****
Jake había estado esperándolas en el hospital y una mueca contrariada decoraba su joven rostro.
—Ya era hora. Mamá pensaba que no ibas a venir—
—¿Está despierta?— preguntó Santana a medida que se aproximaban. Su hermano estaba en el pasillo, frente a la puerta de la habitación de su madre.
—Sí, estoy despierta— gritó la mujer desde dentro. Santana compartió una mirada con Brittany antes de entrar, saludando de inmediato a su madre y disculpándose por no haber llegado antes. Con pesadumbre, comprobó que su hermano y Brittany no la habían acompañado dentro, obligándola a lidiar con su siempre alerta y, a juzgar por la expresión de su cara, nerviosa madre.
—¿Cómo te sientes? Nos has dado un buen susto—
Sarah López agitó su mano con desgana, sin preocuparse por las vías inyectadas en su brazo. —No se podrán librar de mí tan fácilmente. Tengo toda la intención de hacertes la vida imposible un poco más—
A pesar de la valentía que demostraba, Santana estaba segura de que su madre no había pasado un buen rato precisamente.—¿Ha venido ya a verte el médico? —
—Oh, sí, uno detrás de otro. Las enfermeras me han estado despertando cada hora para tomarme la presión y he conocido a un médico de cada área de este hospital— La mujer extendió la mano, dejando ver una señal dentada en la base de su dedo anular —Han tenido que romper los anillos por la hinchazón— dijo Sarah con solemnidad —Nunca me los había quitado desde que tu padre me los puso hace treinta años—
—Seguro que se pueden arreglar— Agregó Santana.
—No se trata de eso— afirmó su madre con tono cortante —El doctor Stevens me ha dicho que esto podría volver a pasar. Quiere que lleve uno de esos botones de pánico alrededor del cuello para avisar a una ambulancia—
La idea de que su madre necesitara uno de esos asustó a Santana más de lo que estaba dispuesta a admitir. Ya era suficiente con que su madre pareciera tan hinchada, puesto que apenas podía distinguir sus pómulos. Que algo así pudiera pasar otra vez sin previo aviso la aterrorizaba.
—Mamá…— Santana aspiró profundamente.
—Ah, no, de eso nada— Sarah negó enérgicamente con la cabeza —Por muy serio que pueda resultar esto, no pienso tener una enfermera en casa—
—No iba a decir eso— respondió Santana, a pesar de que la idea había cruzado por su mente —Pero tal vez deberías considerar tener a alguien que te eche una mano. No quiero que te esfuerces tanto.—
—Tonterías. Tú estás sólo a una llamada de distancia y me sé de memoria el número de emergencias.—
—¿Y si te caes y no puedes llegar al teléfono?—
—Me estás hablando como a una abuela. No soy inútil, Santana— El cansancio comenzaba a aparecer en el rostro de Sarah —Dejémoslo por ahora. Los médicos dicen que saldré de aquí a finales de semana. Ya veremos cómo van las cosas—
Santana asintió, ya que no quería molestar a su madre y tampoco estaba de humor para meterse en una discusión interminable.
—Otra opción es que me quede contigo hasta que te sientas mejor, si quieres— Para cualquier otra persona, eso sería una oferta de lo más natural, pero en el caso de las determinadas mujeres López, era magnánima en extremo. Santana amaba profundamente a su madre y el sentimiento era mutuo, pero hacía mucho que no se sentían cómodas la una con la otra. Esa idea le recordó de golpe al familiar que en aquel momento sobrevolaba sus cabezas en algún lugar —Mamá… ¿te ha dicho Jake quién va a venir?—