Emilia está a cargo

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Emilia respiró pausadamente e intentó relajarse mientras Sandro y Gina se ocupaban de sus manos y pies. Al principio, cuando llegó al pabellón trans junto a Mario, había rechazado cualquier tipo de tratamiento. Sin embargo, tras mucha insistencia, accedió a que le pintaran las uñas. Mario había salido con un guardia para una inesperada visita con el juez, dejándola sola con las chicas, lo que le permitió relajarse un poco más.

- Acá podés venir cuando quieras, Emi -le dijo Fabiola con una sonrisa cálida-. Es un placer tener este pelo acá...

- Igual no puedo creer que estés acá, entre todas estas bestias -comentó Sandro, casi susurrándole al oído.

- Podría ser peor -respondió Emilia, mientras miraba los esmaltes que Gina le mostraba-. ¿Me haces unas francesitas?

- Obvio -contestó la rubia, comenzando a aplicar el esmalte con una sonrisa-. Aprovechá las ventajas mientras puedas.

Fabiola, Sandro y Gina se miraron con complicidad, compartiendo una risa burlona que Emilia no comprendía del todo.

- ¡Es verdad! ¿A quién vas a elegir? Tenés a todo San Onofre a tu disposición -dijo Fabiola con entusiasmo.

Emilia se giró para mirarlas a las tres, frunciendo el ceño en confusión.

- ¿De qué están hablando?

- ¡Ay, mamita, por favor! Podés elegir a cualquier macho.  Todos te van a decir que sí -exclamó Fabiola, un poco frustrada por la falta de comprensión de Emilia-. Igual te diría que tengas cuidado, acá marcan todos el territorio. No sé si te conviene ir picoteando por todos lados.

- Empecemos con el patio: tenemos a César.

- Qué sé yo, muy bajito -dijo Emilia, mirando distraídamente la pared mientras pensaba en los hombres que había visto desde su llegada.

- Arnold, Marquitos... -enumeró Gina mientras le pintaba las uñas.

- Ay, cómo me gustan los negros -dijo Fabiola con picardía, cepillándole el pelo.

- Pero ella no está en el patio, está con los Borges -recordó Sandro.

- Bueno, entonces Diosito, el colombiano... o Mario, qué sé yo.

Emilia frunció el ceño y arrugó la nariz al mirar a Gina.

- ¿Mario? Por Dios, no.

- Bueno, no sé. A mí me gusta el bigotito -dijo Fabiola, encogiéndose de hombros.

- ¿Mario te gusta? -preguntó Emilia, sorprendida-. Nah, prefiero a James. Bah, si tuviese que elegir. Aunque no sé ni por qué estamos hablando de esto.

Las chicas se rieron cómplices.

- El colombiano está fuerte, eh. Yo también sería toda suya -dijo Fabiola con una sonrisa traviesa.

...

El tipo estaba sentado enfrente de ella con una libreta en las manos. Había una taza de te sobre el escritorio y todo parecía estar muy bien organizado.
Emi se removió la silla un poco nerviosa. No era la primera vez que hacía terapia, pero abrirse ante un desconocido sobre todo lo que estaba experimentando en el penal, era un poco chocante.

- Bueno... ¿por qué no empezamos con lo que te trajo acá? -empezó a hablar el psicólogo acomodándose los anteojos.

- ¿Te referís a estar presa, a San Onofre o a esta sesión?

- ¿Te molesta hablar de tu causa? Yo te voy a hacer algunas preguntas, si te sentís incómoda, simplemente pasamos a otra.

- Sí, está bien -respondió la chica sacando un cigarrillo del bolsillo de la campera.

Colombia - el marginalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora