Soportando el frío, resistiendo el calor

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Daba vueltas y vueltas en la cama. El colchón era bastante incómodo e iba a tener que reemplazarlo si pretendía sentirse un poco más cómoda para descansar los próximos treinta años de su vida. El olor de las sábanas no era el mejor y la frazada era muy fina para apaciguar el frío que su cuerpo guardaba.

Los recuerdos le invadían la mente inescrupulosamente. Cómo es que de estar durmiendo tranquilamente en su cama king size con su novio al lado y su gato en los pies, ahora estaba metida en un pabellón de delincuentes con terror de que algo malo pase en cualquier momento. Las penas se habían pasado las primeras noches en la comisaría. Ya no lloraba, pero sentía una presión horrible en el pecho. Una angustia mezclada con resignación que la desvelaban por completo.

Los rayos de sol no llegaban al pabellón, pero los sonidos de sus nuevos compañeros levantándose le advirtieron que el día había llegado. No había dormido prácticamente nada. Diosito había decidido que era una buena idea llevar al pibe al "paseito nocturno" que tenía con Colombia la noche anterior. Obviamente, a Mario esto le cayó como el culo y las puteadas y los retos al menor de los Borges sonaron en el pabellón toda la noche.

Emilia se giró y se destapó la cabeza para ver mejor el panorama. James, en la cama de al lado, también se había despertado pero seguía acostado y la miraba. Le sonrió de costado pero ella lo ignoró. Se enderezó de a poco y se puso de pie buscando las zapatillas. Por supuesto que se había dormido vestida y de haber sido posible meter las zapatillas adentro de las sábanas, lo hubiese hecho también. Quería estar lista para cualquier situación de riesgo que pueda surgir en la noche.

- Buenos días -murmuró con voz ronca caminando hasta la mesa, donde Borges tomaba mates con cara de pocos amigos.

- ¿Qué hacés, piba? -respondió el hombre de mala gana dirigiéndole una corta mirada.

La pelinegra estaba por sentarse en el sillón al lado de Barny, que le pasaba un mate amigablemente.

- La primera noche es dura, ¿dormiste? -le preguntó el grandote.

- Mucho no, pero todo bien.

Antes de que puedan seguir con la conversación, Capece abrió la reja y entró con una sonrisa burlona.

- ¡A las duchas! -les informó y se acercó a ella con pasos lentos-. Vos también, Geller.

Emilia, dudosa, miró a sus compañeros. Todos empezaron a agarrar sus cosas para bañarse, pero nadie parecía prestarle atención o siquiera comentar algo de cómo iba a hacer ella para ducharse. ¿Se suponía que se iba a desnudar con todos los pajeros juntos o qué? ¿La iban a ayudar a enjuagarse el jabón?

- Eh, Emi. Vení conmigo y con el Moco. No te miramo' nosotro'...bueno, el Moco no sé...-se rió Diosito con un bulto de ropa en las manos-. ¿Vo' la mirá', Moco?

Cristian se puso rojo de un segundo a otro y bajó la mirada cuando se cruzó con la de Emilia. La verdad que prefería que la mire el pendejo a cualquier otro. Aunque sea a ese le iba a poder meter un par de cachetazos si se zarpaba. Estaba por resignarse e ir a buscar sus cosas de higiene cuando a su lado volvió a aparecer el colombiano, que se había levantado de un salto de la cama y ya estaba listo para salir.

- Agarre sus cosas pues, mi reina -le dijo en ese tono medio acaramelado acercándose un poco de más-. Yo me encargo de que se bañe solita.

Un pensamiento intrusivo le llenó la cabeza. Se imaginó cómo se vería James abajo de la ducha caliente.

•••

Los pasillos de San Onofre estaba plagados de presos movilizados de acá para allá, dirigiéndose a distintas tareas que los guardias les asignaban, al comedor o a los baños para las duchas.

El grupo de Borges todavía seguía en su pabellón, a excepción de James y Emilia. Mientras que Colombia caminaba bastante entusiasmado, Emilia se estaba poniendo cada vez más nerviosa. Sentía la mirada de todos arriba de ella. Nadie estaba gritándole nada. La escena del comedor del día anterior y la cara de demonio con la que James miraba a todos parecía estar siendo suficiente para que la dejen en paz.

- ¿Salió todo bien ayer? -preguntó Emilia para sacar tema de charla y tratar de distraerse un poco.

- De maravillas. El Moco se la rifó a un rati -le contó mirándola de costado para después reírse-. Hubiese festejado con usted pero ya estaba dormidita cuando llegué.

No iba a negar que le gustaba la forma en la que James la estaba mirando en ese momento. Y ella también lo miró.

- ¿Tenés algo para fumar? -le preguntó un poco titubeante, tratando de cortar la tensión medio rara que se estaba generando mientras se sostenían la mirada.

- La próxima la despierto -dijo James sacando un atado de cigarrillos del bolsillo -. Deme su mano, mamacita.

Emilia dejó de caminar y se volteó hacia él, extendiendo su mano hacia arriba. Sin cortar el contacto visual, Colombia le sonrió con picardía y se la tomó, acariciándole sutilmente el dorso con los dedos. Dió vuelta la caja de puchos y dejó caer un porro en su palma. Seguido de esto, le cerró la mano, le dio la vuelta y dejó un beso en ésta.

A Emilia se le cortó un poco la respiración, sin embargo retomó el camino con rapidez. Apresurándose a darle vida al churro mientras veía una fila de diez tipos afuera del baño, siendo retenidos por uno de los guardias.

Le pasó el porro a Colombia después de darle unas secas y se mantuvieron en silencio el resto del camino al baño.

- Por fin, nena -medio le gritó el penitenciario al verla aparecer-. Pasá rápido, dale.

- ¿Te paso el jaboncito, mi amor? -le dijo uno. Todos los demás se empezaron a reír y en seguida se sumaron como voluntarios para ayudarla a bañarse. Por supuesto, de una forma completamente vulgar.

- ¡Cierren el orto, negros de mierda! Y vos apurate, Geller. Vamos. No te voy a cuidar el culo todo el día.

Ignorando los comentarios de los pajeros y haciéndole caso al guardia, Emilia se metió en el baño con el colombiano pisándole los talones.

No pudo evitar hacer una cara de asco terrible. Apesar de que era su segundo día ahí, no había entrado a ningún baño todavía. Hasta ese momento sólo había utilizado el de la oficina de Antín. Era una cosa horrible, con un olor a meo impresionante. Y eso que eran sólo las duchas.

- Qué asco, la puta madre.

Colombia pasó al lado suyo y revisó los dos sectores de duchas que había. Se metió en el segundo y ella lo siguió. Lo vio abrir el agua y volverse hacia ella.

- Báñese tranquila, mi reina. Yo me encargo.

Emilia se quedó sola en la ducha y se dispuso a bañarse lo más rápido posible. En el banco que había de costado, apoyó la mochila con sus cosas. Sacó una a una dejando todas a la vista. El faso le empezó a pegar y ya se estaba tentando con la boludés que estaba haciendo. Se sacó la ropa de a poco mirando todos los productos para el pelo que había traído. Por qué. No hay porqué. Le daba un poco de vergüenza y se sentía medio pelotuda de estar duchándose en el baño de San Onofre que parecía uno de Sillent Hills, con un tipo cuidándole el culo para que no se la cojan, y ella metiéndose un sérum para que le quede el pelo brilloso.

Se puso un par de ojotas y se terminó de desnudar. Se metió con confianza abajo del agua arrepintiéndose al instante porque estaba fría. Entre puteadas, soportó el frío mientras se mojaba el pelo y lo empezaba a lavar.
La pared que estaba a centímetros de su cara y no podía evitar perderse en pensamientos sin sentido mientras su mirada se mantenía en las manchas de humedad.

La distracción no le duro tanto, porque el ruido de otra ducha abriéndose le llamó la atención. Cerró la suya para escuchar mejor. ¿Había entrado alguien? ¿James se estaba bañando también?

- James -llamó en voz más o menos alta. Le preocupaba un poco gritar. ¿Y si el colombiano se había ido y el guardia dejó pasar a alguien? Se empezó a perseguir y como no obtenía respuesta, se envolvió en el toallón y dio pasos muy lentos hacia las duchas de adelante, tratando de hacer el menor ruido posible.

Definitivamente, James no se había ido. De hecho, estaba ahí. Desnudo abajo de la ducha.

Hola! Mil perdones la demora. Me estaba divorciando 😂 Voy a seguir actualizando en estos días.

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