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—Voy a reprobar— dijo Brittany con aire miserable mientras contemplaba el enorme edificio de piedra.
—No vas a reprobar— insistió Santana acariciando suavemente la espalda de su amiga. Se encontraban en el aparcamiento del instituto, rodeadas de otros adultos que fumaban y charlaban animadamente.
—Para ti es fácil decirlo— farfulló la rubia.
—Y para ti también debería serlo— dijo Santana —Has sacado sobresaliente en los dos exámenes de práctica y te sabes las fórmulas de memoria. Puedes hacerlo, Britt. Sé que puedes— Acto seguido, puso un par de lapiceros en la mano de la joven —Anda que ya abren—
Brittany aspiró profundamente y echó un vistazo al edificio, plagada de dudas y temores que hasta entonces había conseguido mantener a raya.
—A lo mejor debería esperarme y estudiar más—
—No. Ya has estudiado bastante. Es que estás nerviosa, eso es todo—
Incapaz de detenerse, Brittany rodeó a Santana con sus brazos y la apretujó con fuerza. —Deséame suerte—
—Buena suerte, cielo— le susurró Santana al oído mientras le devolvía el abrazo —Ya verás como te va a ir bien… y cuando salgas te compraré unas palomitas gigantes e iremos a ver la peli que tú quieras—
—Me conformo con unas de microondas y algo del videoclub— Brittany se apartó a regañadientes y comprobó que sus lápices tenían punta —¿De verdad crees que puedo hacerlo?—
—No lo creo— la corrigió Santana —Lo sé… Ya he elegido en que parte de la pared vamos a colgar tu diploma. Y ahora entra ahí y enséñales cómo se hace—
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Brittany estaba demasiado nerviosa como para darse cuenta de las hojas que cubrían la carretera. Por fin había llegado un sobre de la Comisión Estatal de Educación. Cuando había llamado a casa en su descanso y Santana le había dicho que tenía un enorme sobre blanco esperándola, había estado a punto de pedirle permiso a Blaine para salir temprano. Se pasó de largo sin titubear la iglesia en la que se llevaban a cabo las reuniones de AA y se dirigió como una bala a casa. En pocos segundos sabría si había aprobado el examen que había hecho tres semanas antes.
Justo cuando iba a agarrar el pomo de la puerta, ésta se abrió para dejar ver a Santana allí con el sobre en las manos.—¿Buscabas esto?— dijo la escritora mostrando su mejor sonrisa.
—No puedo creerlo— afirmó Brittany con nerviosismo, recogiendo el sobre y entrando en la casa —Tiene que ser mi diploma. No enviarían un sobre tan grande sólo para decirme que he reprobado, ¿no?—
—Ábrelo y a ver qué pasa— dijo Santana.
Con manos temblorosas, Brittany rasgó el sello y sacó dos trozos de papel. Uno era una carta, la cual ignoró con rapidez para contemplar el diploma con aire oficial que tenía en la mano, el cual mostraba su nombre elegantemente escrito.
—Lo he conseguido— susurró.
—Sí, así es— convino la escritora.
Brittany siguió con la mirada fija en el pliego. —No me puedo creer que lo haya hecho— Unas manos reconfortantes se posaron sobre sus hombros —He aprobado. Tengo mi Graduado Escolar. Ya no tengo que ir diciendo por ahí que nunca acabé el bachillerato, porque soy graduada. Lo he conseguido—
—Sabía que podías hacerlo— afirmó Santana con dulzura.
—Pero no habría podido de no ser por ti— Tras dejar el papel en la mesita, se giró para quedar de cara a Santana. Todas aquellas semanas de estudio, la lucha por recordar nombres y fechas, los intentos por hacer feliz a Santana cuando lo único que ella quería era tirarlo todo a la basura y rendirse… todo había acabado. Una hoja de papel declaraba sin lugar a dudas que el error que Brittany cometió cuando era una adolescente ya no iba a hostigarla más. Mirando a Santana, Brittany supo de dónde había salido la fuerza para hacer que lo que una vez fue sólo un sueño ahora se hubiera convertido en realidad —Gracias— susurró al tiempo que parpadeaba para no llorar.