Mérida ya se sentía más tranquila sabiendo la verdad. Agradeció a sus padres y le pidió disculpas a su madre.
A la mañana del día domingo, Mérida despertó y bajó a la cocina adormilada.
-¡Feliz cumpleaños Mérida! -gritaron sus padres, saliendo de la nada.
-¡Aaaaaay! Por poco me da un infarto del susto. Mi cumpleaños será el jueves-dijo Mérida.
-Lo sabemos cariño, pero para el jueves estarás en el instituto...así que tu mamá y yo decidimos celebrarlo hoy-dijo su padre.
-Es algo sencillo, ya que solamente seremos nosotros-dijo su madre.
-No importa, lo que me importa es estar con ustedes...muchas gracias-dijo Mérida dandoles un abrazo a ambos.
Fue algo sencillo, pero para Mérida fue algo dulce y especial. Su madre le regaló una cadenita de oro, con un dije en forma de corazón de diamante; un detalle muy hermoso. El regalo de su padre fue algo sencillo pero encantador; le regaló un hermoso álbum para fotografías, algo que le pareció esplendido a Mérida, ya que tenía cientos de fotos de sus amigas, sus amigos y de Jack y ella juntos.
-Muchas gracias, no debieron haber echo esto-dijo Mérida feliz.
-Pero claro que debimos Mérida, además fue nuestro sentir-dijo su madre.
El lunes por la mañana, Mérida se encontraba lista para regresar al instituto. Se despidió de su madre y entró al auto. Afortunadamente el recorrido le pareció corto.
-Muchas gracias por todo papá-dijo Mérida abrazandolo.
-No tienes por que agradecer, al contrario...yo te agradezco por haberme aceptado. Eres una niña especial Mérida-dijo su padre.
-Ah, claro que no...bueno no diré que soy normal, porque claramente no lo soy...digamos que son sencilla-dijo Mérida guiñendo un ojo a su padre.
-Claro cariño, hasta pronto-se despidió su padre.
-Hasta luego papá....¡y ya no soy una niña! -dijo Mérida en voz alta desde el interior del instituto.
-¡Claro pequeña!-gritó su padre desde el auto.
Mérida entró al dormitorio y dejó su valija al lado de la cama, como cuando llegó por primera vez.
-¡Mérida! ¿que tal todo? -preguntó Helen abrazandola.
-Todo bien amiga-contesto Mérida.
Después de ponerse el uniforme del instituto, Helen y Mérida bajaron al comedor. Cuando la puerta del ascensor se abrió, Jack estaba parado viendola.
-¡OMG! Jack ¿como es posible? -chillo Mérida de emoción abrazandolo.
-Bueno....todo por tii cielo, quería darte la sorpresa-dijo Jack.
-Bueno, yo me voy adelantando-dijo Helen entrando al comedor.
-Y vaya que es una sorpresa-dijo Mérida dandole un dulce beso.
-¿que es lo que tienen tus besos? ¿alguna poción de amor? -preguntó Jack sonriendo.
-Todo mi amor, corazón-dijo Mérida empujando a Jack hacia el comedor.
Jack y Mérida llegaron a la mesa con sus amigos. Al verla todos sus amigos la saludaron.
Y así pasaron los días hasta que llegó el jueves, cumpleaños 17 de Mérida. Estaba dormida y en un profundo sueño.
Sueño de Mérida.
-Mérida, hija, an pasado ya 17 años, desde que tu madre estaba embarazada de ti...lo recuerdo como si fuera ayer. Eh llegado a tus sueños para darte un regalo, pero no es cualquier regalo, éste es un regalo interno.-Con todo mi amor hija, de tu padre Robert.
Mérida despertó confundida, pero pareció entenderlo.
-¡Buen día cumpleañera!-dijo Helen saltando a su cama y dandole un abrazo.
-¡Gracias super amiga!-chilló Mérida de la emoción.
Con toda la energía y entusiasmo, Mérida se levantó de la cama y se arregló junto con Helen.
Todos la felicitaron por su cumpleaños; ella era de las aprendices mas jóvenes en el instituto. Por la tarde, al término de las clases, sus amigos organizaron una pequeña fiesta entre ellos, en honor a Mérida; fue algo muy dulce de parte de todos. Comieron, sonrieron, Mérida partió el pastel y comieron, después abrió sus regalos y eran muy lindos todos.
-Ven con migo-le dijo Jack tomandole la mano, con expresión de picardía.
Jack la llevó a su lugar preferido "el jardín tracero del instituto"
-¿que hacemos aquí? -preguntó Mérida arqueando una ceja.
-Bueno pues...falta mi regalo, cielo; es algo extravagante-dijo Jack mordiendose el labio.
-¿y bien, en donde está? -preguntó Mérida en risas.
-Bueno, te conozco muy bien...y se que te encantan las sorpresas y lo diferente. No quise darte flores o chocolates, porque eso se termina; tampoco peluches, ropa o accesorios, porque eso es muy común...-dijo Jack.
-¿Entonces que es?....Ash, te encanta dejarme intrigada-dijo Mérida cruzando los brazos y fingiendo un puchero.
Jack rompió en carcajadas.
-Claro que no cielo-dijo acariciando la mejilla de Mérida.
Jack comenso a quitarse la camisa de cuadros color negro, rojo y blanco, que llevaba puesta.
-¡¿que haces?!-preguntó Mérida cubriendose los ojos.
-Tranquila, ya puedes ver.
Mérida retiró las manos de sus ojos. El cuerpo de Jack no estaba nada mal, era musculoso y atractivo. Llevaba puesto un pantalón negro, algo entallado. Mérida se sonrojó al instante.
Jack le mostró su brazo derecho a Mérida, en el cual tenía un tatuaje; era un corazón rojo, con raíces y flores enredadas....abajo del corazón unas letras que decían.....
"Estás marcada en mii, cielo"-No debiste hacerlo Jack....¿y te dolió? -preguntó Mérida.
-Un poco, pero soy fuerte por ti cielo-dijo Jack.
-Eres increíble, te amo-dijo Mérida abrazandolo y dandole un beso.
-Yo te amo más, mi cielo....bueno tenemos que regresar, se deben estar preguntando en donde estamos-dijo Jack guiñendo un ojo.
Se puso su camisa de nuevo y regresaron con sus amigos tomados de la mano.
Ya faltaba un día para el baile y la directora contrato autobuses para ir al pueblo. El fin de ese recorrido era hacer compras, el vestuario, el calzado y los accesorios.
-¡No quiero que se alejen mucho, nos vemos aquí en tres horas! ¿ok?-dijo la directora en voz alta para que la escucharan.
Todos salieron corriendo. Mérida se fue con sus amigas, mientras Jack se iba con los suyos, incluyendo a Marcus y a Cristofer.
Después de probarse tantos vestidos y entrar y salir de tantas tiendas, las chicas ya tenían todo.
-¡que emoción! Vamos a ser las mas hermosas en la fiesta-dijo Julieta sacudiendo las manos emocionada.
-Por supuesto amiga, como princesas-dijo Violeta y todas estallaron en risas.
-Muy bien, ya vámonos-dijo la directora, ya que todos estaban sentados en sus asientos.