la carga de ser la decepción.

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Pov Dany.

Hoy era mi último día en argentina y había hablado con Valentín para juntarnos sin decirle por qué.

El sol se alzaba en el horizonte, pintando el cielo con tonos dorados mientras me encontraba junto a Valentín en el pintoresco pueblo en el que nos habíamos conocido. Era nuestra última salida juntos antes de mi partida inminente a México, pero él no lo sabía. Una parte de mí quería gritar la verdad, quería que supiera que este día era especial, que era nuestro adiós, pero otra parte, la más egoísta, quería aferrarse a esta ilusión de normalidad, a este último día de felicidad compartida.

Mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras caminábamos por las calles adoquinadas, perdidos en una conversación sin fin. Valentín estaba tan lleno de vida, tan emocionado por cada pequeño detalle del día, y yo no podía evitar sentir una punzada de culpa por lo que estaba a punto de hacerle.

"¿Qué te parece si vamos al lago?" sugirió Valentín, señalando hacia las montañas que se recortaban en el horizonte. "Podemos alquilar un bote y remar juntos".

Asentí con entusiasmo, tratando de reprimir la tristeza que amenazaba con desbordarse. Este sería nuestro último día juntos, y tenía que hacer que valiera la pena. Tenía que llenarlo con recuerdos felices que pudiera atesorar en los días oscuros que me esperaban en México.

Pasamos el día explorando el lago, riendo y compartiendo historias como si el tiempo se hubiera detenido solo para nosotros. Remamos juntos bajo el cálido sol de la tarde, perdiéndonos en el reflejo de las montañas en las tranquilas aguas. Cada momento era precioso, cada risa, cada mirada compartida, grabada en mi memoria como un tesoro que llevaría conmigo a donde quiera que fuera.

A medida que el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, nos sentamos juntos en la orilla del lago, viendo cómo el cielo se encendía con los colores del atardecer. Las palabras se atascaron en mi garganta, el peso de la despedida aplastándome el pecho. Sabía que tenía que decirle la verdad, pero ¿cómo podía romper su corazón de esta manera?

Valentín me tomó la mano suavemente, rompiendo el silencio con su voz suave. "Daniela, ¿estás bien?" preguntó, preocupado por la expresión en mi rostro.

Tragué saliva, tratando de reunir el coraje necesario para decir las palabras que cambiarían todo. "Valentín, hay algo que necesito decirte", murmuré, sintiendo el peso de la verdad sobre mis hombros.

Y así, en la tranquilidad del atardecer, le revelé mi partida inminente, el dolor de tener que dejarlo atrás, la incertidumbre de lo que el futuro nos deparaba. Vi el dolor cruzar por sus ojos mientras absorbía la noticia, pero supe que había algo más que necesitaba decirle.

"Valentín, aunque esté lejos, quiero que sepas que nuestro amor puede superar cualquier distancia", le dije con voz firme, buscando sus ojos con determinación. "Podemos continuar nuestra relación a distancia, enfrentar juntos los desafíos que se nos presenten".

Él me miró con renovada esperanza, y supe que había tomado la decisión correcta. Nos abrazamos con fuerza, compartiendo el peso de la despedida en silencio mientras el sol se hundía lentamente en el horizonte. Aunque sabía que nuestro tiempo juntos estaba llegando a su fin, me aferré a la esperanza de que nuestro amor pudiera superar cualquier obstáculo. Y mientras nos despedíamos en la orilla del lago, prometí guardar nuestro último día juntos en mi corazón para siempre, mientras esperaba el día en que nuestras manos se unirían nuevamente, sin importar la distancia que nos separara.

7 horas después.

Estaba cansada de sentir dolor , ese dolor más fuerte que yo , quería verlo y abrazarlo Pero sabía que no podría.

El aeropuerto estaba repleto de personas y faltaba demasiado para abordar solo quería descansar y eso intente.

De repente, una voz familiar rompió mis pensamientos. "Daniela", llamó Valentín desde detrás de mí, su voz llena de sorpresa y emoción.

Me giré hacia él, incapaz de contener mi asombro al verlo parado frente a mí. "Valentín, ¿qué estás haciendo aquí?" pregunté, sintiendo una mezcla de alegría y confusión en mi pecho.

Él me miró con una sonrisa, sus ojos brillando con determinación. "No podía dejarte ir sin decirte adiós", dijo, acercándose para tomar mi mano en la suya. "Quiero estar contigo en este último momento, quiero que sepas cuánto significas para mí".

Las lágrimas brotaron de mis ojos mientras lo abrazaba con fuerza, sintiendo su calidez y su amor envolviéndose como un abrazo reconfortante. "Gracias por venir", murmuré, apenas capaz de contener el nudo en mi garganta.

Pasamos los siguientes minutos juntos, compartiendo risas y lágrimas mientras nos aferrábamos el uno al otro como si el mundo entero estuviera a punto de desaparecer. No había palabras para expresar lo mucho que significaba para mí tenerlo a mi lado en este momento tan difícil.

Finalmente, llegó el momento de mi partida. Nos abrazamos una vez más, nuestros corazones unidos en un amor que trascendía la distancia y el tiempo. "Te amo, Valentín", susurré, sintiendo que mi corazón se rompía en mil pedazos al tener que dejarlo ir.

"Te amo también, Daniela", respondió él, su voz llena de emoción y promesas para el futuro. "Nos veremos pronto, lo prometo".

Y con esas palabras, me alejé de él, mis ojos llenos de lágrimas mientras caminaba hacia la puerta de embarque. Aunque sabía que el camino por delante sería difícil, también sabía que nuestro amor era lo suficientemente fuerte como para superar cualquier obstáculo. Y mientras me alejaba hacia mi nuevo destino, llevaba conmigo la esperanza de un reencuentro, sabiendo que Valentín siempre estaría conmigo, sin importar la distancia que nos separara o tal vez nunca hubiera un reencuentro.

El viaje fue rápido Pero todo estaba gris en mi corazón.

El peso de las palabras de mi padre se clavaron en lo más profundo de mi ser, como dagas afiladas cortando a través de mi corazón. "Eres una decepción", resonaban sus palabras una y otra vez en mi mente, como un eco constante que no podía silenciar. ¿Cómo podría alguien que se supone que debe amarme, decirme algo tan hiriente?

En los días que siguieron a esa conversación devastadora, me encontré luchando con un torbellino de emociones. Sentimientos de dolor, enojo, confusión y tristeza se mezclaban dentro de mí, formando una tormenta que amenazaba con arrastrarme hacia la oscuridad. ¿Cómo podía mi propio padre, la persona que debería ser mi mayor apoyo, causarme tanto dolor?

A pesar de mis esfuerzos por seguir adelante, no pude sacudirme el peso de sus palabras. Me perseguían en mis sueños, me atormentaban en mis momentos más tranquilos, y cada vez que me miraba al espejo, veía el reflejo de alguien que había fallado en cumplir las expectativas de su propio padre.

Me encontraba reviviendo una y otra vez cada momento de esa conversación, tratando de encontrar una razón, una explicación, algo que pudiera justificar sus palabras. Pero no importaba cuánto lo intentara, no podía entender cómo alguien podría ser tan cruel, cómo alguien podría desear lastimar a su propia hija de esa manera.

Me duele saber que no puedo cumplir con las expectativas de mi padre, que soy incapaz de estar a la altura de lo que él espera de mí. Cada vez que pienso en ello, siento cómo se desmorona mi autoestima, cómo se debilitan mis fuerzas y cómo se oscurece mi visión del futuro. Me siento perdida, atrapada en un laberinto de emociones dolorosas del cual no sé cómo escapar.

O tal vez solo haya una sola escapatoria..


La muerte.

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