Un cambio en la rutina

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El tiempo parece arrastrarse con la misma lentitud con la que las chispas de lluvia se deslizan por el cristal de la ventana. El monótono sonido de cada pequeña gotita impactando contra el suelo es el único concierto en esta oficina de sinfonía del tedio. De vez en cuando, una tos disimulada rompe el profundo silencio, como si alguien intentara recordar a los demás su presencia, aunque sea por un instante fugaz.
La máquina de café, con su constante goteo, se convierte en la estrella de este espectáculo de aburrimiento. Cada gota que cae es como un aplauso a la monotonía, un sonido que resuena en los oídos de los presentes, recordándoles que aún hay vida en este mar de informes y papeleo.
Conway, con la espalda curvada con un absoluto cansancio sobre sus hombros, apenas presta atención a los documentos que tiene delante. Sus ojos recorren las líneas sin entusiasmo, cada palabra le parece más aburrida que la anterior. Incluso el rugido de su estómago no es suficiente para arrancarlo de su letargo. Es solo otro sonido más de la rutina.
Los informes parecen multiplicarse, cada uno más tedioso que el último. Las palabras 'eficiencia' y 'felicidad' se han perdido en un mar de letras y cifras que ya no significan nada. Para él, y para todos en la oficina, esta mañana es una prueba de resistencia contra el aburrimiento.

—Isidoro, suelta una broma —Lo incitó Gustabo soltando la respiración, como si el silencio mismo lo hubiera obligado a contenerla.

—A ver, tete, yo no soy el más indicado —Se excusó girando su silla para darle toda su atención, esperando que el rubio logre disipar el aburrido ambiente.

—Tú, Gordon, cuenta un chiste, seguro te sabes alguno —Pidió apoyando su rostro en una de sus manos.

—¡Uh!, me sé uno buenísimo, mira, mira —Aseguró soltando inmediatamente los papeles al encontrar una nueva distracción —¿Qué le dijo un jardinero a otro?

—No sé, ¿Qué le dijo?

—Conversemos mientras podamos —Soltó generando un silencio aún más agobiante en la sala —Era bueno, era increíble.

—Vaya puto chiste de mierda —Gruñó Conway dejando su lectura únicamente para burlarse como Dios manda de la broma sin gracia —Deberían despedirte solo por haberlo dicho.

—Ustedes no tienen sentido del humor.

—Yo no lo he pillado —Confesó Isidoro.

—¿Pero cómo?, si es muy fácil, conversemos mientras "podamos", "podamos", ¿Lo pillas? —Explicó Gordon haciendo mímica.

—¡Ah!, coño —Contestó con una sonrisa —Pues vaya mierda de chiste, ¿No, tete?

—¡Era el mejor que tengo!

Conway emite un gruñido, casi inaudible, mientras extrae con fastidio su móvil del bolsillo. Es un gesto mecánico, buscando una vía de escape en la monotonía que lo rodea. Desliza su dedo por la pantalla sin prestar atención, pasando aplicaciones que no logran captar su interés. Finalmente, se detiene en WhatsApp, la aplicación que ha abierto y cerrado ya diez veces en el día.
El primero de los chats, ese en particular parece tener un imán para su atención. No hay mensajes nuevos, pero eso no le impide revisar una y otra vez, esperando encontrar algo más reciente en las palabras ya leídas, o quizá, una respuesta.

Gilipollas

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¿Por qué es tan cruel?

Hoy 7:48

No te vi en la mañana, la alarma sonó más temprano de lo que debía y necesitaba golpear a alguien.

Visto.

Sin respuesta.

¿Le habría molestado el comentario? Quizá está ocupado.
Con lo molesto que ha sido todos estos días y ahora no aparece. Pensó. Molestarlo sería más divertido que está mierda.

El músico de la línea catorce - TonwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora