Sombras del Desencuentro
Por alguna razón, me encontraba bastante nerviosa y apenas ingresé, el silencio que invadía el lugar justificaba mi estado ansioso. Cada segundo se sentía como una eternidad mientras esperaba a que mi padre hablara.
La línea recta que poseía en la frente, por su ceño fruncido, delataba su enfado. Esa expresión facial me causaba temor, y más sabiendo lo que eso implicaba: que la situación podía tornarse difícil. Tragué saliva, intentando prepararme para lo que vendría.
No me animaba a preguntar qué sucedía; usualmente prefería guardar silencio antes que todo su mal genio se dirigiera hacia mí, y más ahora que mis preocupaciones estaban dirigidas hacia otro sitio. Lo último que me faltaba era que él se enfadara conmigo.
—Necesito hablar con los tres ahora, entren —habló por fin, saliendo del vehículo rápidamente y cerrando con fuerza la puerta.
El sonido resonó en mis oídos como un trueno, haciendo eco en mi pecho.
—¿Qué le pasa? —pregunté viéndolos a ambos, pero no me respondieron.
Se limitaron a blanquearme los ojos, y un escalofrío recorrió mi espalda. Algo estaba muy mal, podía sentirlo en el aire cargado de tensión.
¡Ay Dios!
Es así que me encaminé hacia adentro de la casa en busca de él. Nos esperaba en el comedor con una mano detrás de su espalda y la otra en el puente de su nariz. Confirmaba las miles de suposiciones que ya había montado en mi cabeza; él que la había embarrado, lo había hecho a lo grande.
Mi corazón latía con fuerza, preparándose para lo peor. Por unos segundos, ninguno dirigió palabra, lo que aumentaba mi tortura. El suspenso era insoportable, y apenas podía contener mi respiración.
—Dame tu mochila —exigió dirigiéndose a Nicolás.
—¿Qué? No, ¿Qué pasa? —lo miró bastante confundido, pero su voz temblorosa delataba su nerviosismo.
No entendía nada de lo que estaba ocurriendo, pero la situación se ponía cada vez más tensa, provocando en mí desesperación al ver cómo mi padre se acercaba todo acelerado hacia mi hermano para quitarle la mochila.
Algo no andaba bien, y el presentimiento de que las cosas se pondrían feas se aferraba a mí como una sombra oscura.
—Dame la mochila —forcejeó con él, quitándosela de mala manera del hombro.
Mis manos comenzaron a sudar mientras observaba la escena, sin poder apartar la mirada.
—¡Eh, eh! ¡Para, qué te pasa, loco! —se quejó mientras se arreglaba la campera, pero su voz estaba llena de ira—. ¡Ahí tenés la puta mochila! —gritó viendo cómo empezaban a revisar los bolsillos de esta.
¿Todo este quilombo por una mochila? ¿Me están jodiendo?
—¡Me pueden decir qué mierda está pasando, no entiendo nada! —solté, harta de toda esta situación innecesaria.
Él, por su parte, me ignoró por completo para seguir hurgando las cosas de mi hermano, tirando todo a la mesa con un estrépito ensordecedor. Los objetos volaban por el aire, mientras yo trataba de asimilar lo que veía.
¿Cómo podía estar pasando esto en mi propia casa?
Un nudo de angustia se apretaba en mi pecho mientras observaba la esponja de alambre dorado y el tubo metálico que mi padre había sacado de la mochila de Nicolás. Mis pensamientos se agolpaban en mi mente, buscando una explicación lógica que no encontraba.
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Cuando los espejos Resplandecen
Mystery / ThrillerUna joven descubre un mundo de misteriosos reflejos cuando empieza a ver en el espejo a un enigmático chico ligado a su destino. A medida que una serie de escalofriantes asesinatos sacude la comunidad, ella se ve envuelta en una peligrosa trama dond...