Capítulo 7

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Adora odiaba los hospitales, le recordaban el día en el que le hicieron la intervención a su madre. Pasó horas en la sala de espera hasta que su padre llegó a ella con lágrimas en los ojos. Ahora la menor estaba sola, esperando a que su hermana terminará de hablar con una de las enfermeras. Mientras su mirada parecía perderse en los blancas cerámicas de la instancia, sus pies ansiosos se mecian desde el asiento de madera.

––Adora ––escuchó el llamado de su hermana.

Las dos se perdieron entre los corredores hasta detenerse en una de las puertas. La rubia la abrió esperando a que Mara la acompañara.

––¿No vas a venir conmigo?

La otra negó en respuesta.

––Solo permiten a una persona en la habitación. Iré después.

La menor asintió nerviosa y se adentró lentamente. Desde su posición, vió a la figura estática acostada en la camilla. Verlo inmóvil, con su piel pálida, labios resecos y un montón de cables conectados a su cuerpo, no hizo más que acrecentar el enorme nudo que tenía en la garganta.

––Hola, papá.

•.   ✶˚  · .    ·

El trayecto devuelta a casa se había desarrollado de manera taciturna. Con las manos al volante, Mara admiraba a su hermana por el espejo retrovisor. Apenas entraron al auto, la menor había cerrado sus ojos fingiendo dormir, pero no había parado de derramar lágrimas silenciosas en todo el camino. Mara comenzaba a pensar que había sido mala idea llevarla el hospital, aún así, sabía que ella lo necesitaba. Sabía que a pesar de todas las cosas, su hermana amaba a su padre.

Al llegar a casa la rubia se encerró en su cuarto. Abrazó una de sus almohadas dejando que nuevas lágrimas se escaparan y rodarán sobre sus mejillas. No entendía porque teniendo todo lo necesario para ser feliz, las cosas se ponían en su contra. Pequeños momentos de felicidad siempre eran seguidos por sentimientos de inseguridad y debilidad que solo la llevaban a cuestionarse el porqué de todo. Los episodios más oscuros desdibujaban los sueños que alguna vez tuvo cuando niña. Solo la alejaban de que lo alguna vez había anhelado.

Unos pinchazos en sus mejillas la hicieron volver al presente. Miró hacia la dirección y se encontró con unos largos bigotes. Además de un par de ojos heterocromaticos.

Un par de ojos heterocromaticos y una rata muerta bajo su hocico.
 
––¡CATRA!

La rubia saltó de su cama tapándose los ojos para no ver el terrible crimen.

––¡Pero que carajos, Catra! ¡Quita esa cosa de mi cama!

La gata asustada por la reacción de la humana, agarró la rata con su hocico y la lanzó ágilmente por la ventana. Miró a la rubia durante unos instantes y le dedicó un sonido arisco y malhumorado. Saltó al vacío sin más que hacer. La humana solo quedó procesando lo que había ocurrido en los últimos treinta segundos. Ella estaba triste y su gata había aparecido con un ratón ensangrentado. Asqueada por lo último, quitó la sábana para depositarla en la cesta.

¿Pero qué le pasaba a Catra? ¿Acaso eso era un regalo? ¿Era otra de sus extrañas formas de mostrar afecto? Entonces... ¿Había hecho mal en gritarle de esa forma?

Con un sentimiento de culpa, se acercó a la orilla de la ventana y miró hacia abajo, pero no había rastro de la felina. Suspirando derrotada volvió a su cama. El resto de su día se resumió en un intento por dormir, sin embargo, sus pensamientos decidieron totalmente lo contrario. Cuando Mara llegó del trabajo junto a Light Hope, arrastró a su hermana hasta el comedor.

Catra At MidnightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora