Un nuevo comienzo

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El metro, con su habitual zumbido, se desliza por las vías, un eco suave en comparación al bullicio del día anterior.
Las puertas se cierran mientras abre su mochila con la familiaridad de un gesto repetido mil veces, sus dedos encuentran el lápiz y el cuaderno de presupuestos para dar inicio a una de las pocas tareas que disfruta. Sin embargo, justo cuando está a punto de sumergirse en cifras y operaciones, una cabellera rubia capta su atención desde el rabillo del ojo.
La sonrisa sutil que aparece en su rostro es un reflejo de la comodidad de la rutina, un saludo silencioso a la familiaridad de los encuentros matutinos con el músico. No obstante, en cuanto presta atención, resalta a la vista una clara diferencia: la cabellera rubia que capta su interés no tiene la longitud ni el estilo meticuloso al que está acostumbrado; es más corta, peinada hacia atrás de manera apresurada y algo desordenada. Al girar la cabeza para una inspección más detallada, la sorpresa se dibuja en su rostro al reconocer a Gustabo.
El rubio parece un náufrago en un mar de gente, totalmente perdido en el vagón, sus ojos escudriñando cada esquina con una mezcla de confusión y urgencia. Al encontrarse con la mirada de Conway, su expresión cambia instantáneamente, como si hubiera encontrado un faro en la tormenta. Con una sonrisa de alivio, se dirige hacia el espacio vacío a su lado y se deja caer en el asiento, exhalando un suspiro exagerado sintiéndose participe de una guerra.

—Pensé que no iba a sobrevivir —Confesó fastidiado cruzándose de piernas como si su cansancio anterior se hubiera desvanecido en un instante.

—Joder, pido perdón —Murmuró guardando la libreta devuelta en su mochila a sabiendas de que no tendría un viaje tranquilo.

—¿Perdón por qué? —Pregunta curioso mirándolo de reojo mientras coloca sus brazos cruzados detrás de su cabeza como apoyo.

—Por lo que sea que hice tan mal como para tener que verte tan temprano.

—No sea amargado, Conway, con lo feliz que estaba yo de verte.

—Tú estabas feliz de encontrar un asiento vacío, cabrón, ¿Por qué no te fuiste en la parada anterior con Isidoro?

—Me quedé dormido y se me pasó la línea —Declaró con un bostezo —Me quedé hasta tarde.

—¿Hasta tarde haciendo qué? —Indagó —¿Hablando con el mesero? —Preguntó con una sonrisa cargada de burla.

Gustabo, interrumpido a mitad de otro bostezo, se mantuvo en silencio un momento analizando las palabras de Conway.

—Voy a matar a Isidoro cuando lo vea —Contestó en cuanto todas las piezas encajaron en su cerebro.

—Te voy a devolver todo el puto bullying que me has hecho, gilipollas, te voy a llevar un puto cura mañana al trabajo para que les haga la boda.

—Mañana es feriado, Conway —Contestó con fastidio —Pero más importante, ¿Qué pasa con Toni que no aparece? —Volteó la burla fingiendo que miraba a su alrededor en búsqueda del músico —Quizá me vio y dijo "No puedo hacer nada con Conway mientras esté el sexy de Gustabo aquí"

—No, no, Gustabín, no intentes colármela, dime tú, ¿Hablan mucho acaso?, esto hay que comentarlo, ¿No?

—Mejor busquemos a Toni, seguro que lo extrañas mucho —Insistió con el ceño fruncido continuando con su escaneo por el vagón.

—Enhorabuena por tu noviazgo, siempre supe que llegaría este día —Ignoró el comentario palmeando su espalda —Estoy orgulloso.

—Ajá, mira, si ahí está, ¿Por qué no lo llamamos? —Amenazó.

—Llámalo, llámalo, que venga a enterarse también de tu nueva relación, seguro va a estar feliz por la noticia.

—¡Qué lo llamo, eh!

El músico de la línea catorce - TonwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora