🪁12

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El árbol deja caer un par de hojas naranjas, la pintura está desgastada, las ventanas yacen con cerradura y la puerta con el picaporte roto

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El árbol deja caer un par de hojas naranjas, la pintura está desgastada, las ventanas yacen con cerradura y la puerta con el picaporte roto. El segundo piso que nunca fue utilizado ahora estaba repleto de las mismas hojas secas del árbol que decora la entrada. El piso de piedra fue cubierto por la naturaleza y un triciclo abandonado se mueve levemente por el viento.

Una cerca de madera lo divide la puerta principal de la ahora abandonada casa.

No ha sido habitada un poco más de tres años, las rentas de la misma incluso han bajado de precio con tal de hacer que alguien se interese, sin embargo su insistencia hace que la casa sea inhabitable por el sentimiento que guarda el pequeño, o la lástima que sienten las personas cada que ven a un tierno morenito pararse diariamente frente a ella, al otro lado de la calle, con una mirada nostálgica y sus labios en un pucherito.

Tanta es la lástima que les piden a cada interesado por la casa que no la compren o la renten, sin saber el porqué el pequeño de Soyeon espera todos los días ahí.

Hasta que alguien le informó a su madre lo que su pequeño hijo hacía por tres años seguidos, cada día sin falta, sin importar la hora, el clima, o que tan lastimado esté, como en este momento.

Hoy no fue un gran día como le hubiese gustado, desde hace semanas que sus días son aburridos, YeoSang está a punto de pasar a secundaria y él tiene miedo de quedarse solito de nuevo, aunque Kang le haya asegurado que nunca se van a separar pese a que vayan en escuelas diferentes por un año. Pero, si es sincero, la semana le parece eterna, ni se diga de un mes, ¿cómo aguantaría un año?

Perdió a su mejor amigo, a su compañerito de aventuras, a la única persona que le hizo ver un mundo de colores más allá del gris, que le hizo sentirse seguro de lo que veía a pesar de ser erróneo. Se sentía seguro, y su lugar seguro se fue para ser feliz.

Pero, él dejó de ser feliz desde que eso pasó.

Como todo niño normal, si se podría decir así, se espera que salga a jugar con sus amigos a las calles, con una pelota o patines de cuatro llantitas, andar en bicicleta, hablar sobre algún amorío infantil, pero Soyeon notó que nada de eso era parte de las tardes de su pequeño Sannie; su pedacito de canela era muy cerrado, rara vez salía con YeoSang y es que, este al ser más grande era lógico que buscará amigos de su edad, obviamente sin dejar a San de lado, aún así su pequeño siente esa exclusión y le entristece.

A veces le gustaría recorrer el mundo con tal de encontrar a WooYoung y que con su sonrisa pura y tímida, le devuelva a su Sannie sonriente de siempre.

Sus pequeños cachetitos están repletos de gruesas lágrimas que no dejan de empaparlo por más que las quite, su carita se siente hinchada, sus ojitos están rojitos y en su cabeza se siente una leve punzada.

Está al otro lado de la calle, de pie sin hacer nada, se escuchan los leves sollozos y la mujer de mediana edad que vive en la casa que está detrás de San es espectadora de todo, el pequeñito no se ha movido por más de hora y media, no ha dejado de llorar, tiene el uniforme de deportes de la escuela primaria del lugar, hace minutos llegó corriendo como si estuviera escapando de alguien, y cuando se cruzó con la casa, frente a frente, se detuvo y simplemente miró, sin hacer absolutamente nada más que llorar.

Se acercó a la ventana, esperando algún movimiento, San dejó de llorar para comenzar a caminar en dirección a la casa, sin fijarse antes de cruzar la calle. Parecía una simple alma que vagaba por el lugar y alrededores, y cuando finalmente cruzó sano y salvo, se permitió respirar, justo después de que el pequeñito haya cruzado una moto pasó velozmente.

Se quedó un rato más, observando, hasta que el pequeño regresó a la realidad y, suponiendo su situación, todas sus emociones se mezclaron con la ausencia de su mejor amigo.

Lo vio posar sus temblorosas manitas sobre la cerca de madera, esta aún era demasiado alta para él, por lo que, con mínimo esfuerzo, se puso de puntitas, alzó la cabecita, y en mitad de la noche, comenzó a hablar.

—Woo — sin titubear, casi suplicando, aunque sabía perfectamente que nadie saldría. —Woo… — volvió a llamar, esperando un abrazo.

La mujer salió, sin hacer el más mínimo ruido empezó a caminar en dirección a la ya desgastada casa, y se detuvo detrás del niño.

—Woo… W-woo — movía sus ojitos en todas direcciones, su cabecita se alzaba buscando algo que le dijese que alguien estaba dentro. —Wooyo… — fue lo último que pronunció antes de llorar de nuevo.

Intentó tragar el nudo de su garganta, viendo sin inmutarse al pequeñito que seguía llamando a su mejor amigo en un acto desesperado por verlo nuevamente. Lo tomó de su hombro, San se tensó bajo su toque, pero no reaccionó y tampoco huyó.

—Pequeño, son las ocho de la noche, ¿dónde está tu mami? — el morenito, quien aún sollozaba con fuerza, bajó la mirada y se avergonzó por llorar frente a una desconocida.

—Mami está peleando con mi papá otra vez — susurró, reuniendo todas las fuerzas para hablar correctamente —, ellos dijeron q-que… se iban a separar — alzó la cabecita, mirando fijamente a la mujer, como si pudiera algo a gritos. —¿Es mi culpa?

—No — responde casi de inmediato —Claro que no, ellos…

—¡San! — la voz de una desesperada mujer le interrumpió, el pequeño corre hacia su mami para abrazarla de las piernas y ocultarse en su vientre, Soyeon luce terrible, con ojeras y maquillaje corrido. Le pregunta dónde había estado, porqué se había escapado de casa, y qué hacía ahí.

Se sintió terrible, con una gran impotencia de solo imaginar el porqué un pequeño de aparentemente 10 años tendría que huir de casa.

—Señora — le llama antes de que se vaya con su pequeño de regreso a casa —¿Su hijo está pasando por algo en casa?

—Bueno, no es algo que le importe — responde tosca.

Suspira indignada y sin decir nada le extiende una tarjetita —Jung Wheein, psicóloga infantil — se presenta sin dejarla reaccionar —Su hijo necesita ser escuchado.

—Mi hijo lo tiene todo en casa, no puede decir así de la nada que necesita un psicólogo.

Su mandíbula se tensa y siente más lástima por el pequeño —Su hijo más que un psicólogo, necesita un abrazo.

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NOMAS PORQUE SI //SANWOO (ADAPTACIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora