El reino roto

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Frío.
El increíble frío del espacio exterior.
Tan frío que costaba creer que la gran bola espacial que era el planeta ante sus ojos pudieran albergar vida, y que el calor de su estrella no calentara el vacío entre ella y el planeta.

La vista del planeta Macragge desde el espacio era hermosa, pero lo que veía a su alrededor era el mismísimo infierno, pero al contrario que las viejas leyendas de Terra no hacía calor, hacia frío.
Quizás fue pura suerte o quizás no, pero un cuerpo inerte choco contra el, durante un segundo tuvo miedo, ya que recordó que en el vacío no había fricción lo cual hacía que salvo impacto ningún objeto en movimiento era capaz de cambiar su velocidad o dirección.

Pero estaba demasiado cerca del planeta pará que su cuerpo vagara eternamente en el infinito, cruel y frío vacío.
La gravedad lo atrajo hasta el planeta, atravesando la atmósfera y cayendo como un Ícaro.
A su alrededor había más luces de entrada en la atmósfera, algunos cuerpos, y otras cápsulas de aterrizaje; imposible de distinguir las defensas planetarias disparaban a todo lo que podían para evitar un aterrizaje, pero a él no le dieron.

Sentía como la fricción le hacía aumentar la velocidad y como todo su cuerpo ardía casi derritiendo su armadura.

Calor, un calor familiar que era casi reconfortante, recuerdos de Nocturne y sus horas en la forja le llegaban a la mente.

No había miedo al impacto o al fuego abrasador a pesar de que ni siquiera un primarca podía sobrevivir a un impacto como ese, ni siquiera Vulkan, y lo sabía bien, pues conocía sus propios límites.
Sabía que iba a morir, pero que también iba a regresar de entre los muertos.

-Padre, ¿Por qué de entre todos tus hijos soy el único que carga con esta maldición?-se pregunto Vulkan-¿Por qué tengo que revivir una y otra vez mientras todas las personas a mí alrededor mueren?Entonces recordó algo, a esos Astartes que habían c...

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-Padre, ¿Por qué de entre todos tus hijos soy el único que carga con esta maldición?-se pregunto Vulkan-¿Por qué tengo que revivir una y otra vez mientras todas las personas a mí alrededor mueren?
Entonces recordó algo, a esos Astartes que habían capturado cuando intentaban colarse en su nave, no eran hijos de Fulgrim a pesar de sus armaduras, pero tampoco parecían ser de ninguna legión activa.

Sintió el golpe, el como sus huesos se rompían y su carne se abría, como tanto su cuerpo como armadura se aplastaban la una con la otra volviéndose una masa de carne y armadura.
Murió.
Y se levantó con su armadura intacta en medio de su propio cráter.
Lo raro fue el sueño, nunca había pasado nada similar, nunca había soñado muerto, para empezar eso no era posible.
-No era un sueño, era un ¿Recuerdo?-pensaba Vulkan mientras salía de su cráter y veía un valle a su alrededor.
Una discusión con uno de sus hermanos, ese era el recuerdo, vago y borroso, pero sabía el contexto, el lo había llamado hipócrita a Vulkan mientras lloraba arrodillado delante de un cuerpo y alrededor todo ardía, no era el único cuerpo, había más muchos más a su alrededor.
Los había matado el mismo, junto a sus hijos, incluso a los niños.
Incluso a ellos, decía su hermano llorando.
Eran Eldars, no humanos, sucios Xenos.

Eran Eldars, no humanos, sucios Xenos

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Warhammer 40k: Herejía AstartesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora