Prólogo

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—Pero volveremos a vernos, ¿verdad Leon? —La pequeña niña de cinco años le hizo un puchero a su "hermano mayor".

El chico se acababa de graduar de la academia de policía, teniendo que partir al día siguiente hacia Raccoon City. Había ido a visitar a Jacob Morgan y su familia para despedirse de ellos como era debido, y la pequeña Lillith, que era como una hermana pequeña para él, le había preguntado si al día siguiente él volvería para jugar con ella, tal y como solía hacer el rubio.

Por desgracia, sus padres tuvieron que decirle que Leon se iría de la ciudad, lo que llevó a la infante a formular la tan triste pregunta, con lágrimas en los ojos.

—Claro que sí, Lillith. Te lo prometo —ni él estaba seguro de eso, un mal presentimiento le recorría el cuerpo, como una leona acechando a su próxima comida desde la lejanía.

—¡Más te vale volver a verme! —Exclamó ella, corriendo a abrazar a Leon.

Él la tomó en brazos, y pronto la niña envolvió sus brazos alrededor de su cuello, dejando el borde de la camiseta empapada por las lágrimas.

Permanecieron unos largos minutos así, nadie decía nada, en el recibidor solo se escuchaban los hipidos y sollozos de la pequeña Lillith Morgan, acompañados de los susurros y siseos de Leon, en un vano intento de calmar a la niña.

Al final, Jacob tuvo que arrancar a su hija de los brazos de Leon. Era tarde y el rubio debía irse, además de que alargar la situación solo la haría más difícil y dolorosa para todos.

Aunque era consciente de que era algo muy difícil e improbable debido a la corta edad de la niña, deseó quedar grabado en la mente de la chiquilla por el resto de su vida.

"Don't forget about me" — Twenty One Pilots.

Habían pasado, ¿cuánto? ¿Dieciséis años desde aquel día? Sí, dieciséis largos y jodidos años, y Leon S

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Habían pasado, ¿cuánto? ¿Dieciséis años desde aquel día? Sí, dieciséis largos y jodidos años, y Leon S. Kennedy aún lo recordaba como si hubiera sido ayer. No dejaba de preguntarse cómo se vería Lillith, sin dejar de reprocharse una y otra vez a sí mismo el no haber cumplido con su promesa de entonces.

Pero ya no podía mirar a Suzanne a la cara, no después de no haberse presentado en el funeral de Jacob. Se enteró la noche antes del entierro, fuera del país, pero él sentía que no era excusa.

Ni siquiera pudo llamar a la viuda porque había perdido su número. Pensó en volver a Memphis, pero cada vez que planeaba ir allí el gobierno le reclamaba para que fuera a cumplir alguna misión.

El moreno suspiró, vaciando lo que quedaba de la botella de whisky de un solo trago, hundido en el sofá de su casa. Necesitaba salir de aquel bucle de autocompasión y nostalgia, pero ¿cómo?

Quizá ir a algún bar le ayudaría. Beber fuera, entablar conversación con alguien, quién fuera, hasta el barman le serviría.

Salió de casa un rato después, cambiando su vida sin siquiera saberlo. 

Forbidden {Leon S. Kennedy}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora