Cap 17

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Difuso

—Si, lo eres...— la lagrimas se resbalan por mis mejillas—Eres un mounstro

La imagen del sacerdote se colaba en mi mente sus manos aferrándose con desesperación al cordón que lo apretaba alrededor de su cuello. Su piel, que antes irradiaba calidez, volviéndose livida. Sus ojos desorbitados intentando encontrar una vía de escape reflejando con su mirada angustia al darse cuenta que le estaban arrebatando la vida.

El culpable de su muerte estaba frente de mi y por más que trataba de verlo con otros ojos el miedo seguía intacto en mi.

—Al menos soy algo, pero…¿Tu que eres?—se dio vuelta acercándose hacia el escritorio y apoyándose en el —Nada, no eres nada — soltó una carcajada

—Prefiero eso, a ser una asesina—replique

—Sos peor que eso. Sos insulsa, patética, débil — sus brazos se extendieron a los costados, las manos asentadas sobre la superficie de madera — Cobarde, aburrida. No me sorprende porque nadie se acerque a ti…

El fuego consumiendo, el metal fundiendo cada parte del auto. Un  infernal momento que devoraba todo, la piel antes suave y tersa, transformándose en un paisaje desgarrador de heridas abiertas y ampollas hirvientes.

El culpable, hábil en su juego con sus palabras intentaba carcomer mi cerebro. Cada palabra y cada insulto parecían clavarse en mi.

—Todo lo que haces es destruir… ¿Por qué sos tan desagradable? —me lleve mis manos a mis oídos al oír aquel maldito zumbido.

—¿Desagradable? — elevo ambas cejas – Soy honesto, algo que por lo que veo, tu no eres capaz de ser contigo misma

Los lamentos resonantes en mi memoria, lamentos desgarradores cargados de vapor; cada grito angustioso más que el anterior. Aquella casilla petrificada por azufre, aquella experiencia que me dejó marcada.

Me encontraba sentada en mi cama tratando de ignorar su presencia de quitarme todo el torbellino de imágenes que se me cruzaban en la cabeza.

Sabia que había cometido errores y había cosas de las que no estaba orgullosa, pero escuchar a Azkeel me llenaba de una sensación de auto-odio, culpa y sobre todo agotamiento.

—¿Crees que no lo sé? —susurre por lo bajo

—Estás vacía, no hay nada dentro de ti

Su mirada estabaconcentrada en mi. Con su postura relajada llevo su mano hacia su torso. Mientras que con el otro brazo llevo la otra hacia su mentón apretando ligeramente sus mejillas.

—Eres solo una muñeca, un juguete. Es la única razón por la que se acercan a ti — sus dedos se movían ligeramente sobre su barbilla.

Cerré los ojos con fuerza, tratando de bloquear las palabras que me disparaba.

Sabia que tenía que resistir y no dejarme abrumar aunque me era demasiado difícil. Quería salir corriendo y no escucharlo más. Solo provocaba cierta desesperación en mi.

—No me importa lo que digas, tu no me conoces. Puede que haya momentos que me sienta perdida, pero no dejaré que te aproveches de eso —dije con cierta determinación intentando que las palabras salgan fluidamente

—¿Qué ofreces además de tu apariencia? Si eres demasiado estúpida, No tienes idea de lo que está pasando a tu alrededor, no pudiste descifrar una maldita pista — soltó una risa sarcástica mirando hacia un costado para volver su mirada en mi—La verdad siempre esta frente tus ojos, pero sos una cobarde, cobarde —canturreo la última parte.

Estaba bastante claro, que le agradaba esto. Para él, todo era un maldito juego. Por otro lado, no podía hacer caso omiso a lo que decía, sus palabras resonaban en mi mente.

“La verdad siempre esta frente tus ojos", mis manos comenzaron a temblar el recuerdo de mi padre y de aquello importante que habia dejado en segundo plano, volvían a filtrarse en mi.

Me envolvían en el dilema que las situaciones entorno al ser que tenía frente mío, no era lo único que me dañaba.

Presenciar la agonía lenta de mi hermano hundiéndose en la  profundidades de la adición, su mirada perdida y sus manos temblorosas. Las yemas de sus dedos ásperas marcadas por la sombra oscura indeleble, en su piel que revela su lucha constante contra el veneno que lo consumía desde adentro.

La impotencia de no poderle evitar la caída y sabiendo que cruzando la puerta de su habitación el no se encontraría. Eso también me dañaba.

—A veces no entiendo todo lo que me llevara esto, pero se que dentro mío existe algo real y verdadero. ¿Tu puedes decir lo mismo? —me seque el rastro de lágrimas pasando con suavidad mis nudillos por debajo de mis ojeras.

Y es en ese preciso momento supe que me costaba enfrentarme a la realidad que me atormentaba.

¿Cómo escapas del dolor, cuando es más sencillo aferrarte a él?

Muchas veces me había cuestionado y replanteado mi vida. Reflexionar sobre ella, pero nunca me habia puesto analizar en su profundidad que era aquello que más dolor me causaba.

Siempre que sucedía algo que me dolía, al día siguiente hacía de cuenta que nada había sucedido. Vivía en una constante acumulación de situaciones creyendo que el tiempo resolvería todo llevándose así todo lo que me perseguía.

Pero últimamente, eso no sucedía. Aquella bola de nieve solo crecía.

La gelidez del eterno invierno que estaba atravesando era el recordatorio de la fragilidad de la existencia. La muerte me perseguía y aquel verdugo invisible en la sombra se deslizaba cosechando vidas, sin piedad.

—Eres patética, aunque este ligado a ti… —rodeo los ojos con desdén —No puedes engañarme, tu sos  la que estás atrapada en la ilusión de tu propia falsedad — se acerca a mi colocándose en cuclillas buscando mi mirada—Yo veo atraves de ti, más allá de mi… —giro su rostro provocando que siga la dirección de su mirada hacia el espejo—Mira en lo que te convertiste

Me vi en el espejo, y en lugar de reconocer la imagen que me devolvía como solía ser, vi una extraña desfigurada. Mis ojos cansados y hundidos estaban rodeados por ojeras oscuras, testigos mudos de las noches de insomnio. El cabello antes radiante, cuidadosamente peinado, colgaba desaliñado alrededor de mi rostro. Cada línea de preocupación, cada rastro de fatiga se plasmaban en mi.
 

Cuando los espejos Resplandecen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora