Capitulo 5

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Santana daba un último vistazo alrededor para comprobar que todo estuviera en orden, después de la sesión de limpieza que acababa de emplear en el apartamento cuando el timbre de la puerta sonó. Abrió y encontró a Quinn parada allí, su cara escondida por la brillante caja envuelta en sus brazos. —Las otras partes están en el auto, — lanzó un resoplido agradeciendo que le echara una mano con su carga.

—¿Recuerdas que él conduce un auto compacto y no una inmensa camioneta?—.

—Éstos son los que el hombre en la tienda dijo que eran aptos para el auto de Jake— Quinn protestaba mientras sacaba el resto de las partes del sistema de audio de su auto.

—¿Le pediste al vendedor que te dijera cuáles comprar?— Santana preguntó incrédulamente.—Quinn, tu debiste decidir que comprar—

—No empieces— la joven de cabello rubio advirtió amablemente.—No todo lo que compro tiene que ser aprobado por la Revista del Consumidor—.

—Pero... —, Santana dejó de hablar cuando vio la mirada de desaprobación de Quinn.—¿lo estoy haciendo de nuevo, verdad?—

—Si— la terapeuta afirmó.

—Es bueno tenerte por aquí para que me señales todas mis pequeñas manías, — le dijo, aprovechando que la calle estaba vacía se inclinó y le un rápido beso en los labios—Y a propósito, Brittany está aquí—.

—¿Le advertiste sobre tu madre?—

Santana metió la mano en el coche y saco la última caja, golpeando la puerta con su cadera para cerrarla.—No. Se suponía que estaría fuera todo el día pero su auto se estropeó o algo así—.

—Debiste advertirle antes de que el General Hittler reencarnado en tu madre llegara— Quinn dijo mientras llegaban a la puerta.

—Mi madre no es tan mala—.

—¿No es tan mala?... ¿Santana, recuerdas el Día de Acción de Gracias cuatro años atrás? ¿La única y última vez que me llevaste a la casa de tu madre?— Ella mantuvo la puerta abierta mientras entraba Santana.

—Honestamente no pensé que ella estaba espiándonos—. Santana se sobresaltó ante el recuerdo de cuando su madre entró a la cocina y las encontró dándose un beso apasionado.

—Bien sabes que me culpó por corromperte.— Agregó la rubia de ojos verdes.

—Por supuesto que lo hiciste— Santana dijo con una sonrisa juguetona.—Después de todo, yo era una joven inocente antes de conocerte.—

—De cualquier forma no es realmente la mujer tranquila que recuerdo...¿Cuánto tiempo tenemos antes de que ella llegue?—

—Aproximadamente dos horas— Respondió mientras la observaba con cautela.

—mmm… podemos hacer mucho en dos horas— sugirió la rubia terapeuta mientras se acercaba despacio a la escritora, rodeándola de pronto con sus brazos.

—Oh.. no, no, no!... no sigas por ahí. No con la señorita chimenea aquí— Agregó Santana mientras intentaba zafarse de los brazos de Quinn, sin ejercer mucha fuerza en realidad.

—Prometo no hacer… mmhm… mucho ruido— Quinn recorría con besos el cuello de Santana, haciendo que esta se retorciera por su contacto. Y antes de que pudiera responder instintivamente esta se alejó rápidamente para dirigirse a la cocina, provocando una sonrisa seductora en los labios de Quinn.

—No es muy buena idea Quinnie… Por lo menos no ahora—Se volteó no sin antes guiñarle un ojo a la esbelta mujer.

Dos horas para tener este lugar limpio y listo para la inspección, pensó Santana para sí misma mientras abría el refrigerador y sacaba la jarra de limonada helada para colocarla en la barra de la cocina. Como hacia cada vez que su madre venia de visita, los nervios de Santana estaban al borde. Su padre y ambos abuelos habían sido de las Fuerzas Armadas y a su madre le toco ser la esposa de un oficial muy estricto. Había algo en su mente, un sentimiento que le hacía pensar que algo se le estaba escapando.... algo que su madre tal vez podría notar—¿Se ve todo correctamente?—

El corazón de BrittanyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora