Abajo del agua caliente

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Emilia caminaba campante de regreso al pabellón. Su hermana la había visitado y trajo consigo un bolso bastante grande cargado de provisiones.

- Me va' a compartir un poco de eso, ¿no? -preguntó Diosito que venía detrás, arrastrando un colchón.

- Obvio -respondió ella con una sonrisa, pero en cuanto se giró a verlo frunció el ceño y casi que gritó: - ¡Levantá eso, Dios! Que no toque el piso, no ves que está todo sucio acá.

- Y bueno, vo' porque no lo tené' que llevar. ¿A dónde está el colombiano puto ese pa' llevarlo? -le contestó completamente ofendido mientras apresuraba la marcha para llegar a su lado. Cuando se acercó, cambió el tono de queja de su voz por uno más picante y burlón-. ¿Qué onda con el Colombia? Te vimo' ahí a los beso', eh. Mirá vo' la Emi. Garchuliándose al James. No te tenía así.

Diosito se empezó a reír solo, haciendo un ruido bastante raro mientras continuaba el recorrido. Emilia no dijo nada, sacó un cigarrillo del bolsillo del pantalón y lo prendió. Le dio una seca y se giró a ver al rubio.

- Cómo ganó ese hijo de puta. Está acá encerrado y le cae una wacha así de onda al pabellón -le decía Dios mientras pasaban por entre medio de los internos. Todos miraban a la pelinegra pero nadie decía nada con Diosito a su lado-. ¡Eh! ¡Qué miran, putos!

- Estás flasheando, boludo -le contestó Emilia apresurando los pasos para llegar al pabellón.

- ¿Qué flasheando? Si los vimo' con Barny. Y me ganó de mano el puto ese. Igual...yo no puse primera porque me estoy cogiendo a la Kari.

Por fin llegaron al pabellón. No había nadie más que Cristian. El chico estaba sentado en su cama con la misma cara de traumado que los últimos días, mirándolos igual de raro. Especialmente a Emilia. La morocha no le dio mucha importancia y dejó el bolso en el piso, mientras se apresuraba a tirar para un costado el colchón fino y viejo que antes tenía.

- ¡A ver! -gritó Diosito mientras soltaba el colchón en la cama de Emilia y se tiraba encima, quedando boca abajo completamente inmóvil-. Qué hija de puta, yo tengo que dormir en ese colchón de mierda.

Emilia se sentó en la cama, en el poco espacio que quedaba junto a Diosito, arrastrando consigo el bolso para ver qué tenía adentro. Lo puso sobre sus piernas y lo abrió disponiéndose a descubrir todo lo que su hermana menor había considerado necesario para sobrevivir en la cárcel. Lo primero que sobresalió de adentro del bolso fueron muchos pero muchos paquetes de galletitas. Diosito, que seguía tirado, se empezó a incorporar rápido al escuchar el ruido que hacían los paquetes mientras ella rebuscaba entre las cosas.

- No, boluda, ¡mirá toda' las galletita'! -prácticamente gritó Diosito arrancándole el bolso de las manos a la chica.

- A ver, boludo. Quiero seguir sacando -le dijo Emilia empujándolo con la cadera hacia un costado para tomar el control de las cosas.

Cristian se levantó de la cama y caminó lenta y silenciosamente hacia ellos, mirando por arriba de los chicos todo lo nuevo para el pabellón.

- ¿Eso es una Cindor? -preguntó el chico en voz baja con un poco de emoción.

Emilia sacó de adentro del bolso cuatro cajas de Cindor pasándole una a Cristian sin mirarlo, mientras seguía revolviendo. Diosito estaba ocupado abriendo con los dientes un paquete de Rumbas.

- Qué hija de puta tu hermana. ¿Está buena?

- Ni sueñes, Dios -respondió ella abriendo el cartón de Lucky Strikes y separando los atados de cigarrillos-. Es una nena, recién termina el colegio. 

- ¿Qué poronga e' esto?

Diosito tenía en sus manos un aparato medio raro, girándolo de un lado a otro para investigarlo.

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