El valor de la experiencia

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Tenía la mirada de Colombia encima. No se había volteado a comprobarlo, pero de verdad la sentía. Estaba acostada en su cama, boca arriba y con la vista clavada en el techo. Extrañamente se sentía tranquila, como si se hubiera sacado un peso de encima. El tema es que no se había sacado ninguna mochila, le había cortado los dedos a un pibe.

Había recibido vítores por parte de la banda, incluso Mario parecía bastante satisfecho cuando Diosito entró al pabellón contando con mucha emoción y detalles irrelevantes el castigo del chorrito de la sub21. Aunque a la cuarta vez de escuchar la historia, terminó todo el festejo con una frase algo así como: " Y sí, pelotudo, ¿qué querés que le lea un cuento? ¿No sabés por qué está en Canadá? ". Así que Emilia se limitó a hacer oídos sordos, limpiarse la cara y cambiarse de ropa muy incómodamente abajo de las sábanas para quedarse ahí, tapada y en silencio, recordando todo lo que había hecho. James parecía que también lo rememoraba. Las luces del pabellón se apagaron y sólo se escuchaba de fondo un programa de televisión que Diosito hacía que miraba porque estaba re duro y conciliar el sueño no era algo que pudiese hacer.

- Cómo le cortó los dedos a esa gonorrea, mamacita...no sabe cómo me pone recordarlo... -rompió el silencio con un murmullo ronco el colombiano.

Emilia se sorprendió bastante. No esperaba que le dijera algo así en ese momento. Se le agitó un poco la respiración y unas cosquillas extrañas le invadieron el cuerpo cuando la imagen del colombiano desnudo aquella mañana se apoderó de su mente. Se giró mientras suspiraba y apoyó el mentón en los nudillos de su mano levantada. Al verlo en aquella oscuridad, con los ojos negros y brillantes que estaban devolviéndole la mirada, la pelinegra sintió la sangre recorrer más rápido por sus venas, hasta le quemaba. La temperatura de su cuerpo aumentaba y, definitivamente, aunque no habían pasado más de tres días de que Emilia había llegado a San Onofre, podía asegurar que la tensión sexual que tenía con ese colombiano era real y muy fuerte. Y estaba más que segura de que él sentía la mismas ganas que ella.

- ¿Cómo te pone? -preguntó Emilia con un tono de voz casi como un ronroneo.

James sonrió un picardía y parecía estar por hablar, pero el ruido de una larga aspirada le desvió toda la atención. Diosito estaba sentado en el borde de la cama de enfrente, tomando merca mientras los miraba.

- Eh, ¿qué hablan ustede'? ¿Tienen secretito'?

- Sapo hijueputa, métase en sus asuntos.

Viéndose totalmente desmotivada por la risa rara de Diosito, Emilia se dio la vuelta. Se dispuso a dormir mientras creaba situaciones imaginarias con el colombiano que dormía al lado.

...

Emilia dio un saltito en la silla cuando el mate que le pasó Barny el quemó la lengua.

- ¡Pero la puta madre! -gritó la pelinegra dejando el mate en la mesa y mirándolo con el ceño fruncido al grandote que tenía al lado-. Dios mío, dame que preparo yo.

Barny se rió y le pasó el termo. Nadie sabía si lo hacía a propósito o de verdad era un tipo que no servía para cebar mates. Siempre pasaba lo mismo y las quejas por eso venían de todo el grupo.

- Sí, piba. Alguien que haga algo bien, por favor -se quejó Mario sentándose en la mesa donde estaban ellos. Observó cómo la chica se levantaba a cambiar el agua y esperó pacientemente a que regrese a su lado para comenzar a hablar-. Vos tenés experiencia, me imagino.

La mujer lo miró confundida, no entendía mucho a qué se refería.

- Vos estabas con la gorra, ¿no es cierto? -volvió a decir Mario enarcando las cejas. Barny se dejó de reír y empezó a mirar atentamente a ambos.

- Yo estaba en la científica, a nosotros los gorrudos no nos llegaban ni a los talones -respondió ella un poco tensa, con ansiedad de saber las intenciones que Borges tenía en la charla.

Él se rió con simpatía y le hizo señas para que empiece con la ronda de mates.

- Estuve informándome de tu pasado en el laburo. Muchos laboratorios...mucho tráfico de sustancias...contanos tu experiencia -Borges señaló a Barny con el dorso de la mano y se reclinó en la silla, haciendo el papel de un tipo agradable-. Para nosotros es un placer tener a alguien con experiencias del otro lado. Digo, ¿no? Alguien que sepa lo que se investiga, lo que no. Los vacíos. Los blancos que existen en estos procesos.

Emilia siguió observándolo, mientras tomaba el primer mate. No dijo nada. James y Morcilla llegaron a hacerles compañía. Eso la distrajo bastante. El colombiano arrastró una silla hasta el pequeño espacio vacío que había a su lado. Se sentó con fuerza y la observó igual que el resto, pero tenía una sonrisa bastante particular.

- A la banda eso le sería de utilidad. Contanos tu superheróicas historias.

- Bueno... el problema con el laboratorio, no es el laboratorio en sí. Pueden pasar años y años sin que los encuentren. Lo que caga el tráfico es justamente eso. En el transporten caen todos -empezó a contar la chica en el silencio más absoluto. Calambre y Diosito se acercaron también-. La mayoría piensa que es más seguro llevarlo por tierra que en un vuelo comercial, pero mientras en el avión tenés dos controles rigurosos, en tierra podés tener más de veinte operativos en conjunto en la misma vía. Lo importante es que la merca no se huela... ¿estamos hablando de cocaína, no?

Mario asintió. Emilia aprovechó el parate para tomarse un mate, se acomodó en la silla. Algo le hizo cosquillas. El meñique de James le rozaba la pierna, la estaba acariciando de un lado a otro. Emilia le clavó la mirada pero él no hacía ningún cambio en su expresión. Continuaba mirándola y sonriéndole de costado. Respiró profundo y volvió a concentrarse en la conversación con Mario.

- Un chino traía merca a dos manos. Lo cagaron, lo mandaron al frente. Pero no había forma de descubrir cómo la metía al país. Resulta que el tipo tenía un bazar y el depósito lleno de esas esponjitas de silicona que se usan con el maquillaje.

Un macanazo contra las rejas del pabellón alertó a todos.

- ¡A las duchas!


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