Capítulo 18

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Era fin de semana.

Y eran las seis de la tarde.

Eso significaba que el pequeño grupo de amigos ya debía estar a las afueras del autocinema, dónde habían acordado en reunirse. Sin embargo, la mala costumbre de Adora era siempre llegar tarde a cualquier lugar. Recién estaba saliendo de la ducha, con su cuerpo enrollado en un toalla.

Sabía que iba retrasada, pero estaba feliz. Le emocionaba la experiencia de ir a un autocinema por primera vez. Ir en compañía de sus amigos. Ir con Catra.

Uff.

Se sacudió nerviosa y comenzó a cepillarse el cabello.

-¡Adora! -su hermana gritó desde la planta baja-¿Dónde deje mis llaves?

-¡Cielos, Mara! ¡Se supone que eres la mayor!

-¡No seas malita! ¡Ayúdame a buscarlas que se me hace tarde!

La rubia resopló. Ya sabía a dónde iba su hermana. Lo tenía tortuosamente presente cada fin de semana.

El no visitar a su madre era un revoltijo de inquietud y tranquilidad. Sabía que era desconsiderado no ir a verla, pero es que, el visitarla conllevaba el tener que hablar, y hablar con Marlena siempre resultaba en una discusión.

También le resultaba incómodo pensar en todas las veces que Mara partía al psiquiátrico mientras ella se quedaba en casa coexistiendo con Catra. Ya podía escuchar la voz de su madre diciéndole lo ingrata e insensible que era, y enserio sentía que lo era. Marlena también había pasado por momentos difíciles aquel año.

Joder.

No sabía que tan bueno era seguir perpetuando la situación. Prefería dejar de pensar en eso por ahora.

Aunque la espinita de culpa seguía siendo una molestia en su pecho.

Tal vez, en alguna otra oportunidad, podría ir a verla. Quizás con la terapia y los cuidados necesarios ella había cambiado.

Esa idea la ánimo un poquito.

Salió del baño todavía envuelta en la toalla. Bajó a la primera planta y, junto a Mara, emprendió la búsqueda de las dichosas llaves. Minutos después, las encontró en el refrigerador.

-A veces me preocupas, hermanita.

Se las extendió a Mara, con gesto divertido. La mayor no le dijo nada, solo las tomó y comenzó a caminar como un ratoncito por toda la casa, alistando el resto de sus cosas para irse.

Adora estaba a punto de regresar a su habitación, cuando escuchó unas risas provenientes de afuera. Notó que la puerta se encontraba abierta. Curiosa, se encaminó hasta el porche y, de brazos cruzados, se frenó para observar la escena.

Catra y la chica del puesto de la feria estaban cuchicheando, bastante concentradas, y lazandose miradas cómplices entre ellas. De pronto, la morena se sacó algo del bolsillo y se lo entregó a la rubia de aspecto hippie.

¿Celos?

¿Preocupación?

A la ojiazul ya no le importaba qué era lo que la había impulsado, pero se estaba dirigiendo a hacia ellas a toda velocidad.

-¡Catra!

La mencionada volteó en su dirección y la repasó de arriba a abajo con extrañeza. Adora se acercaba embravecida, dando grandes zancadas, con las manos empuñadas y sin más que un pedazo de toalla encima.

Parecía una de esas amas de casa enfurruñadas.

-¿¡Estás traficando!?

La morena rodó los ojos y al instante despachó a su cliente. Esta se despidió y se subió a un destartalado coche. Arrancó sin más. Catra se cruzó de brazos y atendió a su amiga con una sonrisa divertida.

Catra At MidnightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora