, con los ojos cerrados, ella comenzó a buscarlo un tanto desesperada, algo que también estaba desesperado a la morena. Para contrarrestar lo que había hecho, comenzó a acomodarse entre los brazos de la rubia sin intentar despertarla. Adora, complacida, la atrajo hacia ella como si de un peluche se tratara. Ahora la tenía apretujada contra su cintura, incluso posó una pierna por encima de su cadera, atrapandola por completo. Lo cierto era que la rubia se había despertado un poco y solo se había dejado guiar por lo que su cuerpo le pedía. Necesitaba apapachar a alguien urgentemente. Catra suspiró algo resignada contra el cuello de su acompañante.

Queriendo esconderse del luminoso mundo mañanero, rebuscó la manta con una de sus manos  y acobijo su cuerpo y el de la rubia hasta la punta de sus coronillas. Catra comenzó a sentir que sus párpados comenzaban a cerrarse, tal vez, producto del agotamiento de su cuerpo y de lo poco que había dormido. A pesar de que nunca había sido tan cercana a los humanos, se sentía tan cómoda en los brazos de...

—¡Adoraaaaa! ¡Ya es más de medio día, bella durmiente! ¡DESPIER...¡—la voz de Mara quedó suspendida en tiempo al fijarse en la cama de su hermana. El abrir la puerta de esa manera solo le había traído una extraña sorpresa.

Su hermana no era única que estaba en la cama.

Catra sintió como su cuerpo se petrificaba ante el silencio, así como también lo hacía el de su compañera. Para su sorpresa, esta última solo la apretujo más contra ella. ¿Pero qué era lo que los humanos hacían en este tipo de situaciones? El silencio se volvía más palpable por cada segundo que pasaba. Ellas sabían que Mara se encontraba dentro de la habitación, mirando a penas los cabellos de la extraña figura que estaba en la cama de su hermanita menor.

—¡ADORA!

—¡PUEDO EXPLICARLO!

Adora se había descobijado y sentando en la cama casi de manera automática. Catra aprovechó para hacerse bolita bajo la sabana.

—¡Afuera, Mara! ¡Me estás avergonzando! —gritó con la cara roja mientras empujaba a su hermana fuera de la habitación. Cerró la puerta tras ella.

La morena comenzó a bajar la sábana hasta la altura de sus ojos. Sabía que no podría transformarse en gata otra vez al menos que quisiera que su cuerpo sucumbiera. Por esa razón, prefirió buscar lugares para esconderse. Aún desde la lejanía podía escuchar la discusión entre las hermanas.

—¡Escúchame, Adora! ¡Yo no te puedo decir que no tengas ligues pero...!

—¡Eso no es un ligue! ¡Solo es una amiga!

—¡Pero tú no tienes amigas!

Ofendida la rubia, entre abrió sus labios.

—¡No soy tan asocial como tú crees!

Mara cruzó los brazos e hizo una mueca con su boca.

—¿Por qué no me lo contaste?

—¿¡Qué, Mara!?

Catra At MidnightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora