CAPÍTULO 10

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Despertaron a eso de las 10 de la mañana, el alfa estaba más que rozagante, mientras que el omega tímido.

—Desayunemos, luego llamamos a Hoseok.

—¿Quién es Hoseok?

—El doctor Jung.

—¡Oh!

Ve que el omega va hacia la puerta de salida.

—¿A dónde vas?

—A desayunar...

—Pero vas hacia la salida.

—Para dar la vuelta y recibir el plato...

—Olvídate de eso, ven conmigo.

Lo conduce hacia el comedor otro lugar bonito donde solo ha pasado por la puerta pero no entrado, le gusta como todo en esa enorme casa, se siente acogedor.

El alfa jala una silla y le indica que se siente.

Una de las empleadas se acerca, un poco extrañada por la presencia del omega, aun así sonríe.

—Han, sírvenos el desayuno. Luego quiero que empaques las cosas de Jin...—un dolor se extiende en su pecho, tristeza... es lo que puede percibir— ¿Qué pasa mi Lunita?

Un apodo bonito piensa el omega, aun así, le pone triste irse.

—¿Me voy?—pregunta con un puchero lindo en el rostro.

—¿A dónde?

—Dijo que empaque mis cosas.

—Sí, para llevarlas a mi habitación... ¿No quieres?—el omega hace contacto visual, algo que no hacía pero ya le vio más allá que los ojos no esta mal hacerlo ¿o sí?—. Perdón por no comentarlo antes. De todas formas, empaca sus cosas Han y llévalas a cualquier habitación.

—¡No!—interrumpe un poco preocupado—. S-sí... sí quiero en su habitación.

—¡Perfecto!

Para esa tarde las pertenencias del omega estaban en la habitación del alfa. Incluida esa maleta vieja que lo acompañó al principio, necesita tenerla a la mano por si las cosas vuelven a ser malas.

[...]

 Como si se conocieran de toda la vida, alfa y omega empezaron a convivir.

El omega aun temeroso de hacer algo inadecuado o que molestara a alguien y fuera regañado, de todas formas andaba con más libertad por la bonita mansión, su lugar favorito la oficina del alfa, dado que es una biblioteca, los libros lo llaman, además, convenientemente el alfa se encuentra ahí.

Dado que el alfa le puso varios apodos cariñosos, el omega se sintió en la libertad de hacer lo mismo, hasta el mismo alfa un día le dijo que dejara de tratarlo de usted, aunque fuera mayor que el omega, lo hacia sentir como si fuera un viejo.

El alfa había mudado momentáneamente su oficina, hasta su secretaria llega mejor a la mansión en lugar del gran edificio que ocupa la más grande de las empresas de alimentos que maneja y de la que es heredero, el Imperio Kim no solo está en ese ramo, sino en varios otros que lo hacen importantes y reconocidos a nivel mundial, pero al alfa Kim le apasionan las innovaciones y más en la comida.

La secretaria principal del alfa, Somi, los primeros días que llegaba se quedaba en shock al ver a su jefe tan servicial, amable y tranquilo, nunca en sus cinco años de trabajar para él había visto eso, pero le alegraba el corazón ver que el trato era recíproco, porque siempre era testigo de como el omega se levantaba de su cómodo sillón para servirle café, pedía bocadillos para el alfa, le daba masajes en los hombros tensos, y hasta a ella le preguntaba si quería algo. Para ella eran una bonita pareja, nunca supo cómo era que su jefe tenía pareja, marcado y embarazado, pero le agradaba ir y observarlos.

Nadie externo a esa mansión se podría imaginar como se dio su relación al principio, porque ahora sus mimos, caricias y demás demostraban algo muy diferente.

El doctor Jung les hizo saber que como el lobo del omeguita estaba recién saliendo a la luz, otro episodio como aquella noche se podía presentar, y al no encontrar a su alfa, no sabían a ciencia cierta qué podía pasar. 

Ya no habían llegado a tener intimidad como la de esa noche, el alfa tenía pavor y dejó claro que si lo volvían hacer era si existía otra circunstancia como la anterior.

—Daré una vuelta por el jardín—avisa el omeguita poniéndose de pie, viendo el cerro de papeles que tenía el alfa, quisiera ayudarle, pero sabe la respuesta de su alfa "No, tu dedícate a descansar y yo a generar dinero para ti", se acerca a este y deja un pequeño besito en su sien.

—Baja con cuidado, no te esfuerces—le dice devolviendo el beso pero en el vientre del omega, pone las manos a los costados, una costumbre que ha adquirido no hace mucho.

Esta por dejarlo ir cuando un movimiento dentro del vientre lo hace saltar, el omeguita se queda estático, ambos viéndose fijamente.

—¿Qué pasa?—pregunta la secretaria, no entendiendo que ocurre.

Entonces entiende al escuchar a su jefe dirigiéndose al vientre de su omega.

—¡Hola, cachorrito! te tardaste en decir que aquí estás—recibe como respuesta otra movimiento, bastante brusco que le hace ver a su omega dado el quejido y lo alarma—. ¿Te duele?

—No, es raro—dice el omega serio.

—¿Estás bien?

—Cachorrito... ¿Cachorrito está bien?

—Está más que bien, se está quedando sin espacio entonces debe acomodarse ¿no recuerdas lo que nos dijo hyung?

—Sí—por fin sonríe, ahora recuerda que definitivamente esto debió pasar hace algunas semanas, pero se alivia al sentir que está todo bien—. Cachorrito bonito, acomódate como gustes.

De nuevo otro movimiento, tanto alfa como omega acarician el vientre.

Somi solo sonríe al verlos ahí, exhortos de todo su alrededor y en una pequeña burbuja que se rompe cuando escuchan el teléfono sonar.

—Yo contesto—avisa para que ellos sigan en lo suyo.


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