La alarma rompe el silencio de la habitación con su insistente zumbido mientras Conway, aún enredado en las sábanas, gruñe con fastidio. Con un movimiento brusco, su mano emerge de entre las cobijas y golpea el despertador, que por poco no acaba en el suelo. Se sienta en la cama, frotándose los ojos con pesadez, y a través de la ventana solo ve la oscuridad que precede al amanecer apenas iluminada por los faroles.
Haciendo uso de toda su fuerza de voluntad, se levanta, cada músculo protestando, sus huesos crujen acompasados por el sonido de la madera bajo sus pies. Su boca está seca, y siente el peso de la noche en cada parte de su ser. Al entrar al baño, la luz le parece especialmente intensa y en cuanto su vista consigue acostumbrarse se ve a sí mismo en el espejo: ojeras que parecen haber sido pintadas con carbón, el cabello en un caos absoluto e indomable, restos de saliva marcando una línea en su mejilla y una expresión de enojo que ya es pan de cada día en su rostro.
Con un nuevo gruñido se inclina sobre el lavabo y abre el grifo, el sonido del agua casi logra asustarlo por su naturaleza abrupta y estruendosa. Mientras el líquido frío resbala por sus manos, se promete, se jura y vuelve a jurar que esta será la última vez que decide salir de noche a sabiendas de que tiene trabajo al día siguiente. Pero en el fondo, sabe que es una promesa que probablemente no cumplirá.—No salgo nunca más, no tomo nunca más, lo juro por mi putisima vida —Murmuró mientras dejaba que el agua fría lo devolviera a sus cinco sentidos.
Apenas se sintió mas despierto el grifo cesó su fluir con un último goteo mientras se dirigía a la cocina, moviéndose casi por inercia. Un desayuno austero es lo único que es capaz de preparar: una taza de café oscuro y humeante que sugería un enorme alivio, y una tostada con mantequilla sin ningún chiste, ningún lujo. El café, amargo y fuerte, fue un bálsamo para su cansancio, mientras que la tostada apenas era suficiente para opacar la fatiga.
En el segundo en que terminó, aún masticando los últimos trozos del desayuno fue camino al baño donde se lavó los dientes con movimientos lentos, cargados de pereza, mirando su reflejo con una resignación que no necesitaba palabras. Ese sábado ni siquiera se molestaría en intentar domar su cabello rebelde; un poco de agua fue el único esfuerzo que hizo. Se cambió de ropa, despojándose de la camisa y los jeans de la noche anterior con los que en algún momento se había dormido, y se vistió con su habitual uniforme, su segunda piel, solo que esta vez, su usualmente impoluta camisa blanca tenía unas arrugas inusuales en Jack Conway.
Con el uniforme puesto, parecía recuperar algo de sí mismo. Finalmente, tomó su teléfono deslizando el dedo por la pantalla en busca de mensajes nuevos, una rutina tan arraigada como el café de la mañana.WhatsApp • 14 mensajes de 4 chats
Freddy .l. Isidoro de mierda, el puto labial no sale.
Freddy .l. Te salvaste Conway, parece que todos vamos hoy con...
Freddy .l. Gustabo la tuvo peor.
Freddy .l. + 3 mensajes.
Volkov NO TOMO NUNCA MÁS.
Gusnabo Me quiero morir
Gusnabo ¿Tengo que ir a trabajar?
Gusnabo No me puedes hacer esto.
Gusnabo Isidoro quiere volver a salir mañana.
Inodoro ya te tocará, tete, no te salvas de mi.
Inodoro Volvamos a salir mañana.Freddy .l.
5:56
Isidoro de mierda, el puto labial no sale.
Te salvaste Conway, parece que todos vamos con el beso de Isidoro en la cara a trabajar.
Gustabo la tuvo peor.
Van a pensar que soy un putero, neno.
Primer día llegando al trabajo y voy reventado, con una marca de labial y ojeras, ¿Qué van a pensar de mi?
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El músico de la línea catorce - Tonway
RomanceCada día en el metro de Los Santos es un desafío. Sin embargo, incluso más que a cualquier bullicio caótico, Jack Conway no puede evitar detestar al músico de la línea catorce. -Tonway. -No está ambientado en el rol original.