Era medianoche y estaba lloviendo. Los nubarrones en el cielo no dejaban de alumbrarse por los fuertes rayos que amenazaban por caer. El tiempo era pésimo, lo que se sincronizaba perfectamente con los sentimientos de la joven de cabellos dorados, quien caminaba solitariamente dentro de la acera. Los postes de luz era sus únicos acompañantes. La mirada de la rubia se encontraba perdida en cómo las gotas de lluvia caían y se desparramaban por el suelo, dividiéndose en miles de más. La capucha de la sudadera sobre su cabeza ya no tenía función alguna, pues se encontraba completamente empapada.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por un ruido repentino. Eso alertó a sus sentidos, despertandola de su ensimismamiento y haciéndola mirar hacía ningún lugar en específico. Frunció el ceño. Sus ojos recorrieron todo a su alrededor, pero no había un alma. Ninguna persona con tres dedos de frente saldria con esa tormenta, a excepción de ella, claro está.
Reacomodo sus manos en los bolsillos de su sudadera queriendo continuar con su camino, pero entonces, otra vez, escuchó el mismo sonido. Era agudo, parecía venir de algo pequeño. Adora volteó a mirar a todos lados, quería encontrar de dónde provenía. El sonido ahora se había vuelto frecuente. Lo que fuera, se escuchaba desesperado. Era muy similar al grito de un bebé.
Esta vez, siguiendo su instinto, centro su mirada en una zona de construcción. Consistía en una zanja que daba al sistema de alcantarillado, aún faltaban unos metros para llegar hacia allá.
¿Y que tal si el causante del ruido era el payaso de esa película que había visto con Mara? ¿Acaso quería llamar su atención para luego atraparla y arrancarle un brazo?
¡Por Dios, Adora!
¡Concéntrate!
El sonido ahora era algo desgarrador. Desesperado. Corrió con velocidad los pasos que faltaban. Al llegar, examinó la zona con cuidado, luego se inclinó levemente hacía la zanja. Debido a la lluvia, se había formado una fuerte corriente de agua que conducía a un orificio, este desbordaba a un abismo. A lo largo de la zanja, se visualizaban algunos escombros, muchos de ellos se habían acumulado cerca del borde del orificio. Atrapada entre ellos había una caja, pronto se desintegraría por la humedad. Para tener una mejor vista, Adora inclino aún más su cuerpo teniendo cuidado de no caerse. Dentro de la caja había una manta y enrollado en la manta...
––Un gatito.
Se espabilo en el momento. El maullido se hizo ahora claro para la rubia. ¿Quién podría haberlo abandonado?
La corriente se hacía cada vez más fuerte, por lo que la caja no duraría tanto a flote y terminaría por caer al vacío.
No podía atraparla desde allí, había una considerable diferencia de altura. Adora se apresuró en pensar rápido. Frente había una zona de árboles. Necesitaba algo con que frenar la caja. Una rama. La rubia corrió rápido hacía la zona frondosa y arrancó con todas sus fuerzas una rama de perfecta longitud. Apresuró su paso hacia el casi borde de la alcantarilla. El material de la caja estaba cada vez más débil, lo que aceleraba el catastrófico final del pobre animalito.
––Aguanta, por favor.
Con ayuda de la rama, la rubia comenzó a arrastrar la caja hasta el punto donde ella pudiera alcanzarla. La corriente era bastante fuerte, pero eso no la detuvo para intentar guiarla hacia arriba, donde el alto de los muros de la zanja disminuía.
Un rayo cayó haciendo estrepitar la tierra. El felino grito aún más fuerte y atemorizado. Al estar enrrollado con la manta, lo único que se podía visualizar de el era su pequeña cabecita y una de sus patitas en un intento por salir. Adora no podía dejarlo morir. La velocidad de la corriente no cambiaba, era bastante fuerte y la caja poco a poco se estaba desbordando, pero ya estaba cada vez más cerca de ella. A pesar de eso, la caja se desmoronó sin estar a un alcance suficiente. La cobija húmeda que enrollaba al felino comenzaba a hundirse y, a la misma vez, a ser arrastrada hacia el vacío del orificio. La rubia, asustada, soltó la rama y corrió a la par con la cobija, se adelanto hacia un posible y desastroso final y, en un acto reflejo, se arrodilló al borde de la zanja, inclinó más de la mitad de su cuerpo hacia el abismo y tomó el cuerpo del animalito que aún se encontraba enredado en la manta. Los restos de cartón junto a la rama que la rubia había conseguido, siguieron su final hasta el precipicio de la alcantarilla.
Adora aún perpleja, desenvolvió por completo al animal de la húmeda cobija y lo acerco hacia su pecho. Maullaba tan desconsoladamente. Estaba completamente empapado, helado. Se encontraba tiritando. Era tan pequeño que aún cabía en su mano, tan solo parecía tener al menos unos días de nacido y ya se encontraba sufriendo. Ni siquiera podía abrir sus ojos.
El cuerpo del pequeño ser estaba decorado por colores marrones, con unas que otras finas rayas en sus patas. Lo más adorable eran sus pequeñas orejas, que ahora estaban contraídas por el frío. La rubia lo miro con tristeza y lo apretó más contra su pecho.
Y ahí estaba la adolescente, incada de rodillas frente a una alcantarilla, en medio de una tormenta. Regañandose internamente por no traer un paraguas. En las noticias habia escuchado sobre cómo estaría el clima. Solo por su descuido, ella y el gatito continuarían empapados.
––Incluso esto es un desastre ––susurró entre dientes.
Queriendole dar al menos un poco de calor, colocó al felino por debajo de su camisa, apretándolo junto a su vientre. No dejaba de sostenerlo con sus dos manos con el objetivo de hacer una especie de cuna. El gatito daba incadas a su piel una que otra vez con sus diminutas garras, pero era soportable.
Miró al cielo, el tiempo no parecía quería mejorar. La casa de su hermana aún estaba demasiado lejos y el felino enserio necesitaba de urgentes cuidados. Resignada, se puso de pie y comenzó a correr lo más rápido que pudo. De nuevo a casa.
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Catra At Midnight
Fiksi PenggemarUna noche tormentosa, Adora rescata a una indefensa gatita. La rubia pensaba que sería su pequeño pedazo de paz en medio de todo el infierno que estaba pasando, pero la felina traía consigo un gran secreto.