Eran las seis de mañana y Adora se encontraba en un profundo sueño. A sus pies, la acompañaba una felina igual de dormida. Su hermana había entrado a la habitación con el propósito de recordarle que hoy era el día.
—Adora despierta —la meneó suavemente, pero esta seguía sin abrir un ojo— Ya es hora de ir a la escuela... Adora —subió su tono de voz siguiendo sin respuesta alguna — ¡ADORA!
—¡ME ARREPENTÍ! ¡NO QUIERO IR! —gritó con los ojos cerrados aferrándose más a su manta.
—¡No me salgas con esas, niña!
—¡Ay, Mara! —exclamó aplastando su cara contra la almohada.
—¡En quince minutos te quiero abajo, jovencita! —ordenó cerrando fuertemente la puerta.
La rubia ahogó un grito con la almohada. No era una mala idea asfixiarse con ella, pero esa idea se esfumó al sentir unas afiladas garras presionando su piel. Alzó lentamente la almohada, pudiendo entre ver la fria mirada de la felina.
—¿Qué pasó con "ti cuidiri di tidi li quiri diñiriti". Puf, siempre mienten.
Una luz roja la cegó por un instante, para luego dar paso a una imagen a la que sus ojos ya deberían estar acostumbrados.
—¿¡Podrías taparte!?
Adora volvía a apretar la almohada contra su cara
—Si no vas a la escuela y sigues en la cama, entonces no me tapare —sonrió diabólicamente mientras juntaba sus manos por detrás
—¿¡Pero qué clase de estimulo es ese!?
Cara río por lo alto. Adora apretó rabiosa su mandíbula.
«Una gran tentación para no ir».
Mandó a callar a su subconsciente con un bufido y se paró bruscamente de la cama. Se dirigió hacia el baño para asearse y se adentró en el tirando la puerta con enojo. En el trayecto, evadió mirar el cuerpo de Catra a toda costa. Ya en la tina, se restregó el jabón con tanta fuerza que su piel comenzaba a enrojecerse. Al salir, se secó con la toalla tratando su cuerpo cómo si de un saco de boxeo se tratara. Sí, definitivamente, una Adora recién despierta a las seis de la mañana podía llegar a ser un severo mounstro.
Catra la esperaba desde la cama jugando con sus garras, usaba su usual vestimenta : playera y bermudas.
—¿Podrías calmarte? —preguntó mirando a la rubia.
—No —contestó mientras buscaba desesperada cualquier pedazo de tela para ponerse.
Al darse vuelta se encontró de frente con la tenaz mirada de la felina, pero ahora no estaba para eso.
—Aparta...—su voz se vió silenciada cuando sintió que su espalda chocó fuertemente con el armario. Catra la tenía acorralada.
Una de las manos de la morena estaba extendida sobre sus clavículas; la otra la mantenía presionada a un lado de su ojo, sobre la madera rasguñaba con sus garras el material. Adora no pudo más que tragar en seco. Su alto nivel de enojo se vió reemplazado por el pavor y el miedo.
—¿Me vas a sacar un ojo? —preguntó con un hilo de voz.
—Lo haré si sigues con tu humor de infiernos. Así que le bajas a tu enojo y vas con tus dos ojos a la escuela o sigues con tu berrinche y te vas tuerta.
—La primera, por favor.
La morena la soltó y Adora sintió que el alma le regresaba al cuerpo. Tomó sus prendas humildemente y se fue a cambiar al baño. Luego de unos minutos, salió con la mirada puesta en el suelo, la levantó un poco para buscar a Catra, pero no la encontró en ningún lado. Abrió su mochila por si tal se había transformado y metido, pero tampoco la encontró. Con un puchero en el rostro, comenzó a bajar las escaleras. A medida que acercaba al comedor, escuchó que Mara sostenía una conversación con alguien más.
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Catra At Midnight
Fiksi PenggemarUna noche tormentosa, Adora rescata a una indefensa gatita. La rubia pensaba que sería su pequeño pedazo de paz en medio de todo el infierno que estaba pasando, pero la felina traía consigo un gran secreto.