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Brittany contempló con nerviosismo las señales de tráfico.
—¡Ahí!— exclamó de repente —La siguiente a la derecha— Santana hizo lo que se le ordenaba y momentos después el mercedes avanzaba despacio por una calle llena de baches, flanqueada de postes de electricidad y aceras de cemento agrietadas. Varios contenedores de basura abollados yacían junto a los bordillos y en un par de ocasiones Santana tuvo que pisar a fondo el pedal del freno para no llevarse por delante a un perro callejero —Muy bien— dijo Brittany, echando otro vistazo al papel en el que llevaba apuntada la dirección —Gira a la izquierda allí arriba, donde está la señal de alto, y luego a la derecha en la segunda manzana— Dobló cuidadosamente el papel y se lo guardó en el bolsillo trasero de sus vaqueros —El parque debería estar ahí mismo, a la derecha—
Brittany se sorprendió al ver que el parque de caravanas no estaba tan lleno como ella había esperado. Los lotes eran grandes en comparación con los del lugar en que había crecido y los caminos estaban nivelados, acotados por árboles y césped y libres de vehículos. Las caravanas, por su parte, presentaban un inmejorable aspecto, con tejado y ventanas salientes. La señalización también era buena, así que Brittany no tuvo dificultad para encontrar el camino Pine y, desde allí, la casa azul y blanca de doble tamaño con un patio al frente repleto de juguetes y un par de bicicletas a un costado.
—¡Ahí está!— exclamó entusiasmada al tiempo que empezaba a abrir la puerta del auto. Santana giró hacia el camino de grava y aparcó detrás de un viejo Toyota. Brittany apenas se había bajado del mercedes cuando la puerta principal se abrió de par en par y una mujer, que sólo podía ser su hermana, salió al exterior —¡Patty!——¡Brittany!—
Ambas se abrazaron con fuerza.
—No puedo creerlo— dijo Brittany, aferrándose a una realidad que en numerosas ocasiones había dejado de considerar posible —Dios, cuánto te he echado de menos—
Patty se separó un poco secándose las lágrimas.
—Estuve a punto de caerme de la silla cuando mamá me contó que te había visto en el supermercado. Llegué a pensar que… bueno, eso ya no importa. Estás aquí— Patty se fijó en Santana, quien se había quedado junto al auto —Y tu debes ser Santana, su compañera de apartamento—
Brittany las miró mientras se estrechaban las manos.
—Encantada de conocerte —dijo Santana, sin moverse de al lado de Brittany.
A un metro de distancia, la joven advirtió la huella que el tiempo había dejado en su hermana. Su joven piel mostraba una serie de leves arrugas junto a sus ojos y el cabello que antes refulgiera dorado a la luz del sol presentaba aun su tono rubio. Además, Patty lucía un cuerpo que sin duda evidenciaba sus dos embarazos pero aun mostraba parte de su esbelta figura, sin embargo vibraba dentro de ella algo que ni los kilitos de más ni las leves arrugas podían esconder. Seguía siendo la misma hermana con la que Brittany había pasado horas jugando al Monopoly, compartiendo secretos y temores, y a quien había extrañado a morir.
—Entremos— dijo Patty, señalando al modesto porche.
Sin la menor duda, aquí viven un par de niños, pensó Brittany mientras esquivaba un robot de juguete y una muñeca para ocupar un puesto en el sofá junto a Patty al tiempo que Santana tomaba asiento en el sillón reclinable y alcanzaba una de las revistas que se apilaban en una mesita cercana.
—Bueno, ¿y dónde están todos?— preguntó Brittany.
—Mamá se ha llevado a Jessica y a Thomas a cenar en Happy Mary. Hay una sala de juegos en ese lugar y yo quería pasar un tiempo contigo sin tener a todo el mundo aquí armando escandalo—