Cap 15

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El diablo

Poco a poco me olvidaba de la paz que en algún momento había tenido. Cada una de las cosas que pasaba a nuestro alrededor ya no pasaban desapercibidas y el sentimiento de opresión lo único que causaba era recordarme que el presente se había descontrolado.

Cuando nos acercamos lentamente con Tomas hacia la estación de policía, donde reinaba la conmoción, los oficiales y paramédicos corrían de un lado a otro. Las luces parpadeantes de las patrullas y las ambulancias iluminaban la escena caótica mientras que una cinta amarilla rodeaba la escena del accidente, marcando el perímetro donde nadie podía pasar.

Tomas y yo nos detuvimos al borde de esta barrera improvisada, observando como sacaban al oficial herido del auto destrozado. Una sensación de espamento me causó observar como el fuego se elevaba desde el interior del vehículo y la manera en como los bomberos intentaban apagarlo, pero aquel estaba más vivo que nunca.

Nunca había visto algo similar, y la preocupación en los ojos de las personas que estaban siendo evacuadas expresaban lo mismo.

—Estamos bien—escuche a Tomas quien tenía el móvil en su oreja

Los paramédicos seguían atendiendo a los heridos y los oficiales trataban de poner orden en el lugar para evitar más de ellos. En ese momento, la tensión en el ambiente se encontraba palpable y el desconcierto iba en aumento... más cuando mis ojos captaron aquel detalle.

Apenas los enfermeros habían colocado aquel cuerpo en la camilla, la mano de aquel hombre había llamado mi atención. Retrocedí unos pasos, al ver la imagen que se presentaba frente mío que me causaba escalofrío.

En el dedo anular se visualizaba un contorno casi perceptible que revelaba la ausencia de un anillo, pero dejaba expuesto aquel grabado en su piel; La runa Thurinaz, misma marca que había encontrado en escenas anteriores.

¿Por qué?

En ese precisó instante la desesperación de salir corriendo de ese lugar había aparecido. Por un momento, había creído que era un accidente algo que había sucedido de forma infortuna ,pero cada vez que quería mentirme a mi misma la realidad que estaba atravesando me daba una bofetada.

Todo se volvía a repetir. Volvía a ser testigo de tragedias que aquel que las cometía se encontraba detrás de un cristal. Volvía a vivir la impotencia en carne propia y no sabía cuánto más podía llegar a aguantar.

—¿Estas bien?, deja que te ayudo— escuche la voz de un hombre que me agarró las dos manos levantándome del suelo.

Me encontraba bastante perdida y sin rumbo. Los pasos agigantados en que la desgracias nos había envuelto marcaba el final de una vida que habíamos tenido para dar inicio a una etapa incierta y desconocida. Aquella vida que había perdido y que no sabía si en algún momento la volvería a tener, cada vez quedaba en mis vagos recuerdos.

—Gracias, estoy bien — respondí y me alejé.

No llegué a verle la cara a la persona que me había ayudado y tampoco sabía como había caído al suelo. Solo tenía la certeza que había perdido el eje, había perdido muchas cosas más que la concentración. Había perdido la tranquilidad, la mía y la de las personas que estaban a mi alrededor.

Sin embargo, mi atención dispersa repentinamente se vio impuesta por el rostro del chico de cabello negro que estaba parado detrás de la barrera de seguridad. Su mirada penetrante me había atravesado como flecha, enviando una clara señal que debía girar mi rostro hacia ese lugar.

A pesar de toda la abrumacion del momento había algo en él que despertaba cierta fascinación, su presencia me atrapaba de una forma que no me dejaba ver hacia otra dirección que no fuera esa. Pero algo en lo más profundo de mi instinto sentía la necesidad de estar alejada, había algo oculto en aquellos ojos negros que no podía explicar y que me incentivaban a salir corriendo.

Cuando los espejos Resplandecen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora