Toni cruzó el umbral de la puerta, su bolso colgando diagonalmente sobre su pecho mientras se aferraba a la correa deseando que el mero contacto fuera capaz de espantar el frío de la mañana. Carlo se detuvo antes de que la brisa pudiera colarse por su piel hasta los huesos. La luz tenue del interior delineaba su figura, contrastando con la oscuridad invernal matutina.
-Es extraño verte sin tu guitarra -Comentó. La ausencia del instrumento parecía un enigma después de tantos años llevándolo a cuestas casi religiosamente.
Toni rodó los ojos. Sus manos, entumecidas, se refugiaron en los bolsillos de su abrigo. Carlo, atento a los temblores ocasionales que sacudían el cuerpo de su hermano, cruzó los brazos y se apoyó en el marco de la puerta. La madera del viejo apartamento crujía bajo su peso.
-¿Estás seguro de que no prefieres que vaya a dejarte? -Preguntó por vez número treinta. Su voz era suave pero cargada de preocupación. A Toni no podía parecerle más cómica la insistencia.
-Realmente me lo dices como si no estuviéramos trabajando en el mismo lugar, a las mismas horas -Apuntó Toni con gracia. Sus pies apenas se levantaron del suelo para alcanzar el cabello de Carlo, el cual acarició con cariño antes de darse media vuelta, listo para marcharse -El horario es jodido, pero está siendo agradable.
Carlo asintió a pesar de no ser visto, sin soltar el umbral de la puerta.
-Nos vemos en unas horas -Se aseguró. Observó cómo Toni volteaba la cabeza hacia él, la luz de la lámpara iluminando sus rasgos cansados y su imborrable sonrisa.
-Te veo en unas horas -Se despidió con un movimiento de mano a pesar de la cercanía, antes de que la puerta se cerrara en sus espaldas.
Por un momento miró al cielo gris, plagado de nubes oscuras que parecían presagiar una tormenta inminente. El aire estaba cargado de electricidad dando la impresión de que en cualquier momento comenzaría a escuchar las siete trompetas. El clima había sido lo primero que captó su atención al llegar a Los Santos: un momento soleado, al siguiente, el cielo amenazaba con desplomarse. Quizá la culpable había sido su suerte de aparecer por la ciudad apenas entrados a invierno o quizá era un efecto del cambio climático.
Pocos minutos y la estación del metro ya se alzaba ante él, sus escaleras descendiendo hacia las profundidades de la ciudad. Toni ajustó la correa de su bolso, tarareando una melodía improvisada que pronto le recordó a una de las canciones que su hermano suele poner a todo volumen. Carlo tenía asuntos que atender aquella mañana, asuntos que llevaban tatuados los nombres de Valentina y "el Mantecas" por todos lados. No podía simplemente dejar a Toni en el local con su moto mientras preparaba una increíble cena romántica. El simple pensamiento le arrancó una leve risa. No entendía por qué su hermano rechazaba tanto al nombrado mantecas. Sin duda, había una historia interesante detrás de ello.
Toni descendió las escaleras, el eco de sus pasos resonando en las paredes de piedra solo silenciados por el vaivén de la gente a su alrededor. Las luces fluorescentes parpadeaban intermitentemente queriendo captar su atención con un mensaje pasado por alto.
El metro llegó justo a tiempo, sus puertas abriéndose justo cuando él se encontraba frente a ellas, haciéndolo sentir amo y señor de la máquina y la estación por un instante. Rápidamente subió y, en lugar de buscar un asiento libre o un espacio poco abarrotado, su mirada se centró en captar la conocida presencia del oficinista, encontrándolo sin dificultad alguna en su lugar habitual por "decreto real del metro". El cansancio pareció evaporarse de su cuerpo en un instante, y se dejó caer en el asiento a su lado sin necesidad de llamar su atención como otras veces, por la simple razón, de que este último también pareció buscar su presencia entre el mar de cuerpos en cuanto las puertas se abrieron. No era necesario saludarse; esperaba que la familiaridad de sus encuentros hubiera trascendido las formalidades.
ESTÁS LEYENDO
El músico de la línea catorce - Tonway
RomanceCada día en el metro de Los Santos es un desafío. Sin embargo, incluso más que a cualquier bullicio caótico, Jack Conway no puede evitar detestar al músico de la línea catorce. -Tonway. -No está ambientado en el rol original.